Chucho Valdés & Irakere 50: 33 Festival Internacional Canarias Jazz & Más 2024

SERGIO VARGAS.

El ganador de doce Grammys Chucho Valdés se dejó caer por Las Palmas, dentro de la gira de celebración de los cincuenta años de Irakere, banda alumbrada por él. Dicha formación marcaría un antes y después en el jazz latino y su fusión con la música popular cubana, el jazz, el rock y la música clásica .

El de Quivicán, viene acompañado de nueve músicos a los cuales elogia cuando cada canción acaba. Mientras por nuestros oídos circula ese  jazz extravagante de espíritu libre, esa libertad que lleva viajando con ellos desde los años 70. La parte vocal se fusiona de forma enriquecedora con la percusión, dando lugar a melodías embriagadoras junto con esos riffs de metales “on fire”; asimismo, los dedos del “maestro” van improvisando sobre el piano de cola unos brillantes acordes que se arremolinan a lo Rachmaninov.

Valdés lleva su gorra “Kangol” sempiterna, como Samuel Jackson en los films de Tarantino, concentrado en su teclado, va desempolvando los éxitos de Irakere junto con algunas nuevas composiciones específicas para este 50 aniversario; como su original pieza “Mozart a la cubana” fusionando al genio de Salzburgo con el jazz latino. En sus interacciones con el público diría el maestro : “ que soñando, él siempre se imaginaba a Mozart en una playa de La Habana, con un habano y un ron en la mano”.

Tampoco faltaron, en un Teatro Pérez Galdos con entradas agotadas, los tambores de Bata de origen sagrado y santero; siguiéndole una pieza tranquila a manos del saxo soprano de Carlos Averhoff Jr con mucho protagonismo durante toda la noche y junto a él una magnífica sección de trompetas apretadas como clavos. Sin olvidar la vitalidad que otorgaba a las canciones el bajo de Armando Gola, por su parte el batería ambidiestro probó con sus solos para ir calentando el ambiente consiguiéndolo y el carismático vocalista  Ramón Alvarez entraría en acción con una serie de clásicos como :“ pa’ romper el coco”, “tu verás lo que va a pasar” y “bacalao con pan” o “con papas” (un guiño a los canarios de parte Valdés) que podría al público en pie. En esta parte se nota al Valdés disfrutón que toca para su público, no puede ni estar sentado y se pone a bailar como uno más junto a su banda mientras va dirigiendo con sus manos los solos alegres de las trompetas y de esta forma se iba alimentando el fuego del espectáculo y llegando a su final.

Un espectáculo digno de ser visto, porque uno siente que se estaba celebrando un legado.

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