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JACQUES PREVERT Y LA BOCA DE FRANÇOISE HARDY 

FOTO: CONSUELO DE ARCO 

Por ANTONIO COSTA GÓMEZ.

    Jacques Prevert escribió muchos libros de poemas. Infinidad de libros de títulos muy sencillos. En Francia es un poeta muy popular. Muchos de sus poemas eran tan sencillos que servían como canciones.  

      Recuerdo “Bárbara”, en el libro “Palabras”.  Bárbara corría bajo la lluvia en Brest. Antes de la segunda guerra mundial. Tal vez desapareció bajo una lluvia de acero y de sangre. Y desaparecieron los que la amaron.

    El poema dice: “Acuérdate, Bárbara / llovía sin cesar en Brest aquel día/ y te encaminabas sonriente, / espléndida, encantada, empapada/ bajo la lluvia”.

   La lluvia dota de intensidad a las cosas y nos hace sentir más existentes.  Y le da todo su encanto y todo su “poder-ser-amada” a Bárbara.  El poeta insiste con palabras mojadas “Acuérdate, Bárbara, / y no te enfades si te tuteo, / hablo de tú a quienes amo / aunque los haya visto solo una vez / hablo de tú a todos los que se aman, / aunque no los conozca”. 

    Me gusta mucho como lo cantaba Yves Montand.  Con un tono elusivo como perdido entre los años. Como si Bárbara resistiera a través del tiempo y la lluvia. 

     El poeta decía: “No olvides/ aquella lluvia sabia y feliz / en tu rostro feliz”.  Frágil pero insistente, sobreviviendo en un poema. La poesía, al final, lo quieran o no, sobrevive en todos nosotros. Escapando de todos los códigos y las fórmulas. Igual que la lluvia escapa de las fórmulas. Gracias a Dios, aún no han podido fabricar la lluvia.     Y tampoco pueden fabricarnos a nosotros bajo la lluvia. 

      Y ahora como un golpe de melancolía me llega la noticia de que ha muerto Françóise Hardy.   Cuando paseaba por la orilla del Sena y veía pasar los barcos, me acordaba de una foto en que iba Patrick Modiano con Françoise Hardy en un barco por el río.

  Iban riendo los dos como el agua y me parecía que ella llevaba dentro su canción “Todos los chicos de mi edad”. Yo leo a Patrick Modiano como quien fuma cigarrillos por vicio y no puede evitarlo. Me bastaría con esa barca. Pero lo que deseo es  el aura imposible de aquella foto. París era un montón de auras imposibles en los instantes. 

     Estaba Yves Montand cantando “Bárbara”. Y estaba Françoise Hardy con “Todos los chicos y las chicas de mi edad”. Esa canción se consideró muy comercial en su momento, pero ahora la atesoro como la frescura de aquella época. 

      Me acuerdo de aquella frescura tan alejada de los artificios mecánicos. De aquella voz de cristal que entraba tan delicadamente y daba toda la alegría sutil de la vida. De aquel mundo de libertad y no de fórmulas. Ella era París y París era su boca.  

   Y añoro aquella atmósfera. Donde no estaba el Word subrayando todo lo que no conoce y no estaba nuestra libertad atrapada en algoritmos. Edith Piaf  diciendo que no lamentaba nada. Ives Montando invocando a Bárbara bajo la lluvia. 

     Escucho otra vez “Tous les garçons de mon âge” con aquella tersura. Con aquella alegre melancolía y elegancia. Con aquella boca de levedad melancólica pero llena de vida.  Ella no era artificial, ella no estaba diseñada por una máquina. 

     Ella era aquella atmósfera y aquella frescura. Y sobre esa frescura insistió Jacques Prevert al escribir  sobre Françoise Hardy. Cuando Françoise Hardy se presentó en el Olimpia, Jacques Prevert escribió sobre ella un texto titulado “Una planta verde”. 

   En ese texto escribió: “Sus palabras son reinas de la juventud, de la ternura cortada por el rey de la lucidez”. Escribió: “Ella canta el desarrollo de los amores de hoy, la libertad peligrosa del amor liberado, el lancinante tormento del amor separado”.

   Prevert, tan sencillo y tan vivo, tan accesible para infinidad de lectores, tan fácil de poner en canciones, convirtió la boca de Françoise Hardy en uno de sus textos tan sencillos y tan eléctricos. 

   Escribió: ”Canta el amor perdido, reencontrado, compartido, y uno está bajo su encanto”. 

    Y si Bárbara estaba en la lluvia, Françoise estaba en el viento: “Poco importa saber dónde está ella, si ella está en el viento”. Antes estaba en París y ahora está para siempre en el tiempo. Su boca está en el tiempo y ahí la ha captado con toda sencillez Jacques Prevert, el poeta que fue como la lluvia para los franceses. 

   Y al final de su texto de presentación para el Olimpia, Jacques Prevert decía: “Bajo el encanto de Françoise Hardy uno escucha palpitar la vida”.  Yo la escucho siempre, y los dos, Jacques Prevert y Françoise Hardy son para mí la atmósfera de una época. Que nunca atrapará ningún algoritmo. 

   Las palabras de Prevert y la boca de Françoise están para mí en el viento y en la lluvia.

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