Viajes y libros

Una fuente hermética en la calle Princesa

ESPAÑA EN SORDINA

UNA FUENTE HERMÉTICA EN LA CALLE PRINCESA

 

En la calle Princesa está el palacio de Liria, donde yo imaginé conciertos secretos. Y los soportales enormes con rejas y linternas colgando.  Y los cines Princesa en la Plaza de los Cubos, donde gané tanto tiempo.

Y las enormes aceras cubiertas de hojas simbolistas en otoño. Y los metros de Argüelles y Moncloa que orillé tantas veces con intimismo.

Y está esa fuente donde dos monstruos conversan. En la parte de abajo, cerca ya de la Plaza de España.

Nunca sabré qué se dicen, pero su conversación es animada. Y comparten una concha dentro de otra concha.  Y se la regalan mutuamente con pasión. Y sus ojos desorbitados muestran lo desorbitado del mundo.

Es el reino del desmelene subjetivo, como en las fuentes manieristas de Florencia. Quién diría que Madrid tiene un aspecto manierista y secreto, a pesar de todo cuanto lo han acosado.

Con razón por allí paseaba Emilio Carrere, el maldito de los poemas simbolistas de principios del siglo XX. El que llevaba las indefiniciones simbolistas de Verlaine por la calle Princesa y el barrio cercano de Conde Duque.

Una vez le escribí a la duquesa de Alba y le mandé un poema, le dije que debía prestarme el palacio unos días para escribir un libro, igual que su antepasada ayudó a Goya. Su secretaria me dijo que el poema era muy bonito, pero el palacio se visitaba los lunes.  Pero no pudo impedirme masticar esa fuente hermética cerca de su Palacio.

ANTONIO COSTA GÓMEZ        FOTO: CONSUELO DE ARCO

ESPAÑA EN SORDINA: UNA FUENTE HERMÉTICA EN LA CALLE PRINCESA

En la calle Princesa está el palacio de Liria, donde yo imaginé conciertos secretos. Y los soportales enormes con rejas y linternas colgando.  Y los cines Princesa en la Plaza de los Cubos, donde gané tanto tiempo.

Y las enormes aceras cubiertas de hojas simbolistas en otoño. Y los metros de Argüelles y Moncloa que orillé tantas veces con intimismo.

Y está esa fuente donde dos monstruos conversan. En la parte de abajo, cerca ya de la Plaza de España.

Nunca sabré qué se dicen, pero su conversación es animada. Y comparten una concha dentro de otra concha.  Y se la regalan mutuamente con pasión. Y sus ojos desorbitados muestran lo desorbitado del mundo.

Es el reino del desmelene subjetivo, como en las fuentes manieristas de Florencia. Quién diría que Madrid tiene un aspecto manierista y secreto, a pesar de todo cuanto lo han acosado.

Con razón por allí paseaba Emilio Carrere, el maldito de los poemas simbolistas de principios del siglo XX. El que llevaba las indefiniciones simbolistas de Verlaine por la calle Princesa y el barrio cercano de Conde Duque.

Una vez le escribí a la duquesa de Alba y le mandé un poema, le dije que debía prestarme el palacio unos días para escribir un libro, igual que su antepasada ayudó a Goya. Su secretaria me dijo que el poema era muy bonito, pero el palacio se visitaba los lunes.  Pero no pudo impedirme masticar esa fuente hermética cerca de su Palacio.

ANTONIO COSTA GÓMEZ        FOTO: CONSUELO DE ARCO

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