Opinión: ‘El miedo a hablar’

ANTONIO GUERRERO.

En el momento presente no todo el mundo dice lo que piensa. Y peor aún no todo el mundo piensa lo que dice. Nos encontramos entre dos grandes grupos. Los que callan por miedo a las represalias del poder, ya sea una empresa, un partido político, redes sociales, etc, y los que siguen el hilo a las grandes  corrientes de opinión sin saber realmente si lo que hacen está bien o no, solo porque tienen el deseo de estar dentro de la sociedad de las apariencias  en las que vivimos. Lo que solemos llamar postureo para no dar más rodeos. Esto es estar por encima del bien y del mal. En el primer caso, en el de los que no hablan por miedo,  tenemos un problema de censura. Si, es la palabra adecuada. Esta sin duda no es la misma que la censura eclesiástica del siglo XIX en la que el clero era juez y parte. Tampoco es la censura franquista, mas reciente, que tenía una oleada de funcionarios públicos llamados censores y que se dedicaban  a validar o no el trabajo de los demás.

No, la censura de ahora está muy diseñada. La meten en la mente de los ciudadanos como dispositivos cognitivos a los que se llega por condicionamiento. Nos han programado para tener miedo de nuestras opiniones y a cuestionar las opiniones de los que no estén en la línea de las corrientes de opinión.  Nosotros somos los censores y censurados simultáneamente. Por eso vivimos en una sociedad cada vez menos tolerante con unos índices de libertad de expresión inferiores a los de los años 80 ó 90.  Y esto es muy grave. En el segundo caso, en el de los que hablan sin pensar, nos encontramos ante personas sin valores éticos. Puede decirse el nombre: inmorales. Estos tienen una gran dosis de egoísmo, narcicismo, y hasta individualismo.

Diríase personas altamente tóxicas que utilizan sus vidas y la de los demás para quedar bien en las redes sociales. Habría un tercer grupo: los nihilistas. Estos serían las personas que se callan no por miedo sino porque ni sienten ningún tipo de afección por los otros dos grupos. En un símil político sería la tercera España. Pero son minoritarios y entre estos hay microgrupos que deambulan entre los dos anteriores. Dicho así nos movemos entre dos grandes grupos: los que no dicen lo que piensan y los no piensan lo que dicen. El escenario es poco alentador. Y su existencia ha hecho que creer en personas autenticas se haya convertido en una utopía.  Qué pena…en un sueño.

Sumario: La autenticidad es un sueño. Hay dos grupos sociales hoy día, los que no dicen lo que piensan y los que no piensan lo que dicen.

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