Memoria y no, de Rafael Soler
MEMORIA Y NO, de Rafael Soler
Huerga y Fierro, 2024 (Págs. 95)
Por Matías Escalera Cordero
Para poetizar tu vida: esto es, la memoria (o no) de tu vida, hay que creer ciegamente en la vida (la de uno mismo, al menos) y en la poesía. Y Rafael Soler cree, a pies juntillas, en ambas, en su propia vida y en la poesía (y en la escritura, sobre todo, en la escritura: una vez, me dijo muy en serio que un escritor debe escribir todos los días; y no había ningún rastro de ironía en esa afirmación, pues, cuando le confesé, con cierto candor, por mi parte, que yo solo escribo cuando creo que tengo algo que decir, volvió a repetirme: ¡No, los escritores tenemos la tarea ineludible, el deber de escribir todos los días!…)
Que sea verdad (o no) lo que se escribe, lo que escribimos, es, así, lo de menos: lo esencial es que ello sea escritural y poéticamente verdadero…
No importa si esa «ella / melocotón y risa / mi única primera», fuera realmente la ‘única’ o, ni siquiera, ‘la primera’; esto es lo de menos… Aquí, lo que importa es que, en esos versos, en este poema, sí lo fue (sí lo es, y no…). Lo único que importa es que, en esos versos, en ese poema, su existencia fue (es) plena, hermosa y rotunda.
Lo que de verdad le importa a Rafael Soler es que el lápiz, aunque, en el momento de la verdad, no queramos que escriba y le pidamos, le supliquemos, incluso, que no mienta, finalmente, no nos haga caso y escriba, y viva por nosotros lo no vivido (o sí) y lo soñado, acaso, tal vez, en el mejor de los casos.
Porque haya merecido la pena o no «ser con los tuyos / para contigo ser lo que pedían…», seguramente, no, pero es lo que había, pues la vida nos vive, creemos que la vivimos, pero es ella la que nos vive, sobre todo, si es contigo…; a riesgo de que el poema y el lápiz nos traicionen o, en realidad, que nos traicionemos nosotros por un poema más o menos, y mintamos y nos mintamos; si somos escritores, debemos escribir, cada día, nuestros días, para enfrentarnos también, como, en este emocionante poemario, al final y a la vejez (otra vejez más, la que «queda por vivir»), y al recuento de los errores, y a las voces del pasado, y a la pérdida de los amados (del ser realmente amado y su «almendra»), y a las voces queridas del pasado, también, todo perdido; y a la enfermedad, y a la decadencia, y a la nada (o no, ¿Quién sabe…?)
«… pronto seré ave amarga / pan y sarcófago en su nicho», concluye, el autor, uno de los poemas de la segunda sección del libro: LIMPIEZA SEMANAL CON UN CUCHILLO… Bien, eso es seguro, pero conociendo a Rafael Soler y, si leemos con atención las dos partes de este poemario, que es memoria e inevitablemente invención (o no), nos decimos: Sí, bien, nos espera, hechos sarcófagos, un oscuro nicho. Bien, es verdad, ¿y qué…? La vida mata, como «mata fumar», bien, sí, es verdad, nos decimos, ¿y qué, si hemos vivido…?
Arriba el corazón nuevas las copas
¿nuevas las copas digo?
¿arriba el corazón?
vivir beber
¡volvamos!
Pues, acaso, haya sido todo invención, pura poesía, el deber de escribir cada día, incluso la decadencia, el final y la nada: todo memoria, sí; y no (tal vez, todo la pura verdad, como la amada almendra).