“El sol y las otras estrellas”, de Raquel Lanseros

El juego erótico con las citas.

Por Emilia Oliva.

Raquel Lanseros, poeta gaditana de Jerez de la Frontera, ha publicado una novena de libros de poesía de los que algunos han sido traducidos al inglés, al francés y al italiano. Ella misma es traductora de la poesía de Edgar Allan Poe, Lewis Carroll o Louis Aragon. Doctora en Didáctica de la Lengua y la Literatura, ejerce como profesora en la universidad de Zaragoza y la vida literaria le sonríe, no deja de cosechar premios, reconocimientos y proyectos. Es sin duda una de las voces jóvenes más premiadas del panorama literario español y ha sido reconocida por más de 200 críticos de 100 universidades españolas y extranjeras como la poeta más relevante en lengua española de entre las nacidas después de 1970.

La clave de este éxito, además de su participación en múltiples medios literarios y de comunicación o su colaboración en diversas antologías y proyectos, se debe, como sostiene la propia autora, a su forma de escribir: una poesía clara, directa y que emocione. También a su pasión por la literatura y la lectura de poesía, que le ha llevado a ser presentadora y guionista del programa de divulgación literaria “Un país para leerlo” de RTVE.

Yo añadiría, que su éxito, en lo que a la creación poética se refiere, radica en la forma en que respiran sus poemas, en el ritmo y cadencia muy cuidados, y también por esa forma de hilar versos clásicos al decir del instante en el que habita. Sus poemas son de largo aliento muchas veces, de pensamiento y reflexión en voz alta, a veces narrativos, a trechos rimados, directos cuando interpelan al lector con un “tú” que le mete de lleno en el poema, o cuando deja el rastro de sus lecturas en sus propios versos como tela de araña para atrapar al lector culto al que no le basta con la emoción, sino que busca la trama que sustenta el libro o el poema, si hay o no pasión amorosa por lo leído.

Un ejemplo claro de esa forma de atrapar al lector exigente es el propio título del libro. El sol y las otras estrellas, que no es sólo una cita del Dante, es también un verso entrelazado en otro poema de otra época “Beatriz Orieta. Maestra nacional (1919 – 1945)”. Sin ninguna duda, ese entrelazarse de versos de otros en sus propios poemas constituye uno de los ejes de su poesía. El punto de conexión para la fantasmagoría que teje en el poema citado radica en el nombre: Beatriz. Todo lo demás es accesorio. Es por decirlo de algún modo, como un ritual de escritura en el que convoca a la mesa a todos los poetas idos (leídos) para alimentar la página del hoy, una forma de excavación de un ángulo para nutrir su poesía y nutrirse: el amor que mueve el mundo. Como buena traductora de lenguas y sentimientos, en este libro, el amor que mueve el mundo mueve, sobre todo, la escritura.

Llama la atención en el proceso de la escritura de Lanseros una forma peculiar de erotismo en el propio escribir, y que es a mi parecer el eje sobre el que giran todos los poemas del libro. No sólo actualizando lo que otros poetas dijeron del amor, ese estado de comunión con lo Uno y de complicidad de todo el universo para hacerlo posible como expresa en el poema “Por ejemplo el mundo”: el mundo es obstinadamente bueno / si no, no existiríamos/ mucho menos aún / nos dejaría querernos. También recogiendo cómo lo dijeron en sus propios poemas tal cual aparece en “Desprendimiento. Revisitación libérrima del Siglo de Oro”: No me mueve, mi amor, para beberte

La escritura en este libro de Raquel Lanseros se me representa casi como un juego erótico con las citas. Citas literarias, que pone en cursiva o no, que anteceden el poema o se insertan en el propio verso de la autora. Lanseros nos da la clave de ese erotismo en la escritura en “Lenguaje oral” No hay mayor goce para el poeta que la oralidad de la palabra ¿Escribir es amar a los que antes escribieron o a lo que escribieron? Escribimos porque otros lo hicieron como tan hermosamente relata en el poema “Dos almas tutelares”. ¿Esa pasión por la escritura es antes pasión por la lectura? Y de pasión en pasión, ¿es la palabra la que abre todos los secretos de la profunda relación que se establece entre el amante y la amada? como parece apuntarse en el precioso poema “Fascinus” que trae a lo corporal concreto el amor místico. Y qué hay de ese amante de la pág. 51, que te clava sus ojos de belleza infinita de papel. Y qué decir del gran poema “Lloraban los amantes”: Lloraban los amantes y sin aquellas lágrimas / no existiría el amor / ni tú ni yo ni el llanto / el sol no existiría / ni las otras estrellas. O la cita de Franz Kafka que cierra el libro: Todo lo que amas probablemente se perderá / pero al final, el amor volverá de otra manera. Sí, es posible, pero no estaremos aquí para vivirlo.

 

Beatriz Orieta, Maestra nacional (1919 – 1945)

Los niños corren y saltan a la comba.

Beatriz Orieta pasea junto a Dante
sorteando los pupitres
en medio del camino de la vida…

Tiene litros de frío mojándole la espalda.

Apenas pueden nada contra él
los míseros tizones del brasero oxidado.

Entran al aula los gritos infantiles,
huelen a tos y a hambre.

Algunas veces,
Beatriz Orieta casi no contiene
las ganas de llorar
y mira las caritas sucias afanándose
en recordar las tildes de las palabras llanas.

Prosigue Dante todo el día musitando
en el oído de Beatriz Orieta
…amor que mueve el sol y las estrellas.

Ella siente de veras
que otro mundo la mira
al lado de este mundo gris y parco.

Contra el lejano sol
del lejano crepúsculo
dos amantes se miran a los ojos.

Beatriz Orieta está
apoyada en su hombro.

Los álamos susurran las palabras de Dante.

Los amantes son túneles de luz
a través de la niebla.

Los besos, amapolas
de un cuadro de Van Gogh.

Pasa el invierno lento como pasa un poema.

Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo
y toman posesión del blanco cuerpo
igual que las hormigas invadiendo
esas migas de pan abandonadas.

Sesenta años después, entre las ruinas verdes
leo un descanse en paz envejecido
sobre la tumba de Beatriz Orieta.

El silencio es de mármol.

El silencio
es la respuesta de todas las preguntas.

Unos metros más lejos, hace sólo dos años
yace también el hombre
que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta,
dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel.

¿Qué más puedo decir?

Que la vida separa a los amantes
ya lo dijo Prévert.

Pero a veces la muerte
vuelve a acercar los labios
de los que un día se amaron.

 

El sol y las otras estrellas
Raquel Lanseros

(Premio Internacional de Poesía Generación del 27)
Editorial Visor, 2024

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