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‘Nunca te metas con una mujer’, de Fernando González Nohra

DANIEL GONZÁLEZ IRALA.

Como si de un elepé de esos que surcaban los tocadiscos o gramolas de antaño a treinta y tres revoluciones por minuto, que hoy apenas vemos en forma de «temas» que se seleccionan en la plataforma digital de Spotify, se tratase, González Nohra, en su nuevo libro de once relatos, trasunto del ya publicado en Perú con otro título pero con nuevas incorporaciones al repertorio, defiende con justicia aquella frase de Mick Jagger, por la que los viejos rockeros nunca mueren —Jagger por aquel momento lo decía junto a su más célebre frase de repertorio que decía algo así como que el mismo rock n’ roll no le haría llegar a los cuarenta años, y mírenlo lo lozano que se las gasta con sus ochenta—. El caso es que saco a colación este tema porque poca gente sabe la afición que como músico tuvo el hoy gran cuentista y novelista peruano, antes de introducirse en la literatura, por este género hoy caduco como tendencia, y del que hereda la base sobre la que está construida esta música, sumándole altas dosis de humor, terror y bestialidad. La idea clave o tema es el instinto sexual del hombre moderno heterosexual como algo más cercano al tánatos que al eros. Es un libro oportuno dados los tiempos que corren debido a la ausencia de empatía reinante en nuestras sociedades modernas, y también por ese tono poético que hoy equivaldría al grito que en la canción «Alone» da Nancy o Ann Wilson —según la versión— desde su grupo Heart.

En Una cura para el cura, ya el narrador nos hace presente un tema recurrente, como también igualmente en Redención y es la sensación de andar en instituciones educativas religiosas ya de antes corrompidas por miembros que pecan de una lujuria de la que culpan a través de educadores a sus superiores o a alumnos patizambos que jamás sospecharían que nada así les tocase en sus pobres vidas. Es recurrente de un mismo modo, también en piezas como El onanista ilustrado o el relato que da título al libro, cómo una suerte de azar buscado nos lleva al peor de los castigos. En estos tres relatos sobre todo está muy presente el Charles Bukowski de Mujeres, Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones o Se busca una mujer, prevaleciendo a pesar de todo un tono jocundo y gracioso.

Y de repente, los sucesivos narradores —cada una de las once historias tiene uno distinto, como es lógico, aunque la sombra de Gonzalo, protagonista de tres de las novelas de su autor, a veces permite entenderlo en una especie de ensayo para su anterior desarrollo— salen a la calle y se encuentran una gran ciudad crepuscular, aún más advenediza y que tiene que ver más con un Edgar Allan Poe enciernes, siendo la referencia más poemas como El cuervo, Berenice o Annabel Lee que narraciones más realistas; es aquí donde el autor muta a una poesía oscura que va de ese Testimonial atroz, previo paso por la más grisácea La herida, para pasar a El espejo y por último al espléndido La bruma, una nouvelle tan demoniaca y delirante como la peor de las pesadillas imaginables.

«Pesadilla o realidad, daba igual; aquello era una representación confirmada y delineada por infinidad de hijos de puta portando antorchas en alto y de seguro llevando el fusil en la otra mano», con esta frase que no redunda en aplicar ficción o edulcorante a realidades propias y ajenas vividas, explica uno de ellos las asechanzas ante las que cualquier deseo se ve paralizado por el terror de lo vicario. Y es que «a pesar de lo que muchos puedan creer, no todo hueco es trinchera en tiempo de guerra» y es esa trinchera invisible la que este nuevo libro nos trae en una de estas sus más explosivas fábulas.

Otros relatos que debemos destacar dentro del volumen son «Una vida feliz» y «La pata de la suerte» que son dos piezas donde los personajes se muestran más límpidos y menos toscos psicológicamente. A pesar de ello en el segundo referido, también existe cierta truculencia y conflicto entre la infancia y el mundo adulto, pero no sé si será porque no transcurren en ciudades que propiamente se tragan todo resto de individualidad y humanidad, o porque a pesar de todo siempre amanece, a pesar de que no sea a gusto de todos, por lo que esa rudeza la notamos como menos determinante en la protagonista.

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