«Macho grita» de Alberto San Juan, ahora en el Festival GREC de Barcelona
Horacio Otheguy Riveira.
Juglar, Bululú, Bufón de muchas cortes… diversas maneras de nombrar cómicos que suben a escena para decir las verdades que los demás no se atreven; y en esas que nos llega con San Juan aquí y ahora, un nuevo juglar fugado del siglo de oro, mientras se puede disfrutar su interpretación de Cristóbal Balenciaga en miniserie del célebre modisto.
Tras pasar el invierno en el Teatro Pavón, cada lunes, junto a una banda de excelentes músicos, Alberto San Juan se deja el alma (y algo más en noches con catarrazo incluido) cual imparable histrión que baila, mima, canta, y no para de contarnos anécdotas y situaciones de fondo desde 1492 con parada en otras épocas que van del siglo 8 al ridículo 92 en el 500 aniversario del Descubrimiento de América «en la Disneylandia de Sevilla»… Ahora en el siempre fascinante Festival GREC de Barcelona 2024.
El cuerpo del actor se rompe, se ridiculiza, se rearma, de allí que es otro Alberto este que bien aprovecha su singular vis cómica que tantas veces nos divirtió en el cine, a menudo con rictus de amargura. Es esta otra etapa. Una de mayor esfuerzo escénico porque es él mismo y un personaje roto, fugado de la historia de un siglo de oro con muchas mezquindades y crímenes de alcurnia. Y lo cierto es que, autor también, el dramaturgo ha empollado mucho para reunir datos tan profundos que desnaturalizan la educación que la derecha atesora, esa derecha que crece en un contexto donde quieren creer que «la ideología» es solo una manía asquerosa de los rojos, como si en su discurso no hubiese ideología. Claro que lo piensan, como se dice aquí: «Solo ellos tienen razón. Macho español por arriba y por abajo…».
Empieza muy alto, interpretando a los líderes del machismo, Luis Mejía y Don Juan Tenorio.
Alberto San Juan que, por edad, ya nunca podrá ser Don Juan se permite aquí el doble juego de ser uno y otro con pleno regocijo. Ni bendice ni maldice al gran seductor (tras Casanova), porque sostiene que «lleva en sus propias aventuras la soga con la que acabará ahorcándose». Pero no cabe duda de que Alberto disfruta y nos hace disfrutar ante esta prestancia con que se mueve, ágil y resuelto siempre con la excelente banda detrás, portador brillante de los versos de Zorrilla. A partir de allí desfila la España rancia, cínica, inefable y sin embargo poblada de historias apasionantes, mientras siembra el imposible deseo de ser un imperio perdurable diezmando a judíos y moriscos que llevaban siglos compartiendo mesa y mantel con los cristianos.
Un texto vigoroso, con un orden más rítmico y poético que cronológico, en el que se cita a muchos de todos los tiempos desde Boabdil de Granada a María Zambrano o León Felipe y Esther Pascua… Y en todo caso crea un espectáculo atípico donde el actor se desdobla y comparte generosamente sus múltiples preguntas cargadas de ira y suculentas dosis del buen humor del bufón, para que, relajados y sonrientes podamos comprender mejor… nuestras fatídicas empresas.
¿Soy un hombre? ¿O solo parezco un hombre? ¿Soy blanco? ¿O solo parezco blanco? ¿Soy europeo? ¿O solo parezco europeo? La victoria militar castellana en 1492 culmina la colonización del territorio hispánico y comienza en América el mismo proceso. La modernidad comienza con el desgarro de la comunidad plural que habitaba este territorio en un «nosotros», los buenos, y unos «otros», los malos, condenados todos por los siglos de los siglos. Esta pieza teatral parte del mito de Don Juan para hablar de la esquizofrénica experiencia de ser uno de los nuestros.
Macho grita es una crónica de mi propia ceguera sobre la historia de mi país. Un intento balbuceante de aproximación al proceso histórico por el cual se construye la norma que establece qué es ser español. Un intento de entender cómo se construye el sistema de poder jerárquico que nos gobierna, cómo se construye lo Macho —entendido como voluntad de dominio—, en este territorio llamado España. Una tentativa de identificar quiénes somos nosotros y quiénes los otros, y por qué la guerra entre ambas partes. La expresión, quizá, del anhelo de superar los pronombres personales y desembocar en algo que, sin dolor ni vergüenza, podamos llamar vida.
Dramaturgia y dirección: Alberto San Juan
Reparto: Alberto San Juan
Músicos: Pablo Navarro, Gabriel Marijuan, Miguel Malla, Claudio de Casas
Iluminación: Raúl Baena y Eduardo Vizuete
Vestuario y espacio escénico: Alberto San Juan
Ayudante Dirección: Carlota Gaviño
Ayyudante Producción: Lucía Rico
Producción ejecutiva: Joan Fernández
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y EQM
Fuimos a ver la obra seducidos por el actor, la calificación de comedia y las puntuaciones. El actor hace una interpretación excelente, lástima que el guión de comedia tenga poco, se parece más a una aburrida clase de historia de dos horas a la que se le añaden cuatro músicos tocando desde jazz a bulerías (técnicamente impecables) con un profesor que recita canta y baila textos como decía antes bastante aburridos en especial si esperas ver una comedia