Antonio Díaz Mola: “El amor nos perfecciona”
Antonio Díaz Mola (Málaga, 1994) es graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga. Actualmente es Becario de Investigación del Plan Propio de la Facultad de Filosofía y Letras de dicha Universidad en el Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Respecto a su producción literaria, hasta la fecha ha publicado dos libros de poesía: en 2020, Apostasía (Pre-Textos), galardonado con el XII Premio de Poesía Radio Nacional de España y en 2024, El aire dividido (Rialp, Colección Adonáis), galardonado con un Accésit del Premio de Poesía Adonáis en su 77ª edición.
También consiguió en 2019 el Premio de Poesía Ateneo de Málaga por su obra El palacio de Laura, y, en 2022 y el Premio Internacional Libros sobre Ruedas por el poema “Dominio de la luz”. Ha impartido diversos talleres de escritura creativa (género poesía) y ha participado en Festivales Internacionales de Literatura como Marpoética, FIP de Granada y Casa Bukowski Internacional. Forma parte de diversas antologías generacionales y poemas inéditos suyos han aparecido en revistas de prestigio como Litoral, Estación, Zenda o Piedra del Molino. Hoy pasa por nuestra sección para darnos su Primera Impresión sobre El aire dividido.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Antonio Díaz Mola: Nunca hay una respuesta muy clara. Supongo que la poesía tiene algo de azaroso, y lo que en un primer momento era un libro de tono más contemplativo, se fue transformando en un libro de pulsión amorosa. El porqué ahora no lo he marcado yo, eso tiene que ver más con la suerte y, nuevamente, con el azar o la sensación de que tiene que ser así y punto.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Como te decía antes la idea cambió sobre la marcha. El libro ha sido reescrito durante 3 años con distintos enfoques hasta encontrar el más honesto para mí, que es el del amor y la frescura de expresarlo sin máscaras. Entonces la idea son muchas ideas, pero concretada en un mismo cauce, digamos, nuclear: mi biografía, mi noviazgo y mis lecturas. Me gusta pensar que todo eso, al haberlo metido en una cajita o frasco y removerlo y vuelto a remover y luego dejarlo quieto, es lo que lleva el aroma de El aire dividido.
Un buen lector no necesita guía.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
¡Ninguna! [risas]. Las pistas le sientan mejor a una novela policiaca. Yo confío, como alguna vez dijo alguien, en que los lectores tengan su propio criterio y metabolicen a su manera lo que en un libro va sucediendo. En éste suceden cosas como pasear por una calle con naranjas en el suelo, follar a oscuras mientras gira la música en la casa o, simplemente, mirar por el balcón cuánto dura el azul de una tarde amable. Ya me dirás qué pistas puedo dar [risas]. La poesía, creo, no casa bien con la pedagogía ni con el gurú didáctico. Un buen lector no necesita guía.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Sobre todo, el efecto universal de haber experimentado la potencia del amor, pues el libro va de eso. Pero también, por supuesto, la realidad modesta y, si se quiere, ramplona. Quiero decir: ¿quién no se ha aburrido en una conferencia del típico catedrático que obliga a los alumnos a figurar de público? Este efecto es también universal. Y en un poema salgo con mi novia a por un donut y un café, como cualquier lector sensato también hubiera hecho. Algo así como una identificación colectiva. No lo sé. En cualquier caso, espero que haya un eco positivo, y que el efecto sea ese. Con que haya un mínimo asombro, me basta.
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro?
No sé qué importancia, pero lo cierto es que la disposición de este libro no es casualidad. De hecho, fue la persona a la que está dedicado (Patricia Díaz Arcos, aka Minichoclo), la que me ayudó a configurar las secciones dos días antes de presentarme al Premio Adonáis. Todo era hasta entonces un caos que ella orquestó de forma armónica. Lo recuerdo con cariño porque fue una tarde de merienda en la terraza del Corte Inglés de Málaga donde yo tenía pocas expectativas y ella muchas, y así se decidió: una primera sección de poemas frescos y de pulsión juvenil para cantar el amor, una segunda sección con dos sextinas que contienen veladamente lo erótico, y ya una tercera sección más explícita donde el amor circula por sus noches. Y cuando el libro quedó cerrado, ya habíamos pagado la cuenta de los cafés y los churros y yo ya tenía un poco el contagio de su optimismo. Lo demás sigue siendo poesía.
No escribo sabiendo el libro que saldrá.
¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Intuitivo en el largo proceso de mi escritura, cuyo motor era el mismo en cada caso: el amor, la reflexión de pareja, el observar el mundo en ese estado anímico, etcétera. Pero a la hora de dar un orden final, una estructura homogénea de libro, fue Patri la que me ayudó. Eso sí: no escribo sabiendo el libro que saldrá, eso se produce después de 40 poemas o más donde se va viendo que hay enlaces comunes entre unos y otros.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Antonio Díaz Mola de tu obra anterior?
Yo creo que en ambos libros se mantiene igual la esencia del lenguaje, me refiero a la sintaxis, al ritmo, a una voz que he tratado de depurar desde que empecé a escribir con 24 años y que ahora ya diría que está asentada. En este punto, tanto Apostasía como El aire dividido comparten una cadencia similar y un eco dispuesto al asombro poético. Pero si en Apostasía hay un talante desafiante y más soberbio para cuestionar la idea absoluta de Dios, en El aire dividido el temperamento que lo impregna es más honesto —o incluso, hasta humilde—, de forma que con el Antonio Díaz Mola de El aire dividido es más fácil llevarse bien [risas]. O sea, que podríamos aventurar que el amor nos perfecciona.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘El aire dividido’, ¿cuáles serían?
Cuesta elegir, porque en todos hay un fragmento de vida que me resulta valioso. Así que los tres poemas que te propongo salvar los he elegido aleatoriamente, menos la sextina. Son estos: “Regalo de un instante”, “El homenaje” y la sextina titulada “La lámpara encendida en esta noche”.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
Cada libro de poemas nuevo es de algún modo un punto de inflexión, en tanto que creación propia elaborada en distintas fases de la vida de uno. Y, sin duda, el hito de entrar en una lista de premiados como la de Adonáis siempre quedará ahí, y con toda humildad digo que me siento un verdadero privilegiado. Mi amigo Manuel Francisco Reina, poeta de verdad, me animó siempre a intentar estas carambolas de los certámenes, y de alguna forma su apoyo me ha brindado confianza para hacerlo.
Y, bueno, ahora a seguir escribiendo, pues como dijo Bolaño: “ni modo”, no hay otra, es nuestro sino, y no hay que darle más vueltas [risas]. Ahora mismo estoy escribiendo un poema largo, lo cual constituye además el tema de mi tesis doctoral, y me parece un reto sumamente estimulante al que quiero someterme, ya veremos cómo sale el experimento. Grandes poetas como Sánchez Robayna, Antonio Colinas, Vicente Luis Mora, pero sobre todo, como Álvaro García, gran amigo mío, por cierto, han escrito poemas extensos donde la propia vida parece que fluye en la cadencia de un canto tan abierto a la experiencia humana universal. Y me seduce mucho la idea de transitar esta senda de cantos hipnóticos. Insisto, veremos cómo me sale, porque es muy difícil mantener el nivel desde el verso 1 al verso 500 sin bajar la guardia.
Con Apostasía obtuviste el Premio de Poesía Joven RNE. El aire dividido fue accésit del prestigioso premio Adonáis. ¿Te has propuesto ir a premio por libro [risas]?
No, no [risas]. No hay fórmula mágica. Yo trato de escribir siempre siendo justo y honesto conmigo mismo. El premio es anecdótico, porque lo normal es no ganar ninguno. Si miras el acta del fallo de cualquier premio, siempre hay competencia y se presentan muchísimas obras, entonces uno se siente muy afortunado de lograr que un premio reconozca tu trabajo entre tanto nivel. Que, además, asegura la publicación del libro, que es lo más importante a fin de cuentas. Pero no, no me he propuesto esa locura o hazaña [risas]. Eso sí: puestos a pedir un premio, que el Málaga vuelva a primera [risas].
Ante todo me rijo por el respeto máximo a la poesía.
Hablando ya en serio, ¿qué han supuesto estos reconocimientos para tu devenir literario?
Te dan cierta repercusión. Tanto publicar en Pre-Textos como en la Colección Adonáis te aseguran un escaparate amplio y unos lectores que acuden por confianza a esas editoriales. Yo solo puedo estar agradecido y tratar de ofrecer lo mejor de mí, porque ante todo me rijo por el respeto máximo a la poesía.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
De Álvaro García, que ha publicado recientemente Cuando hable el gato en Pre-Textos, y creo que tiene muchísimo que decirnos sobre este nuevo libro, así que te animo y le animo a que converséis. Ah, es un libro que Conde ha musicado, así que estamos ante esa rara avis de libro-disco, doble de queso para la hamburguesa. Gracias por la entrevista, Javier.
Tres poemas de El aire dividido
REGALO DE UN INSTANTE
ME prestas tu reloj
a cambio de palabras
para que algo ocurra
en la constelación de las esferas.
Con él en mi pulsera,
asumo la ley puntual
del acuerdo que a ambos nos incumbe:
ser parte de otras partes,
ocupar en la espera
una presencia.
Ahora, tú,
desprendida de él,
ausente de artefactos
vives la autonomía de la pausa.
Feliz, libre, total,
pasas tu tiempo al mío.
Yo acepto que se quede
conmigo y en mi pulso
lo mismo que el silencio
en las ventanas.
EL HOMENAJE
EL homenaje
que el cuerpo brinda al arte
es desnudarse y entregar
un primer día a los siguientes
y repetir el ciclo
de amor a la aventura sin pensarlo.
Nos hace humanos
perder algunos gramos del espíritu
en los poros de una axila.
En plena madrugada
sin temor,
escucho cómo dices que me sueñas,
y se activa un área de placer
en el cerebro.
A veces
es la voz lo que seduce:
palabras por segundo
del tiempo que invertimos en amar.
SEXTINA
LA lámpara encendida en esta noche
de vino y de silencio y lentas horas
nos salva de la muerte. No hagas nada
salvo juntar tu sombra con mi cuerpo,
y que empiece una peli en las paredes
de rápido ajetreo sin distancia.
Para salvar mejor una distancia
hay que llegar puntuales a la noche.
Y que sean testigos las paredes
de cuánto amor circula por las horas
en el reloj latido de este cuerpo.
Creer, creo en nosotros, y en más nada.
Me gusta que sudemos sin que nada
pueda evitarlo. Nunca la distancia
pudo romper el pulso en ningún cuerpo
que vive en otro cuerpo por la noche
con la ilusión final de que las horas
proyecten el amor en las paredes.
Dos sombras fusionadas. Las paredes
–pantallas del ingenio– ofrecen nada
(o todo) según quieran estas horas
de luz y sexo y voces sin distancia.
Cambiamos de postura en tanta noche
que noto a más personas en mi cuerpo.
Parece casi magia: un solo cuerpo
ágil se multiplica en las paredes
en esta habitación donde la noche
se esfuerza en asombrarnos. Pero nada
sorprende más que el tiempo en la distancia
abolida, por fin, contra las horas.
En el cronometraje de las horas
que pasamos actuando en otro cuerpo
diría que no existe la distancia.
El arte de vanguardia en las paredes
se debe a lo invisible y a la nada
del vicio en holograma cada noche.
Cuando la noche late en tales horas,
la nada se hace sombra desde un cuerpo
que acorta su distancia en las paredes.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.
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