‘Mil ojos esconde la noche’, de Juan Manuel de Prada
SERGIO VARGAS.
Prada resucita a Navales protagonista de una de sus mejores obras “La tempestad”, lo manda a los infiernos para que se abra en canal y nos cuente lo que le ronda por la cabeza. Para ello, el autor desempolva su técnica implacable para dejar al lector temblando por no decir “acojonado”. Utiliza una cantidad de personajes miserables, mezquinos, violentos y rencorosos hasta la muerte.
Se titula “Mil ojos esconde la noche”( Espasa) y sintetizando sus páginas es un retrato grotesco, dirigido por un hombre amargado que quiere al lector afectado de un ataque de pánico. En mi opinión, “Mil ojos esconde la noche” se sustenta gracias a su compleja arquitectura creando un circo violento que para mí ha sido de lo mejor que he leído en tiempos. El texto es incómodo porque rebosa sinceridad por los cuatro costados, característica que le faltaba a la novela realista española como por ejemplo La familia de Pascual Duarte.
Narrada por un personaje de ficción Fernando Navales, que comparte páginas con habitantes rigurosamente históricos y reales. La novela se sitúa en el París azotado por el miedo ante la llegada de los nazis, la democracia postulada por Rosseau y Monstesquieu se iba a tomar viento.
De Prada describe minuciosamente ese Paris ocupado lleno de contradicciones y donde el peligro acecha en cualquier esquina. Un Paris donde para poder subsistir tenias que ser un estafador y dedicarte al mercadeo de obras de arte. De ahí que la vida de los refugiados españoles era penosa, una manera de vivir forzada y dramática.
La colonia de españoles era pintoresca, por un lado los que llevaban viviendo largo tiempo allí como era el caso de Picasso y los exiliados que se habían marchado de España con el estallido de la Guerra Civil como el médico Gregorio Marañon.
Junto a ellos se encontraban los periodistas del bando franquista como Cesar González -Ruano. Todos ellos son personajes reales e incluso las situaciones donde se ven envueltos parten de la realidad, por ejemplo cuando un madero Pedro Urraca va manipulando a Nogales o las tramas con el embajador Jose Felix Lequerica e incluso Ersnt Jünger visitando el taller de pintura de Picasso.
Al nombrado Cesar González-Ruano, el protagonista lo llama “Ruanito” y de él dice: “las crónicas para ABC se las escribía la policía mussoliniana, que él solo espolvoreaba con metáforas de relumbrón y que luego en Berlín era generosamente recompensado por Goebbels”. Con Picasso tampoco se corta Nogales contando que es: “un maltratador, que vejaba física y psicológicamente a sus amantes, y se divertía humillándolas” y seguía con el director de cine Buñuel, amante de dar palizas a homosexuales.
A Navales, le divertía atraer al bando falangista a los republicanos más moderados, como cuando consiguió que Gregorio Marañon una persona liberal dejara de lado sus principios para postularse a favor del fascismo y aclamar los movimientos de Franco.
Navales quiere corromper a todos y por las 800 páginas de este primer volumen pasarán nombres como el escultor Mateo Hernández, la poeta Ana María Sagi; la diseñadora y bailarina Ana de Pombo, con la que Navales inventa una tórrida secuencia sexual; el crítico catalán Sebastián Gasch, el pintor tenebrista Daniel Sabater; Grau Sala, el escultor Apeles Fenosa, el pintor Pedro Creixams, Antonio Clave, Carlos Fontseré y más.
A las únicas personas que perdonará la vida son Ana María Sagi por la cual se derretía al escuchar sus poemas y María Casares que en esos momentos era una joven promesa en el mundo de la interpretación. De Prada, regresa como un kamikaze con un trabajo intensamente valioso, que fascina y asombra y donde se asienta en cada pagina el enorme esfuerzo literario ante una obra gigante.