‘La peste’, cuando descubrimos que Dios es lo absurdo

FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.

Vemos en esta novela un absurdo desvelador, el mismo absurdo que anticipó kafka en el Proceso. Y es que el sinsentido de la existencia del hombre ante los fatales acontecimientos que se le pueden ofrecer a lo largo de su vida, casa bastante bien con esa triste realidad con la que pretendemos enfocar nuestra relaciones sociales.

Lo verdaderamente absurdo en los hombres no es el mundo  que le rodea, sino  nuestra recurrencia a algo sobrenatural con lo que hacer frente a  las inseguridades acuciantes. Ese dios con el que pretendemos dar sentido a nuestra existencia, o externalizar los problemas, en verdad que sólo consigue el efecto contrario.

Es esta la obra ideal para leer en cualquier momento, pero sobre todo, y a raíz de la reciente epidemia que hemos padecido con el COVID, que esta lectura hoy se presenta como más desveladora. Las ratas que aparecen en Oran, sitio donde se ambienta la novela, y que son el preludio de una epidemia desastrosa, nos recuerda a ese virus tan letal procedente de Asia. Este, al igual que la propia peste, no solo nos sitúa en un plano de debilidad, también nos vuelve hacia nosotros mismos en busca de la salvación.

La solidaridad del médico, junto al resto de personajes, nos aparta de ese nihilismo encubierto de divinidad al que de siempre hemos recurrido cuando perdemos la confianza en nosotros mismos, que es como decir en la humanidad.  El cuidado es pues tarea de cada individuo consigo mismo y para los demás.

Al principio cuesta sobreponerse ante esa naturaleza desgarradora, pues la naturaleza no es indiferente como se nos ha hecho creer, así es la recurrencia de la propia quien interfiere en todo lo que la forma. Poco a poco, y a medida que avanza la tragedia que los ciudadanos descubren sus propias fuerzas y apartan toda fe que no sea en ellos mismos. Lo ilimitado se ha ido diluyendo ante sus ojos, ahora no queda más que actuar con responsabilidad ante un único y cierto límite.

Los finales son siempre iguales en estos casos, pues como hemos visto tras el paso de nuestra epidemia, que el ser humano deja de aplaudir la solidaridad de los demás, e igual se olvidad de sus propias posibilidades de salvación, volviendo  por desgracia a lo anterior.

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