PROFUNDA INTENCIÓN de Bernardo Santos, por Matías Escalera

PROFUNDA INTENCIÓN de Bernardo Santos

Hojas de Parra, 2023 (91 páginas)

Por Matías Escalera Cordero. Escritor

Alejados ya de la esclavitud literal

somos libres

para buscar el significado profundo

Bernardo Santos

[los tres últimos versos del poemario]

 

¿Y si el amor hubiera sido el único milagro, el auténtico milagro del carpintero de Galilea? ¿Y si no hubiera necesitado ser Dios para hacerlo posible? ¿Y si ese poder milagroso estuviera en nuestra mano…? ¿Y si ese hubiera sido el único mensaje, la única ‘buena noticia’ que ese carpintero ofreció y todo lo demás no hubiera sido nada más que un malentendido, un montaje de los que quisieron vivir de su memoria, convirtiéndolo en lo que no era…?

Y la única pregunta realmente pertinente para que esta breve reseña tenga sentido en una revista literaria como esta: ¿Se puede hacer poesía con todos esos considerandos?

Sí, se puede; de hecho, se ha intentado muchas veces: rescatar mediante la poesía lo que fue secuestrado y escondido bajo las siete llaves de los sacerdotes y sus iglesias… San Francisco de Asís y los Fratelli, Erasmo, a su modo, Tolstoi, Galdós y Pasolini, al suyo… Y, en la poesía española actual, los dos protagonistas de este poemario, titulado Profunda intención, su autor, Bernardo Santos, y el ‘epiloguista’ del mismo, Enrique Falcón, al que, más de una vez, quien firma esta reseña ha calificado como el Isaías contemporáneo de la poesía española.

Probablemente, el esfuerzo por salvar al carpintero de Galilea y su buena noticia de amor sea inútil; acaso, un gesto tan inútil y bizarro, como el de los guionistas de la industria hollywoodiense en esas pelis que se empeñan en dotar de profundidad existencial y psicológica a Superman, a Batman, al Jóker o a La Masa, que solo funciona para los ya convencidos de antemano, para los amantes incondicionales de los cómics que no han salido de la ilusión de su infancia.

Seguramente, como digo, ese esfuerzo de reciclar a nuestros superhéroes de la infancia durante nuestra edad adulta resulte un esfuerzo, además de inútilmente patético, imposible, ya que los superhéroes no tienen edad adulta, son seres planos desde el principio mismo del cuento que necesitan al niño que llevamos dentro, o no funcionan.

Sin embargo, contra toda lógica adulta, para estos compañeros –que lo creen posible, contra toda evidencia también–, merece la pena intentarlo (al menos, desearlo). Y, si es de un modo tan profundo, sincero y emocionante, tan cabalmente poético, como es el caso de este Profunda intención de Bernardo Santos, incluso los que no creemos, los que lo consideramos esfuerzo baldío, debemos saludar su brío y considerarlo, y disfrutarlo, como un hermoso regalo de esperanza y de la última afirmación de nuestra humanidad, y, por qué no, de la ilusión que albergamos, una vez, en nuestra lejana infancia; o de la ilusión que ese carpintero de Galilea –no importa si existió o no– también albergó.

La curación del sordo tartamudo [final del poema]

… Te mete el dedo para abrir un puente,

que los que tengan oídos para oír, que oigan,

y te lubrica la boca con su propia saliva

porque la saliva es símbolo de vitalidad

y es un fluido creado para el beso

y para desinfectar las heridas de los niños.

 

Y ahí está el milagro,

abres, recibes,

te incorporas al coro de la humanidad,

al canto de los siglos,

y al oír comprendes,

y al comprender…

Hablas

Porque tienes ya tanto que decir.

 

Bernardo Santos y Enrique Falcón, inmensos compañeros y hermanos –tan enormes como poetas–, creen en la buena noticia del carpintero y en la milagrosa fuerza del amor y de la posibilidad de su resurrección en este mundo nuestro, tan necesitado, por otra parte, de un loco amor compasivo como el suyo, y eso me basta. Pero es que, además, aun por infructuoso que sea al final, ese intento viene expresado en una poesía de alto voltaje que lo justifica. Sucede como con el ‘Jóker’ de Joaquin Phoenix y Lady Gaga, que nos da igual la inutilidad de su intento, simplemente, nos sumergimos en su ilusión.

Matías Escalera Cordero

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