«Flores Rotas»: Sin solución y con osadía.
Por Paco Martínez-Abarca.
Se podría decir que Jim Jarmusch pertenece al heterogéneo grupo de cineastas minimalistas. Se caracterizan por hacer uso de unos escasos medios para contar sus historias. Además son capaces de hacerlo de manera tan eficaz como personal. Reducir los elementos que se muestran en pantalla es una manera de elevar aquellos que prevalecen. No hay que recargar las películas de información para contar algo mejor.
En sus películas, Jim Jarmusch es capaz de tergiversar códigos y expectativas pese a existir un planteamiento aparentemente convencional, de nadar a contracorriente del ritmo y de explorar momentos más transitorios que narrativos. Por poner un ejemplo, Bajo el peso de la ley (1986) se sustenta en gran medida por lo que sucede tras las cuatro paredes de una celda entre tres reclusos: Zack (Tom Waits), Jack (John Lurie) y Roberto (Roberto Benigni). Un brevísimo apunte: apenas sucede nada. Durante media hora de película solo vemos a los tres protagonistas intentando matar el tiempo en prisión, sin existir ningún avance aparente. De hecho, todo intento de conversación es rápidamente liquidado por el poco interés que tienen en llevarse bien. Este es uno de los hilos conductores en todas sus películas: nada lleva a ninguna parte. Cuando el personaje de Roberto Benigni tiene un plan de huida, se evita toda acción y explicación. En un plano están aún en la prisión, y en el siguiente ya se encuentran fuera. Cualquier película de prisiones insistiría minuciosamente en el plan de escape. Jarmusch prefiere explorar otras cosas. Su predisposición a dinamitar códigos podríamos decir que tiene el punto de partida con Bajo el peso de la ley, pero ni mucho menos se va a quedar ahí. Años después también haría lo propio en películas de género como son Dead Man o Los muertos no mueren.
El planteamiento de Flores Rotas (2005) es en sí muy sencillo: Don Johnston, un mujeriego ya entrado en años (Bill Murray), recibe una carta anónima de color rosa en la que se entera de que tiene un hijo de 18 años. Su amigo Winston (Jeffrey Wright) le incita a buscar a todas las amantes que hayan podido ser la madre: Laura (Sharon Stone), Dora (Frances Conroy), Carmen (Jessica Lange) o Penny (Tilda Swinton). Siendo esta una de las películas más comerciales del director, parece que nada podría ser más normativo. Sin embargo, el misterio de quién es la madre nunca se resuelve. Es una película plagada de pistas. Un gesto tan esencial en el cine, como es centrar la atención en detalles que puedan aportar información, es aquí usado en contra de la intuición y de lo esperado, y por tanto contra cualquier tipo de progreso narrativo. Tras toda la infructuosa sucesión de falsas pistas de color rosa, máquinas de escribir que no existen, e intentos desesperados de descubrir algo en los ojos de todas sus exnovias, lo que en realidad queda es un enorme vacío de información. El mismo vacío que tiene el personaje de Bill Murray, habiendo sido un Don Juan décadas atrás. No puede volver al pasado y reparar todo lo que hizo. Quizás todo se pueda resumir en esa sencilla reflexión que llega en los instantes finales, cuando Don comenta: “El pasado se ha ido, el futuro ya llegará. Lo único que tenemos es esto, el ahora”.
En una de sus interpretaciones más carismáticas, Bill Murray encarna a un Don Juan venido a menos, con el nulo interés de salir de viaje. Precisamente, el impulso detectivesco de la película no está en el personaje de Bill Murray, sino en el de Jeffrey Wright. Tiene que ser un compañero del protagonista el que le haga finalmente levantarse del sofá. La voluntad está cogida con pinzas. A lo largo del viaje, existe esa faceta tan propia de Jarmusch de recrearse en los trayectos (ya sea en coche, en tren o en avión). La música invade el interior del coche de Don, en lo que son unas secuencias llenas de emoción, buscando reflexiones a través de los momentos transitorios y encontrando su personaje los únicos instantes de sosiego. Dos películas como Extraños en el paraíso, o Mistery Train, narran historias que transcurren en su totalidad en los lugares de paso.
La mediocridad está en muchos de los personajes de Jim Jarmusch. Podríamos decir que tiene un compromiso con el cansancio, con la incapacidad de prosperar y con los fracasos. Este viaje detectivesco no es más que una excusa para hablar de un hombre que no destaca, atormentado por los actos de su pasado y que ahora tiene la oportunidad de intentar obtener algo que le permita perdonarse a sí mismo. Cuando en la última secuencia de la película encuentra a quien podría ser su hijo, creemos que por fin se conocerá la verdad. Sin embargo, y por última vez, nada lleva a ningún sitio. El personaje de Don se vuelve totalmente patético. Tal y como muestra el plano final, volvemos a la casilla de salida después de dar una vuelta de 360º. Ese último chico que ve a lo lejos subido a un coche no es más que la mirada de Jarmusch, quien ahora sí, se burla abiertamente de su protagonista.
Gracias por el artículo. Me parece muy interesante y hoy mismo, intentaré verla. Jessica Lange es una de mis actrices favoritas, algo infravalorada por la industria del cine. Me ha enamorado esta frase: «tiene un compromiso con el cansancio, con la incapacidad de prosperar y con los fracasos.»
Un saludo!
Es uno de mis directores favoritos, ha sido un placer recrearme en dichas reflexiones.
Una interesante perspectiva de la película.
He visto la película y me encanto, también tus reflexiones sobre ella.
Buena crítica