Alejandro Bellido: «Traté de probar hasta dónde podía llegar la poesía sin dejar de ser poesía»
Alejandro Bellido (San Juan del Puerto, Huelva, 1993) es Graduado en Filología Hispánica y Estudios Ingleses. Ha publicado los poemarios Música para tigres (XXIX Premio Rafael de Cózar, Espuela de plata, 2024), La oculta esperanza (Sonámbulos, 2021) y La muerte en Cyterea (En Huida, 2018). Ha participado en antologías de poesía joven como Piel fina (Maremágnum, 2019) o Luz nueva del suroeste (En Huida, 2015), y él mismo, además, ha realizado recuentos de la literatura de su provincia como Antología de poesía joven onubense (Niebla, 2015). Sus poemas pueden encontrarse en medios como Zenda, Anáfora, Casapaís o Maremágnum. Actualmente, codirige la revista literaria Centauros, es columnista en lavozdelsur.es y copresenta el podcast de poesía “Que tenemos que hablar de muchas cosas”. Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués. Le hemos pedido que nos dé su Primera Impresión sobre Música para tigres, su último poemario publicado.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Alejandro Bellido: Surgió así, supongo. Fui escribiendo poemas en torno a una serie de ideas que me obsesionaban y formé este libro, Música para tigres.
Tenía la sensación de que se esperaba mucho de mí.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Nace, en primer lugar, de una crisis creativa que sobrevino tras la publicación de mi anterior poemario, La oculta esperanza. Me sentí algo presionado porque fue un libro muy bien recibido por poetas a los que admiro como Miguel d’Ors, Diego Vaya, Jesús Beades, etc. Fue un libro que me situó dentro de la poesía joven, ya fuera con mayor o menor fortuna. Y claro, yo tenía la sensación de que se esperaba mucho de mí. Arturo Tendero, por ejemplo, decía en una reseña que había que seguirme la pista o algo así y claro…, yo decía: «No sé si estaré a la altura… Igual esto es lo máximo que puedo dar y no hay ningún avance». Para colmo, los poemas que me salían no eran nada del otro mundo, y casi más fruto del oficio que de la necesidad. Entonces, a partir de ahí, desde esa frustración, desde ese sentimiento de fracaso, comencé a escribir poemas que luego formarían parte de la primera sección de Música para tigres, titulada “La lluvia”. Eran poemas relacionados no sólo con el fracaso en la poesía, sino con el fracaso en otros ámbitos de la vida. Así nació este libro, que poco a poco fue abriéndose hacia otro tipo de poemas, más luminosos, más hímnicos, los de la segunda parte, “Estrellas tras la lluvia”.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Que lean, que se apropien del libro y vuelquen en él todos sus prejuicios, todas sus lecturas, sus vivencias. Que subrayen, que marquen, que se emocionen, que busquen referencias por Google y que mi libro les lleve a otros libros… En fin, si podemos considerar estas claves para los lectores…, no añadiría nada más. No hace falta ninguna brújula para leer Música para tigres.
Es un libro para cualquier tipo de lector.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Que disfruten y que hagan suyos los poemas. Que acaben formando parte de sus vidas. Esto último sería lo ideal. Y también me gustaría que acabase llegando a gente que no suela leer poesía. Creo que es un libro para cualquier tipo de lector: tanto para aquellos que han leído muchísima poesía como para aquellos que abominan del género. Como decía Luis Alberto de Cuenca de su propia poesía, en Música para tigres cabe todo el mundo.
Yo no me pongo a escribir un libro.
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Fue deliberado. Yo no me pongo a escribir un libro. No me sale. Diría que me gustaría poder hacerlo, pero no, la verdad, [risas]. Estoy contento con esta forma de trabajar mis libros. En mi caso, los poemas van surgiendo durante un periodo determinado, e inevitablemente tienen una unidad estética, temática, etc. A veces, surgen algunos poemas que no encajan, por lo que no entran en el libro; pero la mayoría, si logran convencerme, si creo que más allá de un desahogo o algo que me ha servido sólo a mí hay algo bien hecho, digno, de provecho para el lector –publicable, vamos–, entonces lo incluyo en el libro. En este caso, yo tenía un puñado de poemas sobre el fracaso y otros más centrados en la familia, en los pequeños milagros cotidianos… Y decidí que este libro tenía necesariamente dos partes. En un principio la estructura era otra: pensé hacer tres partes. Las dos que ahora están y una central titulada “A la sombra de las muchachas”. Finalmente, decidí quitar poemas de esa parte, porque no aportaban nada al libro y se me quedaba tan escasa, con tan pocos poemas, que decidí eliminarla e incluir los que permanecieron en las otras dos secciones.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Alejandro Bellido de tus anteriores obras?
Diría que en este libro continúa lo que hice en La oculta esperanza. Estilísticamente es muy afín, si bien es cierto que aquí he depurado cuestiones como la ironía o el lenguaje más vulgar, digamos. En aquel libro traté de probar hasta dónde podía llegar la poesía sin dejar de ser poesía. Creo que en algunos momentos fallé y me caí. Aparte, la conexión de este libro con La oculta esperanza, e incluso con La muerte en Cyterea, es la relación permanente con otros libros e incluso con otras formas artísticas. Diría que este libro tiene bastante miga en lo que a intertextualidad se refiere. No fue buscado, por supuesto.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte sólo con tres poemas de ‘Música para tigres’, ¿cuáles serían?
Difícil, pero diría “A una roller girl”, “Tu cabello” y “We never learn”.
Me gustaría seguir probando cosas nuevas dentro de la poesía figurativa.
Música para tigres se alzó con el XXIX Certamen de Letras Hispánicas Rafael de Cózar. ¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
José Luis Piquero mencionó en la primera presentación del libro que lo consideraba mi primer libro de madurez poética. Creo que tiene algo de razón, pese a que La oculta esperanza es el que considero mi primer libro porque logro dar con la tecla de la línea que quiero seguir: una poesía clara, figurativa, no cerrada para unos pocos “elegidos”. En Música para tigres consigo refinar todos aquellos elementos que ya estaban presentes en el anterior libro, logrando, además, acercarme mucho más a una voz propia.
Y respecto a la otra pregunta… ¿Que qué viene a partir de ahora? Pues no sé, [risas]. Lo único que puedo decirte es que me gustaría seguir probando cosas nuevas dentro de la poesía figurativa o de línea clara, como la llamó García Martín. Una poesía comunicativa. Quiero seguir explorando nuevas vías dentro de esa línea y despegarme aún más de mis maestros. Ahora mismo veo tres posibles líneas, por lo poco que he escrito después de la publicación del libro. Una que continuaría la del poema “Indigno de ser humano”, de la primera parte de Música para tigres; una poesía muy desnuda, dura, cruel con uno mismo (algo masoquista, incluso). Otra vía que me interesaría explorar es la que marcan algunos poemas de la segunda parte del poemario: la poesía más hímnica, más celebrativa. Y, por último, hay una tercera vía que me interesa mucho, muy anglosajona, y que practican poetas como Billy Collins o Szymborska. Una poesía que, mirada desde la tradición española, sonaría excesivamente coloquial, lejana incluso de lo que entendemos por un poema. En fin, esto, ya digo, me interesa; pero al final… seguiré el camino que me pida el cuerpo. El que necesite.
(La poesía) A veces puede producir dolor.
¿La poesía es oasis?
No tiene por qué serlo, desde luego. A veces puede producir dolor; un dolor, eso sí, parcialmente sanador, a diferencia del que te produce la vida. El día a día y los pedazos de belleza que nos ofrece, sí que son un oasis, y ese oasis puede ensanchar sus márgenes cuando nos sentamos a escribir un poema para celebrar esas maravillas que la vida nos ofrece en su cotidianidad.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Tienes que llamar a Lorenzo Roal y a Félix Moyano, que tienen libros recién salidos del horno.
***
Tres poemas de Música para tigres
A UNA ROLLER GIRL
A Elena y su temeraria patrulla de roller girls.
Desde un banco te veo, roller girl,
ahí con tus amigas,
cerca de una escalera ーcomo un acantiladoー
que piensas descender.
No temes al peligro; estás riendo,
hablando de muchachos, de la noche de ayer
o no sé de qué cosas
sin dejar de moverte con tus rollers;
entonces retrocedes, te preparas
para bajar, y coges
algo de carrerilla, aceleras
y por el precipicio escalonado que
desemboca en la plaza desde la que te observo,
comienzas la bajada, asumes
todo riesgo portando una sonrisa:
eres joven.
Con los brazos en cruz y con los ojos
cerrados vas bajando, confiada,
y, sin que me dé cuenta, de repente,
ya has llegado a la plaza y enarbolas
de nuevo esa sonrisa gigantesca,
símbolo de una nueva victoria frente al mundo;
luego comienzas —los turistas
te miran sonrientes, contagiados—
a dar sobre tu propio eje vueltas
a modo de celebración
mientras tu pelo
—rizada selva roja desatada—
azota al viento con sus insolentes ascuas,
como si desafiaran la gravedad, la muerte
y las modulaciones de los astros
y todas esas leyes de la Naturaleza
que no te importan y que, para colmo,
desprecias.
Y, por eso, roller girl,
quiero anotar tu juventud aquí,
la maravilla de tu juventud girando,
y que siempre celebre en estos versos
cuando en las plazas dejes de girar como ahora
la belleza insolente de quien cree
que puede derrotar por fin al mundo.
TU CABELLO
Pienso en tu pelo rubio en esta tarde
y se me vienen cosas, asociaciones raras
que rápido me asaltan, e imagino
aquello que tuvieron que contemplar, absortos,
cuando avistaron tierra en pleno mediodía
los marineros españoles desde
esas tres carabelas: un incendio
de luz exuberante como hebras
doradas del cabello de la madre Gaia.
Y, entonces, me doy cuenta y una especie
de escalofrío extraño me recorre
al verme a mí en el rostro de esos aventureros
famélicos, sedientos, fatigados,
pensando que su mal por fin se acaba
y que ahí está la puerta para alcanzar sus sueños,
sin sospechar siquiera
que en esa selva luminosa y bella
se hallan agazapados
tras los impenetrables arbustos y palmeras
fieras desconocidas,
y unos rostros tostados
empuñando sus lanzas.
HERENCIA
A mis abuelos.
Tengo vuestras palabras en la boca.
Me sorprendo al decirlas
con naturalidad; nunca las busco,
vienen igual que un gesto
aprendido hace mucho
o mi respiración.
Y eso me gusta,
me gusta ver que hay algo de vosotros
que está dentro de mí,
y que respira,
y que mientras yo viva
no morirá.
También
que, de alguna manera, al pronunciarlas siento
que puedo convocaros junto a mí
y sentir, aunque leve,
vuestro abrazo.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.
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