«Priscilla»: Prisionera en el paraíso.
Por Paco Martínez-Abarca.
En su última película, la cineasta Sofia Coppola cuenta una historia que es deliberadamente intimista y que se aferra a menudo a pequeños detalles que muestran, por un lado, la pasión amorosa no recíproca de Priscilla hacia Elvis, y por el otro, una violencia implícita en cada acto de Elvis hacia Priscilla, y en todo lo que hizo a sus espaldas. Y esta mirada hacia dentro no es arbitraria. En realidad, está muy fundamentada. Priscilla narra cómo su protagonista se enamoró profundamente de Elvis, y cómo éste sin embargo, la manipuló a su antojo hasta el punto de convertirla en otra mujer, en la mujer ideal de Elvis. Este fluir de las secuencias, que muestran muy independientes entre sí diversos momentos muy íntimos dentro de Graceland, es algo atípico para una película biográfica, y también para su directora. La arriesgada aproximación de Coppola a la intimidad de Priscilla (el guion es una adaptación de su autobiografía), no parece tener sin embargo muy en cuenta una actitud pasiva de su protagonista durante la grandísima parte del metraje, que convierten la película en algo más parecido a un desfile de escenas, llamativas y elocuentes, pero al fin y al cabo separadas entre sí y con falta de carisma en su protagonista.
La mansión de Graceland, escenario troncal en la película, es un lugar idílico desde fuera, pero que sin embargo es para Priscilla casi como una prisión. Las estancias están bañadas en oscuridad, y habitadas además por los molestos amigos de Elvis (lo que se conoció como la mafia de Elvis), a quienes este presta más atención.
Cuando ella contaba con apenas 14 años fue alejada de su familia para vivir con Elvis, sin ni siquiera terminar el instituto. El encierro en una vida de lujo guarda sin duda similitudes con otros personajes de Sofia Coppola. Podríamos pensar en las protagonistas de Maria Antonieta o Lost in Traslation. El personaje de Priscilla sigue siendo en realidad una fan, y no deja de serlo nunca. Pese a esto no se escucha en ningún momento ninguna canción de Elvis, en un gesto radical de contar esta cara B de la leyenda del rock. Salta a la vista otro elocuente hecho: ya viviendo en Graceland, aún lee revistas de cotilleos sobre Elvis. Así se entera por ejemplo de sus supuestos romances con actrices en Hollywood. Ella es, en definitiva, una fan más, alguien que sigue enamorada más de una leyenda que de la persona real.
La pasividad y estoicismo del rey del rock con ella es otro foco en la película. Durante el primer segmento de Priscilla, que narra cómo se conocieron en Alemania durante el regimiento militar de Elvis, en cierto momento de la película, y muy sutilmente, se menciona que el matrimonio de Elvis y Priscilla, así como aquella primera llamada, pudieron haber sido intención del coronel Parker, su mánager, a modo de acto publicitario. Una relación de amor con una fan podría levantar la atención en su público.
A modo de complemento podemos hablar también de Elvis, de Baz Luhrmann, película que centra su interés en la decadencia del cantante a través de una presión y una manipulación por parte precisamente del coronel Parker. Este personaje, invisible en Priscilla, pero troncal en Elvis, es en realidad el motivo de todos los males de su personaje. La versión de Luhrmann, aunque también muy crítica con la leyenda, viene a perdonar en cierta medida los excesos que vivió Elvis, responsabilizando a Parker de toda su infortuna.
Y este atípico desromance se vuelve explícitamente más visible a través de sus tenues escenas de cama. El dormitorio en Graceland, el único lugar de la mansión en que pueden estar los dos a solas, es un lugar donde el cariño de Elvis hacia ella brilla por su ausencia. La personalidad dominante y los comentarios cortantes e incisivos sobrevuelan en todas las escenas de mayor intimidad de la película. Probablemente el momento más helador se da cuando, ya embarazada, Elvis le pide darse un tiempo, como quien propone salir a dar un paseo o ir al cine. En definitiva, toda la frialdad de Elvis en contraste con la admiración ciega de Priscilla. Un mensaje que deconstruye la leyenda.
Una perspectiva diferente y muy interesante.