Diego Roel: «Argentina y España comparten un mundo idiomático común»
Diego Roel nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, en 1980. Estudió Historia de las Artes visuales en la Universidad de La Plata (U.N.L.P). Reside en la ciudad de Posadas. Publicó: Padre Tótem/Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005; detodoslosmares, 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (El Mono Armado, 2010; detodoslosmares, 2014), Los Jardines del Aire (El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (El mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016; Sirga, 2016) Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017) Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019) El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020) y Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, Madrid, 2020).
Poemas suyos fueron incluidos en diversas antologías de Argentina, entre ellas: Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina (Fondo Nacional de las Artes, 2009); Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la Talita dorada, 2010); Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019); Poesía, Varios Autores, La Plata (La Comuna Ediciones, 2019); Roberto Juarroz baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en el conurbano sur (Leviatán, 2021). Ha colaborado en numerosas publicaciones tanto en Argentina como en el exterior. Actualmente dicta talleres de escritura creativa.
Los cuadernos perdidos de Robert Walser, su más recientemente publicado poemario, ha sido galardonado con el más prestigioso de los premios de poesía en castellano, el Loewe. Hoy comparte con nosotros su Primera Impresión sobre este libro.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Diego Roel: No sé por qué este libro, no sé por qué ahora. Ciertos libros, creo, eligen su momento. De alguna manera este libro se me impuso.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
La idea del libro surgió después de una conversación con una poeta amiga, Alejandra Boero. Ella mencionó, al pasar, una posible afinidad entre mi escritura y la de Robert Walser. Yo no estaba, sinceramente, muy de acuerdo. Entonces, buscando argumentos para refutarla, me sumergí en la lectura de la obra del escritor suizo. Después de ver Instituto Benjamenta, la película de los hermanos Quay basada en la novela Jakob von Gunten, escribí los primeros poemas. Mi idea fue escribir una especie de diario apócrifo o cuaderno de bitácora de Walser (de mi Walser) en el hospicio.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
No les daría ninguna pista. Me gustaría que se perdieran en la travesía walseriana de estos cuadernos perdidos.
Soy walseriano hasta la médula
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
No espero nada, no quiero nada. Soy walseriano hasta la médula.
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Fue algo deliberado. Sabía que el libro tendría dos partes. La primera, la de los poemas de Los cuadernos perdidos; y la segunda parte, Escrito a lápiz, con poemas muy breves, algunos de una sola línea, que son como destellos. Los veintidós poemas de la segunda parte se pueden leer, también, como un solo poema.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Diego Roel de tus anteriores obras?
Los cuadernos perdidos de Robert Walser forma parte de una trilogía. El primer libro del ciclo fue Andrei Rubliov (Rialp, colección Adonais, 2020), donde también utilizo la técnica del monólogo dramático combinado con el monólogo interior. En ese libro recurro a la máscara literaria de Andréi Rubliov, el santo pintor de iconos del siglo XV. El tercer libro de la serie todavía lo estoy escribiendo. Es un libro sobre el Greco, y un homenaje a la poesía del Siglo de Oro español. Hay un diálogo intratextual entre los tres libros.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Los cuadernos perdidos de Robert Walser, ¿cuáles serían?
Serían los siguientes: Carta a Kaspar Hauser, Iglesia románica de Amsoldingen, El estanque.
Tras alzarte en 2020 con el Premio Alegría con tu libro Andréi Rubliov, Los cuadernos perdidos ha sido merecedor nada menos que del prestigiosísimo Loewe. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento para ti, para tu carrera literaria?
El premio Loewe de poesía es el más importante en su género que se otorga en español fuera del ámbito institucional, soy plenamente consciente de eso. Recibirlo le ha dado, indudablemente, mayor visibilidad a mi obra.
¿Es este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
No. Pero el libro que estoy escribiendo ahora, el que cierra la trilogía, sí es un punto de inflexión. Después de ese libro, no sé, no sé…
Hay estrechísimas relaciones interdiscursivas entre la producción literaria de las dos orillas
¿Qué conexiones o qué diferencias encuentras entre la poesía que se hace actualmente en Argentina con la de España?
Me interesa mucho lo que están escribiendo Ada Salas, Carmen Crespo, Emilia Conejo, Julia Castillo, Carmen Palomo Pinel, Chus Pato, María Ángeles Pérez López. Siento afinidad con esas poetas, son las que estoy leyendo estos últimos años. Pero no tengo un conocimiento exhaustivo de lo que se escribe ahora en España.
Argentina y España comparten un mundo idiomático común. Es obvio que hay estrechísimas relaciones interdiscursivas entre la producción literaria de las dos orillas. Y es factible, me parece, rastrear las huellas de ese dialogo en la poesía de las poetas que te cité.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Me gustaría conocer la “Primera impresión” de Luciana Jazmín Coronado, la autora de Los hijos imperfectos.
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Tres poemas de Los cuadernos perdidos de Robert Walser
CARTA A KASPAR HAUSER
Leí en la novela de Jakob Wassermann
que te daban asco la carne y la leche,
que sólo te alimentabas con agua y pan,
que un niño moribundo te arrebató
la cuna y el nombre.
¿Recuerdas las mazmorras de Laufenburg?
Hermano, yo también quise ser un jinete.
Yo también amaba los caminos del bosque,
los pájaros negros, el verdor del follaje.
Pero mi escondrijo no está bajo tierra.
A mí no me robaron un reino.
Algún día me gustaría visitar
el lugar donde yaces.
Te escribo estas líneas para decirte
que te espero en otro verano, en otro
jardín, en otra curva del sueño.
IGLESIA ROMÁNICA DE AMSOLDINGEN
El agua del embalse
se llenó de flores.
Me sumergí buscando
las luces del otoño.
Y soñé con peces de niebla,
con la huella indistinguible
de blanquísimos caballos.
EL ESTANQUE
Me mantengo siempre en el borde.
Me quedo ahí, donde un abismo
llama a otro abismo.
Mi nombre nunca fue
una casa sólida.
La nieve, que todo lo borra,
me borrará del mundo.