Robert Desnos, el sueño y la vigilia
Por Antonio Costa Gómez.
Escribo de memoria, no busco la erudición ni la exactitud. La memoria es inexacta, pero capta la atmósfera.
Siempre que veo en París las gárgolas de la iglesia de Saint Merri me acuerdo de Robert Desnos, que fue bautizado allí. Y que creció en ese barrio, el más onírico de París. Cerca de la calle Quincampoix, llena de casas misteriosas donde está la Casa de los Poetas.
Cuando era niño, a los siete años, Robert Desnos ya apuntaba sus sueños. Más tarde, en las reuniones de los Surrealistas para contar sueños, él era el más destacado. Y publicaba sus sueños en la revista “Literatura”, de los surrealistas.
Siempre me fascinó su libro “A la misteriosa”. Durante muchos años soñó con una mujer a la que amaba, de la que no sabía apenas nada. “Tanto sueño contigo /que pierdes tu realidad”. Se convirtió en una obsesión profunda y apasionada. Dice que tanto soñó con ella que en lugar de abrazar su cuerpo abraza su sombra.
Son versos hondos y misteriosos, que fascinan. Una especie de inmersión en el inconsciente y en la lucidez del inconsciente. Yo me sentía raptado por ellos.
Al final encuentra a la mujer misteriosa en el Parque Montsouris, o sea, el Parque de los Ratones. Resulta que es la mujer del pintor Fujita, también un pintor fascinante y amigo de Desnos. La mujer se llama Lucie, pero el pintor la llama Youki, o sea Nieve. Es modelo y escritora. La mujer se hace amante de Desnos. Más tarde Fujita se marcha de París y le pide a Desnos que la cuide.
Toda la vida y obra de Desnos está marcada por el sueño, y al final por la pesadilla. En “La libertad o el amor” un leopardo crece de pronto hasta las estrellas y arroja su piel antigua. Pero va a ver a una mujer y le entrega sus regalos. Los vecinos se asoman a las ventanas esperando no saben qué. La desmesura se adensa por el amor y se convierte en otra desmesura onírica. Este libro fue perseguido por la censura, cualquiera sabe por qué. Los franceses son extremados, inventan el surrealismo, pero también inventan a Roberpierre y a Descartes. Prohíben libros, pero publican otros que persiguen en el mundo entero menos en Francia.
En “Las botas de siete suelas” (tiene un título más complicado y retorcido, pero yo lo recuerdo así) dice que va a telegrafiar que se ha muerto con las golondrinas. Y que lleva su ataúd por las calles. Tal vez eso era premonitorio y dramático. Se despide de una mujer con nombre de calle parisiense, Tombe-Issoire, y ella le dedica su mirada más bella.
En el libro “Fortunas” está el poema “Siramor”. El poeta ama a una sirena en Lisboa, a las puertas del océano. Es su sirena ideal pero también carnal y llena de vida. Es su misterio y su desconcierto. En realidad, es una estrella que se ha convertido en sirena y lo ha encontrado. Y entra en un castillo y hace esgrima con una armadura. Es la libertad contra la rigidez, el sueño contra la realidad enjaulada.
Por eso en el mismo libro están “Los hombres sin cuello” que se dicen a sí mismos malvados y asombrosos. Y en “La ciudad de Don Juan” todas las mujeres fugaces acuden al Seductor y lo convierten en un agujero en el suelo.
Incluso está “Fantomas”, un personaje de la literatura y el cine franceses, el Drácula de Francia. Cometió crímenes y enormidades, pero para Desnos significa lo asombroso y lo revulsivo , la otra cara de la noche y el sueño, por eso escribió sobre él un poema radiofónico en estrofas breves y populares. Robert Desnos inventó el “poema radiofónico”, le interesó mucho la radio como a Dylan Thomas. Quería llegar a mucha gente sin adulterar su sueño.
Al final el sueño se convirtió en pesadilla. Desnos entró en la Resistencia y lo detuvo la Gestapo. Lo llevaron de un campo de concentración a otro y lo mataron en Terezin en Checoslovaquia.
Por eso su último libro se titula “Estado de vigilia”. Tal vez la vigilia no se contrapone al sueño. “Yo dormía, pero mi corazón velaba”, dijo el místico. Y uno que sueña mucho tal vez se entera más a fondo de las cosas.
El libro se centra en la esperanza. Hay que velar con toda atención, hay que vigilar donde aparezcan signos de esperanza que nos anime y nos dé vida, a pesar del nazismo y la brutalidad. Dice que habla en susurros y está callado para poder oír los menos rastros de esperanza.
Quizá la esperanza fuese que entrase un poco de sueño en la realidad, que la realidad árida y controlada se inoculase de sensibilidad y de vitalismo misterioso. Porque como dijo Paul Tillich el nazismo no se combate con razonamientos sino con el coraje de existir. Y con sensibilidad para lo humano, y con la gracia que nos libera de la pesadez, como decía Simone Weil.
Desnos dijo que era un “azar objetivo” que hubiera nacido en París y eso lo hizo poeta. Los surrealistas llamaban “azar objetivo” a las coincidencias casuales y significativas, que tienen un sentido más allá de lo ordinario. Se le podría llamar también Destino, pero un Destino con libertad y misterio que escapa al afán racionalista por controlar y limitar todo. El “azar objetivo” es como una revelación, como una entrada de la Super-Realidad en la Realidad.
Desnos conocía la libertad de los sueños y también la vigilancia profunda que no deforma lo vigilado. André Breton se puso muy teórico y pretendió cuadricular el surrealismo. Por eso Desnos rompió con él. Breton se creyó el Papa del surrealismo, y Desnos no quería un Papa ni el surrealismo era una doctrina. Siempre fue rebelde y onírico. Por eso al final buscó la esperanza y defendió el sueño de los hombres.
Cuando voy a París siempre voy a la iglesia de Saint Merri , donde bautizaron a Desnos. Está cerca del Centro Pompidou, al lado de la fuente de Stravinsky, donde bailan en el agua las figuras de Tinguely y Niki de Saint Phalle. Y cerca de la rue de Quincapoix, con su recorrido estrecho y sus sorpresas calladas. Y en ese París misterioso e íntimo, de los menos turísticos, habita muy bien su recuerdo.
Escribo de memoria, no me interesa ahora la exactitud ni la erudición.