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José Iniesta: «La poesía no puede salvar al mundo, pero crea conciencia»

José Iniesta (Valencia, 1962) ha publicado diez libros: Del tiempo y sus castigos (Sagunto, 1985), Cinco poemas (Sagunto, 1989), Arder en el cántico (Renacimiento, 2008, Premio de Poesía Ciudad de València Vicente Gaos), Bajo el sol de mis días (Algaida, 2010, Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Y tu vida de golpe (Renacimiento, 2013), Las razones del viento (Renacimiento, 2016), El eje de la luz (Renacimiento, 2017), Llegar a casa (Renacimiento, 2019), La plenitud descalza (Editorial Polibea, 2021), Cantar la vida (Renacimiento, 2021), Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2022, y por último la antología De fuegos y jazmines (OléLibros, 2023). Un tigre sin selva es su nuevo poemario, una rara avis en su poesía, pero también es un nuevo José Iniesta siendo el mismo. Hoy nos da su Primera Impresión sobre esta obra rompedora que recién ve la luz.

 

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

José Iniesta: No lo sé, la creación de un libro de poesía nos excede, normalmente no obedece a razones ni leyes. El poeta duda, no acaba de entender el mundo que lo asombra. El poeta no sabe responder, acepta su ignorancia, solo es sabio al preguntarse, y eso mismo lo encala en la belleza. Sus certezas son sólo del corazón, mira el mundo como lo niños, y constata que el mundo es hermoso y sagrado, que en él hay armonía y estrago.  No sé el porqué de este libro, aunque sé que no podía haber creado otro ahora. Esto creo que puede pasar en la poesía, en la narrativa o el teatro no. A veces, los libros eligen a su poeta, y da la sensación de que estaban escritos anticipadamente en nuestra alma, que la realidad nos los desvela si la mirada es atenta. La naturaleza es el gran libro del hombre, y hay que leerlo sin urgencias, yo sólo he sido un intérprete de esa música. Un tigre sin selva, es un rara avis dentro de mi poesía, y creo que extrañará a mis lectores, marca diferencias en mi viaje, y a mí mismo me sorprenden sus paisajes devastados y su furia. Su aliento no es celebratorio, es trágico porque el mundo va a la deriva, porque la naturaleza está al borde del colapso, y el hombre parece olvidar que es nuestra verdadera madre, y que lo que destruimos nos destruye. El hombre no debería destruir lo que no puede crear, la tierra no es nuestra, las guerras son el mayor de los desprecios a la vida. 

Los géneros son una ficción, no tienen fronteras claras.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

El origen de Un tigre sin selva se remonta al año 2010, creo, cuando hice un curso de escritura teatral con mi amigo Paco Zarzoso, un dramaturgo de la palabra, un poeta de la escena. Los géneros son una ficción, no tienen fronteras claras. Aunque en su origen mi libro era teatro, todo este tiempo de creación y reescritura me llevó a lugares inesperados, a geografías de libertad donde la palabra podía ser grito y belleza, podía ser un tigre salvaje o un viejo loco visionario clamando al mundo. Leyendo teatro descubrí las catástrofes, y supe reconocerlas en la vida. Dos obras me impactaron especialmente, Máquina Hamlet de Heiner Müller y Pato Salvaje de Henrik Ibsen, dos hondas escrituras capaces de nombrar, desde el amor a la palabra, el milagro del mundo y la vida rara de los hombres, sus delirios y deseos, sus querencias y culpas. De Heiner Müller aprendí la libertad en la escritura, el grito salvaje, la transgresión y la rotura de los propios límites expresivos. De Henrik Ibsen la comprensión social, el desvelamiento de las mentiras y los ideales, el vacío que a menudo son los credos miserables y las leyes del poder. De su obra Pato salvaje cogí algunos personajes, el del viejo loco, el de la adolescente, el del padre y la madre, y el del traficante de ideales; pero todos ellos acabaron siendo una voz única, tal vez la voz del mundo suplicando a la humanidad. Todos estos largos años de creación me llevaron a Un tigre sin selva, tal vez el único de mis libros donde no canto desde el yo, donde mi voz desaparece y no soy nadie, donde clama la tierra en el teatro del mundo y donde, sin embargo, más está quién soy, quién fui. Se trata de un poema trágico o una tragedia lírica que desea conectar con lo más hondo del corazón del hombre, y que acaece en una atmósfera de dolor y moral difícil de expresar en la poesía.

A veces la poesía fluye y nos arrastra a una desembocadura de misterio y verdad.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Desearía que quien lo leyese pudiera acercarse a sus versos con la misma libertad de corazón y con el mismo riesgo con que yo lo he creé, con el mismo convencimiento del valor sagrado de la palabra, con la misma certeza de que a veces la poesía fluye y nos arrastra a una desembocadura de misterio y verdad. Un tigre sin selva no se puede leer desde la razón, debe leerse desde la entraña, es un grito del mundo que busca la catarsis, es niebla que persigue la luz en el alma, es amor a la vida en medio de la destrucción.  Entre el teatro y la poesía, estos versos son solo un camino universal por la vastedad del desierto, una crónica del bien y del mal, un soliloquio de pasión e incertidumbre buscando la serenidad, la paz.  También es la música del hambre, y la voz de cualquier familia cuando su casa se desmorona. A menudo es el silencio de un grotesco dios derrotado.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

No sé qué efecto tendrá. La poesía no puede salvar al mundo, pero crea conciencia, inaugura una alianza entre el poeta y quien lo lee, los dos se reconocen porque son lo mismo. Desearía que, al leerse Un tigre sin selva, se sintiera el mismo vértigo que viví yo al escribirlo, y que sucediera ese abrazo sincero que he vivido yo al leer algunas obras que acompañan. El arte de la poesía sería poder conseguir esa alianza y que al lector le alcanzara la flecha de nuestro arrebato, que fuera posible arrancar los velos, desvelar el sol de algún misterio. Mística y batalla, amor y temor, creación y demoliciones van juntos en este poema que soy, en este poema distinto que es un vuelo a ciegas, un vuelo rasante sobre la confusión y la realidad. 

Si el poeta persiste en el camino puede llegar a la claridad.

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Tiene mucha, toda la importancia, es esencia y raíz misma de lo que es o no es, de lo que existe o desaparece. Un tigre sin selva es un viaje en el tiempo cantado por un visionario que no soy yo. Entre sus líneas el dolor desgasta y erosiona la piedra que somos, enaltece a la palabra, conforma la naturaleza del pedregal, la de los cantos rodados que lo componen cuando suceden las riadas. Intuición y voluntad, búsqueda y acierto, silencio y grito, oficio y aprendizaje se nos dan siempre juntos al escribir, no es una cosa o la otra, esa es la verdadera aventura que nos ofrece la poesía en soledad; y si el poeta persiste en el camino puede llegar a la claridad, puede saber que su libro está acabado. Después del largo viaje al escribirlo, finalmente Un tigre sin selva quedó estructurado en tres partes, Prólogo a una canción salvaje, Tiempo y alma y Vuelo a ciegas, tres maneras de caer al vacío amando la vida. No sé, sueño con que este libro sea a un tiempo un terremoto y una sinfonía, una obra donde la palabra y su música sean capaces de construir una alta torre que alcance el cielo, una hoguera en la noche que inaugure la claridad y la inocencia en tiempos de batallas y usuras y destrucción. Mi libro en su clamor, en su terca búsqueda persigue ser una plegaria, en su soledad estremecida es un acto de rebeldía.

Cuesta creer en el hombre viendo su deriva.

¿En qué medida veremos en él —o no— al José Iniesta de tus anteriores obras? ¿Es éste tu libro más difícil, en el que más has arriesgado?

Está el mismo poeta de siempre, no puede ser de otra manera, pero siento que es diferente, se me dio con violencia, es otra manera de escribir. Primero, por su textura teatral, pero también por su punto de despegue, esa mirada crítica y áspera sobre la realidad, ese tono doliente desde unas voces que no son mías, voces lejanas que todos llevamos dentro y que doblan nuestros huesos.  Un tigre sin selva es un canto trágico que no está escrito desde el yo, donde las identidades se diluyen, donde yo me escondo dentro de un bosque ardiendo, o en el interior de un tigre fiero y desolado, desvalido porque su selva está irremediablemente destruida. Fuera de mí, fuera de todos, en sus versos enfadados existe un discurso en defensa de la vida. En la voz del viejo loco, en la de los padres desolados por la pérdida, en la de la adolescente que se sacrifica, en todo ello está el mismo vértigo que llevó a escribir mis libros anteriores, la misma gratitud por existir; aunque es cierto que aquí hay mucha desesperanza, no se nombra la felicidad ni la plenitud. Los paisajes aquí dejaron de ser luminosos, y en sus páginas he querido constatar lo que veo en mis paseos y en las noticias, la degradación de la naturaleza y la sinrazón de las batallas, la piedra de la locura en una sociedad en declive, la inutilidad de las fronteras en un desierto. Cuesta creer en el hombre viendo su deriva. Derribamos lo que no podemos levantar, contaminamos la sagrada belleza del mar y de la tierra y de los cielos, despreciamos la lección de los inocentes. Todo ello ha querido expresarse en Un tigre sin selva, pero huyendo del panfleto y la falsa moral para defender, desde la palabra, a este mundo hermoso que sucumbe. No sé dónde llegué con estos versos, pero sí sé que intenté que hubiera un fino equilibrio entre la belleza y la moral, entre el grito y la oración, entre el espanto y la serenidad.

La poesía es siempre aprendizaje.

Hay una línea clara, a mi entender, desde aquel “Desde el tiempo y sus castigos” (1985) hasta “Cantar la vida” (2021) en tu poética. ¿Hay a partir de esta obra un cambio de dirección, una inflexión en tu decir? ¿Hacia dónde se dirige la poesía de José Iniesta?

Mi poesía, creo, se reconoce. A eso algunos le llaman estilo, y yo creo tener el mío propio desde hace tiempo, lo digo con humildad. Ese temblor íntimo materializado en palabras y música, esa manera de decir desde el oficio y la entrega, hace que nuestra poesía sea diferente, aunque en ella suene el eco de nuestros de nuestros maestros. Mi ars poética, mi manera de cantar en Un tigre sin selva sigue teniendo su aliento, y creo que mi lector la reconocerá entre sus páginas, en esta larga andadura a través de la niebla. Sin embargo, es cierto que también le asombrará el cambio, mi trasgresión, mi rebeldía, esta búsqueda loca que me ha llevado lejos de los paisajes serenos donde escribía antes.  En ese sentido sí que he arriesgado, y mucho. Mi poesía tenía su camino, y ahora he salido de él con libertad y entrega, voy campo a través, no sé hacia qué abismo o cumbre, no sé dónde me llevará. La poesía es siempre aprendizaje y en cada libro empezamos de nuevo, vamos a tientas por la extensión de un bosque ilimitado.  No sé cómo se lo tomará mi lector, tampoco me importa. Lo que sí puedo asegurarles es que, como siempre, les he dado lo mejor de mí mismo, que Un tigre sin selva está acabado y que tiene su propia música y su verdad, que es una tempestad sobre un lago helado y árboles caídos, que es un elogio al inconformismo.

El alma en esté libro no se serena, no puede serenarse.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Tigre sin selva’, ¿cuáles serían?

Me quedaría con el poema Un tigre sin selva entero. En libros anteriores acostumbraba a escribir poemas, no partía de una idea anticipada con temas y estructuras, una visión que organizara mi escritura. En esta obra ha sido distinto, su punto de arranque fue hacer un largo poema con aliento trágico y con dos texturas, una más teatral y otra más lírica. En Un tigre sin selva tuve claro los personajes desde el principio, aunque después sus identidades se diluyen, son una voz única, y los paisajes que habitan se desmoronan y se transforman, mutan según se siente el alma.  El alma en esté libro no se serena, no puede serenarse.  Elegir fragmentos de este poema único me resulta difícil, y tampoco sé cuáles son los mejores, pero os nombraré tres de la parte Tiempo y alma porque comprendo que para esta entrevista es interesante que el lector lea algo de mi libro. Los poemas son Al otro lado del amor, El tigre sin selva y La guerra del sueño. 

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

No me siento capaz, como lector, de nombrar a un solo poeta, a un solo libro. Nombrar a alguien, elegir a uno de entre tantos que me entregan su poesía, su vida en las palabras, no va con mi naturaleza. Sé y siento que no sería verdad ni justo, porque no hay únicamente un libro en la actualidad que me haya alumbrado, y sería dejar en el olvido a otros que son igual de importantes para mí, igual de esenciales. Con libertad me expreso, igual que escribo, y aunque me sabe mal no contesto, me parece mejor, no me incomoda, escucho a mi naturaleza. Gracias por la entrevista, y agradecido por la comprensión. Y ojalá que este tigre mío fiero y desvalido se sienta acogido en las selvas de muchos corazones.

 

****

Tres poemas de Un tigre sin selva

 

                Al otro lado del amor

 

Esplende rojo el mundo.
Una oración apenas
negra y mi soledad.
Un campo yermo y frío, y horizontes.
Pasan lentas las nubes en el páramo.

 

Hay días de volcanes y fracasos.

Hay noches de ceguera
que amanezco y soy luz.
Hay veces que la cuerda se desata
de su nudo primero, y la humareda
enturbia la soberbia de unos cielos
azules, sin fronteras, transparentes
que no saben de mí, mi nube sola.

Bajo el sol vertical de mediodía
voy soñando la lluvia necesaria,
mas solo soy un viejo con su sed
golpeando la tierra con su azada
por hacer más profundo
su surco ilusionado:
un sueño de amapolas y de espigas.

¿Quién soy si ya no soy?
Desaparezco.

Aquí se entona el cántico salvaje
de ser en la floresta
el ciervo vulnerado.
Yo soy lo que seréis en una cueva
donde un fuego dibuja en la pared
la sombra conmovida de ser sueño.
Yo soy todas las voces y fui niño.
Recuerdo ser un loco con su perro,
un viejo en un desván de soledades
hablando a un dios sin nombre
y siempre en vela.
Recuerdo ser mi padre moribundo
contemplando detrás del ventanal
el paso de las nubes, mis edades,
el hambre del gorrión
buscando su alimento
en la nieve manchada de diciembre.
¿Adónde por la selva mi memoria?

No sé qué me sucede al avanzar,
mas sé que cada paso fue destino,
un vuelo que persigue detenerse
en la rama segura de un abrazo,
en el árbol crecido
al lado del amor.

 

 

 

El tigre sin selva

 

Bosque arrasado por una catástrofe.
Nuestra voz está rota,
han caído los árboles.
Nuestro cuerpo se apoya, derrotado,
en una vieja encina aún de pie.

 

Yo soy todas las voces, y soy una.
Yo soy lo que seréis,
después de todo,
semejante a cenizas que se vuelcan
encima de las nieves del invierno.

Yo soy todas las voces, y soy una.
Sentid en la luz rota de las guerras
los bosques calcinados que serán,
las aguas enturbiadas de los ríos,
los árboles talados que crecieron
a su sol y su savia por dar sombra
al caminante amigo de la aulaga.

Yo tengo mi oración.
Perdí mi rostro
en espejos malditos de la infamia,
¡y amo tanto la vida que se agota!
Yo fui bajo los astros encendidos
al lado de mis padres de lo eterno,
y un niño se asomaba a su balcón
en la casa más pobre de la tierra,
donde siempre reinaba la alegría.

Soy un tigre sin selva, ya me veis.
Soy un tigre sin selva,
y soy un fuego
a punto de apagarse en una choza,
antigua cicatriz de todo lo perdido,
y no acaba en la noche mi temblor,
me derrota el arquero de la noche.

La palabra es cansancio, y travesía.
Mi mirada es de plomo, y es de sal.
Mi piel es la corteza de la encina,
y aquí mi voluntad desea siempre
ser huésped del amor
en un valle sin lágrimas,
la belleza del mundo al reflejarse
en el diamante vivo de otros ojos,

el sol emocionado al proyectar
mi sombra
en el silencio,
contra el muro.

        

 

 

                                     La guerra del sueño

 

Ciudad bombardeada, sin descanso.
Se oyen llantos y gritos, maldiciones.
Hay alguien en las ruinas de su casa.
Muy cerca está mirándolo, de pie,
un hombre gris y frío, y bien vestido,
en el mismo lugar
                                   maldito del desastre.

 

Apoyo mi cabeza en una piedra.

 

Apoyo mi cabeza en una piedra,

y no puedo llorar

si no grito tu nombre

debajo de este sol que nos humilla

derramando su luz sobre las cosas.

 

No existe en el desastre el paraíso.

No existe el paraíso en un poema.

     

¿Acaso no escucháis en el derrumbe,

anticipadamente,

el látigo del mundo,

los misiles del odio y las metrallas,

las botas que se hunden en el barro,

la rama estremecida por la guerra?

 

No, yo no estaba loco.

En soledades

acaricié la dicha con mis manos,

soñaba junto al pato en el desván

un mundo a mi medida,

un siglo sin rencor.

 

No hay cambios en el alma,

y es la noche.

No hay cambios en el alma y amanece,

 

¡la rosa indestructible del amor!

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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