«Guardia nocturna», de Rafael Morales Barba
Por Jorge de Arco.
La existencia creativa, profunda, se alimenta de una prolongación integral del ser. No es necesario extremar los márgenes de lo tangible, ni tampoco avivar los límites cotidianos. Fuera suficiente aunar lo concreto y reordenar lo superfluo como identificable, como categoría de lo aprendido.
Desde esos postulados, pareciera crecer la obra poética de Rafael Morales Barba (1958), quien reúne en Guardia nocturna (Bartlebly Editores. Madrid, 2024) sus tres poemarios editados hasta la fecha: Canciones de deriva (2007), Climas (2014) y Aquitania (2021), un conjunto que se sucede como incesante intercambio de correspondencias, como figurativa mudanza que se aproxima vívida hasta el ámbito de lo plural:
Ante la luz inalcanzable,
enternecido como quien en lo mínimo
padece
y por el gris susurrante
escucha manes pequeños
de la cuestión incierta. Títiros
cánticos
de los puentes oscuros…
y la renovada profunda dureza del agua
inasible
al borde del pretil.
Casi dos décadas, al cabo, para una obra breve e intensa, insurrecta y subjetiva, y constituida desde una jerarquía de efervescentes connotaciones, de introspectivos significantes.
La exploración sistemática a la que el yo somete su intención y su anhelo deriva en una fiel ortodoxia de la dicción, determinante, además, del carácter indisciplinado del discurso. Sabe el poeta que lo dúctil puede tornarse materia transitable, pues en la precariedad de la existencia, radica la estatura de lo perdurable. Y así, su verso acentúa el interior y el exterior del azogue, el mnémico tránsito de una experiencia perpetuada sobre un espacio infinito:
Fue un alivio el ayer tan lluvioso,
esfumando
horizontes
Metecos ante el asombro
herido
Por el alba de arena
(y esa lluvia insistente en la duna)
desgarbados
todavía entre olas
que espejean, estallan
o se fugan.
Anota en su prólogo Rafael Morales Barba que “la unidad de los tres libros es inequívoca en lo dramático, abismos y soledades, temores y apartamientos, inseguridades, representación y esfuerzo por un estilo en su sutil evolución”. Al par de una lectura conjunta, pueden adivinarse, sí, tales postulados, además de otros elementos densos, constructivos, fluctuantes, que remiten a sentidos que no demoran su semántica, sino que identifican un alfabeto estable, de pretérita memoria que “se asoma a un mundo propio y a un suburbio personal (…) en donde la exterioridad me reclama como nunca antes”:
Junto al jardín la casa
y la tarde caída, desplomándose
como un aire gastado
o un mustio arco iris
entre marjales sucios.
Todo es talud
y es ausencia,
un desvenado resol
que ya no sirve.
El verso crepuscular del poeta madrileño le sirve para reconocerse sobre los íntimos argumentos que vertebran su personal desolvido. La lógica de su palabra se enfrenta con lo distintivo de lo irracional, de lo incorpóreo. De ahí, que la potencial complicidad con la que tiempo y espacio grafían su verdad se asocie a una identidad innata, subversiva. La soledad que acontece en su imaginario se torna semilla versal, inventario de un mismo aliento. Por eso, desde el bordón de la acordanza, el sujeto lírico intenta recuperarse y explicarse, tutelar, en suma, una verosímil sincronía consigo mismo:
Luces rotas del puente
transcurren o reflejan sus vahos
(por caminos leñosos)
sueñan junto a la cruz rosácea
de una rara verdad.
rompen con los tajamares
de esta sucia lamprea
Un hálito de desasosiego, de mortal desamparo pareciera bordear los límites de estos poemas de latido voraz. Pero tras los oscuros ocres, las flotantes sombras que tiznan de silencios estos textos, se halla una voz concentrada, desprendida de las esquirlas cotidianas, un grito que reclama un asombro sanador, una esperanza tentadora que ordene la luz futura, la nostalgia del alba en el beso tardío:
Todo es hueco en el aire sin traba
contigo por la orilla en la memoria
donde el oleaje bate el paisaje tardío
hasta el faro…
muros de yedra y piedra,
y sembrados sin dueño
caserones
vaciados
y aleteos umbríos…
Rafael Morales Barba
Guardia nocturna
Bartlebly Editores. Madrid, 2024