‘El poema de Gilgamesh’, la primera epopeya de la historia

MARÍA ÁNGELES SAAVEDRA.

Nuestra cultura y literatura ha quedado claramente influenciada por obras literarias clásicas tales como La Odisea o La Eneida. Bebemos de culturas tan importantes y prósperas como la griega y la romana. A su vez en nuestras escuelas estudiamos a civilizaciones antiguas tan prósperas y avanzadas como la egipcia. Sin embargo, resulta aquí importante retrotraernos a los orígenes, el lugar donde se creó por vez primera la palabra escrita y donde surgieron las primeras civilizaciones: Mesopotamia, cuna y origen de la Historia.

Curiosamente las civilizaciones mesopotámicas, su historia y su cultura no resultan tan conocidas para nosotros como espectadores del mundo occidental, más bien han pasado bastante desapercibidas estas civilizaciones tan importantes para entender nuestros orígenes e incluso, poniendo de referencia nuestra cultura religiosa cristiana, muchos de los pasajes que se narran en el Antiguo Testamento de la Biblia.

La epopeya de El poema de Gilgamesh pudiera haber sido escrito por Shin-Leqi-Unninni, por lo menos este escritor babilónico fue quien redactó la versión de este poema hallada por Layard.

El conjunto de la obra está definido básicamente por dos ideas que dividen la obra en dos mitades. En la primera aparece su protagonista, un Gilgamesh radiante y poderoso que ansía realizar gestas gloriosas capaces de perpetuar su recuerdo para siempre. Es pues ese deseo de gloria inmarcesible lo que aletea a lo largo de las seis primeras tablillas.

Del deseo de adquirir fama y reconocimiento por sus gestas, Gilgamesh se introduce en un mundo de reflexión y angustia.

La muerte de su amigo Enkidu ha producido tal dolor en Gilgamesh que no halla en modo alguno consuelo. El temor y la seguridad de que ha de correr la misma suerte que su amigo le lleva a buscar insensatamente los caminos que puedan conducirle a no experimentar la muerte y alcanzar la inmortalidad, por lo cual solo hay un camino: alcanzar la vida eterna que solo poseen los dioses.

No cabe duda de que las tablillas más conocidas son la undécima y la duodécima, especialmente la primera de ellas por narrar la historia del Diluvio, conocida por la Biblia y con la que guarda un estrecho paralelismo. La última de las tablillas, aún no siendo muy conocida por el gran público, trata el tema del destino que espera a aquellos que descienden al submundo infernal después de haber muerto.

El poema de Gilgamesh fue por tanto la primera obra escrita, de origen mesopotámico, que sentó las bases de las epopeyas clásicas de referencia. Un dato que no muchas personas conocen. La Odisea de Homero, poema griego, ha pasado a formar parte como la obra de más influencia en la literatura occidental. Por otro lado, la epopeya romana La Eneida de Virgilio es una obra también clave por ser la obra que más se inspiró en otras poniéndole un toque propio.

De estas dos últimas obras, prácticamente toda persona occidental que conoce nuestra cultura ha oído hablar de ellas, pero quisiera resaltar aquí la importancia de El poema de Gilgamesh por su originalidad, su veteranía y su no tan apreciada fama. Este dato es característico de la antigua civilización mesopotámica, de cuya cultura, literatura y arte no conocemos apenas, siendo esta civilización cuna y origen de la palabra escrita, reflejada en las tablillas cuneiformes y por lo tanto, siendo el origen de la historia que ha llegado hasta nuestros días.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *