Carmen Camacho: «Lo que me importa es que la cultura sea para la gente»
Carmen Camacho (Alcaudete, Jaén, 1976). Ha publicado los poemarios Deslengua (2020), Vuelo doméstico (2014), Letra pequeña (2014), Las versiones de Eva (2014), Campo de fuerza (2012), La mujer del tiempo (2011), 777 (2007) y Arrojada (2007); los libros de aforismos Zona franca (2016) y Minimás (2009) y la antología Fuegos de palabras (2018), obra de referencia del aforismo español contemporáneo. Es una de las autoras escogidas por Versopolis, red internacional dedicada a promover el talento poético en Europa. Parte de su obra se encuentra traducida y editada en varios idiomas.
Interesada en el diálogo de la poesía y el arte, ha desarrollado diversas obras de poesía escénica y otros proyectos junto a músicos, artistas plásticos, coreógrafas y otros escritores. Como la colaboración en las letras y edición literaria del álbum Tercer Cielo (Universal, 2022), de Rocío Márquez y Bronquio. Poemas suyos han sido interpretados por artistas flamencos como RomeroMartín, Ángeles Toledano o Juan Murube. Colabora en Canal Sur Radio, Eldiario.es y Diario de Sevilla y demás diarios andaluces del Grupo Joly. Forma parte del consejo editor de la revista de poesía Nayagua, de la Fundación Centro de Poesía José Hierro. Ha obtenido el Premio Iberoamericano de Poesía Fernando Quiñones, La Voz+Joven o Premio AdA al mejor libro de aforismos, entre otros reconocimientos. Vive en Sevilla, a su aire.
La mujer de enfrente (MacLein y Parker, 2023),
poesía acompañada de la obra plástica de Pepe Benavent,
es su título más reciente y de la que le hemos pedido su Primera Impresión.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Carmen Camacho: No hay libro que no me surja de una necesidad y una apetencia —en principio siempre ocultas para mí misma— por decir. Dicho sea decir así, como si fuera un verbo intransitivo. La mujer de enfrente nació de deleitarme, de quedarme traspuesta –dicho sea en toda su acepción— en las coladas que contemplo desde mi ventana. Brotó sin premeditación, sin intención de llegar a ser. Estas vistas o visiones y lo que me hacían decir se han fraguado a lo largo de varios años. En el fondo, reflejan un estado de escritura de una época de mi vida. No es casual que vean la luz ahora, cuando siento que me he despedido de algunas cosas y comienzo a recibir otro algo, también propio, y difuso, que comienza a llegar.
Es también ahora, y no antes, porque el libro debía encontrar al artista capaz de transportar la mirada que arrojé a aquel patio de luz aportando la suya de forma complementaria, amplificando su sentido. Ha podido ser en la obra plástica de Pepe Benavent, que alumbra los poemas de este libro.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
El deslumbramiento fue muy anterior al libro. Sucedió en un verano de hace ya años, no sé bien cuántos. Vi en el tendedero de enfrente un bambito, esto es, una bata fresquita y floreada de esas que visten muchas señoras mayores de Andalucía. En un contexto aparentemente feo –la parte de atrás de un bloque de pisos—, aquel brochazo fovista y ardiloso me pareció un fiel autorretrato de esas vecinas nuestras que en el fondo sostienen como cariátides la ciudad, los eternos trabajos reproductivos de la misma, y que nunca tendrán una calle para su nombre. Saqué una foto con el móvil a aquel tendedero y me fui, que había quedado para ir al cine de verano del CICUS, aquí en Sevilla. Excitadísima, mostré la foto a mi acompañante. Y vi que él veía lo que veía yo. Continué guardando instantáneas del ojo de patio, y escribiendo sobre ellas. A quienes se las enseñaba o les daba a leer lo que escribía al respecto solían decir: «Aquí tienes un libro». Así que la idea del libro fue de otros, no mía. Yo solo agradecí que se hubieran dado cuenta de que “ahí hay libro”, y me puse a componerlo. Ahora, solo necesitaba la compañía de una editorial y un artista que abordaran una obra que va un poco más allá de lo convencional. Ambas cosas cayeron a su amor, como todo lo interesante que pasa en la vida.
«Hablo de eso que nos resucita, nos abre o nos hace mudar el pellejo»
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Pues que se trata de un libro tan concreto como metafísico. Intuyendo lo femenino cierto que habita a mi alrededor y en mí, alcanzo a palpar algo más simbólico y trascendente, cómo decirlo, llamémosle diosa, que me hace entrar, a lo Perséfone, más allá de lo racional y experiencial. Hablo de eso que nos resucita, nos abre o nos hace mudar el pellejo cuando nos dábamos por malheridas o medio muertas. Intuyo, sin esencialismos, ese proceso psíquico que acabo de llamar diosa; veo lo jodidísimo que lo tiene en este mundo, y veo cómo lo sutil se acaba abriendo paso entre lo duro. Lo veo si miro hacia fuera y lo veo si miro hacia dentro.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
La buena noticia de la poesía es que se puede leer a varias capas o niveles de profundidad. Para algunas personas les resultará un compendio variado de miradas y voces, para otras será el trayecto de caída de deidades que, encarnadas en vecinas de patio y en una misma, tocan fondo, dan con el culo en el suelo, pero también recuerdan que saben volar esquivando los finales, ya sean felices o infelices. Quienes me conozcan intuirán que se trata además de un testimonio raro de un proceso emocional y vital. Estas lecturas, y otras que pueda haber, son válidas. Quienes los leen saben arrimar el ascua poética a su sardina, para eso los poemas tienen la suficiente amplitud de sentido.
Algo similar sucede en las pinturas de Pepe Benavent, atravesadas primero por mi ojo (de patio) que retrató instantes y coladas, y después por la lectura plástica del artista a la luz de los poemas. Se trata de un proceso de mirada poética y artística de varias idas y vueltas.
«Me enfadan los poemarios que te tiran los textos a la cara»
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en este libro? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Padezco estructuritis, y no sé si mi caso tiene cura. Me enfadan los poemarios que te tiran los textos a la cara, sin atender ni entender que los poemas son las cuentecitas de un collar, ¿qué es eso de disponerlas de cualquier manera? Pero a los textos, más que darle un orden, hay que acertarlo. Hay algo por debajo de mí misma que sabe sin saberlo lo que quiero contar. La estructura es el resultado de esa suerte de acertijo. Más que una decisión racional, la estructura corresponde a un encuentro consciente, a un hallar los pasos del baile de dentro. Cuando dos poemas se imantan, suelto un “¡Ajá!”. No elijo que vayan juntos, sino que entiendo que están y han de ir juntos.
¿En qué medida veremos en él —o no— a la Carmen Camacho de tus anteriores obras?
En buena medida. Porque procuro nuevamente no “buscar mi voz”, eso tan propio de la marca personal y esas vainas, sino hallarme en todas las voces que salgan del cuerpo. En esta obra encontraréis poesía con metro y rima, versos libérrimos, textos en prosa, cosas que no hay modo de entender con la cabeza, seguiriyas claras como el agua clara, casi aforismos, poemas bastante largos, licencias gráficas, dactílicos sin piedad, palabras definitivas y otras a modo de balbuceo. Y mucha mirada del ojo bárbaro. Todo este galimatías me define o –quisiera yo— me indefine.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de La mujer de enfrente, ¿cuáles serían?
Me divierte mucho el poema titulado “La habitación propia”, por el ritmo que tiene y por quién toma la voz (un hombre de esos que dicen que a Ella no hay quien la entienda). El poema ‘Welcome’, por su desnudez raquítica y abrazadora, y ‘De lavar y guardar la bata’, que creo que define bien el espíritu del libro.
«La tradición no es algo cerrado»
Los textos de La mujer de enfrente aprovechan todas las opciones métricas y formales. ¿Exploración, necesidad, ninguna de las anteriores es correcta?
Libertad. Rafael Pérez Estrada nos enseñó que ni los géneros ni sus hormas nos pueden limitar expresivamente, sino empujar a abrirlos y abrirnos en ellos. Esto, claro está, da problemas a quienes tienen el propósito –tranquilizador para sí mismos— de encasillarnos. La tradición no es algo cerrado, sino una clave para seguir palpando las posibilidades del decir. Quien se lanza sin paracaídas por un encabalgamiento abajo sabe a lo que me refiero.
Además, entiendo que la exploración no se tiene por qué quedar en el lenguaje, también puede juntarse con otras disciplinas artísticas, como es el caso de la pintura, la danza, la música… En este sentido, hacer poesía para la voz de Rocío Márquez y las texturas electrónicas de Bronquio en el álbum Tercer cielo ha sido como salirse a la calle con los juguetes para compartirlos con otros que traen los suyos y están locos por jugar.
Bueno, y nada menos que finalista en el Premio Andalucía de la Crítica. ¿Cómo te quedas?
Reconfortada. Nunca me presento a certámenes, así que recibir la noticia de que la Crítica hace constar La mujer de enfrente entre los diez finalistas a esta edición del Premio me hace sentir unas cosquillillas bastante inéditas, una luminosa alegría. Cuenta además (o da esperanza de ello) que hay lugar para editoriales andaluzas jóvenes pero exigentes a la hora de elaborar su catálogo y audaces en la elección de las obras.
“Yo no tengo ningún interés en encontrar mi voz, porque creo que soy una persona muy coral”, has dicho en una ocasión…
Ya ha visto usted. Yo no soy la misma todo el tiempo, ¿cómo voy a expresar igual cada cosa? Sería, además, de un aburrimiento nivel Dios.
«Me reconozco en lo que he escrito, y lo abrazo»
Es esta tu décima obra editada. ¿Es buen momento para hacer balance?
Lo es, porque siento que, en lo vivencial, de un tiempo a esta parte hay un salto de pantalla. Y eso de algún modo se trasmina en la exploración poética. Me reconozco en lo que he escrito, y lo abrazo. Porque en lo imperfecto también había arrojo, en resultados felices hubo a veces un detrás doloroso y nunca he sido más despeinadamente dichosa que escribiendo Campo de fuerza, o Minimás. Es muy emocionante encontrar en libros que yo misma escribí cosas que más me vale tener presentes hoy.
Tu actividad no se limita a la producción: eres agitadora cultural, impartes charlas, talleres, conferencias… ¿Cómo está “el patio” cultural andaluz en la actualidad?
Son varios los patios: el institucional público y privado, el de la autogestión, el editorial… y, no sé, está el patio extraño, mixtolobo. En lo público, lo que me importa es que la cultura sea para la gente, viva en la capital o en un pueblo, es lo mínimo que se puede pedir a las instituciones públicas en una democracia. Hace falta mucha lluvia fina, persistente, meona. Que la haya, o no, son decisiones políticas, no lo olvidemos. La autogestión, por ahora y en mi entorno, sigue transformando desde lo chico el mundo. Y en el editorial hablaré por comparación y contraste: cuando cuento en Italia, o en Bolivia, lo que tenemos aquí nos miran con envidia. Ese punto hay que anotárselo a quienes se meten a editar poesía de la que no se vende porque no se vende.
Por último, como lectora, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Al sevillano de Argentina Santiago Esteso. He disfrutado mucho la lectura de su Vivir lejos.
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Tres poemas de La mujer de enfrente
la habitación propia
Mi credo es que esa poeta que jamás escribió una línea y que yace
en la encrucijada vive todavía. Vive en ustedes y en mí y en muchas
otras mujeres que no nos acompañan esta noche, porque están
lavando platos y acostando a los chicos.
Virginia Woolf
_pero qué te va a faltar si eres mi dueña
lavadora a tres por cuarto con pantalla inteligente
este piso que se limpia en un suspiro
nuestros hijos que no viven en la casa
bajas compras en el barrio tú ya sabes hay de todo
te organizas como quieres los dolores de cabeza
administras el dinero como el tiempo
y a tus días
les sobra entera la tarde
_pero quién te va a querer con la misma soledad
que yo te quiero a ver dímelo
virginia si hasta tienes cuarto propio
que ni usas
bien ganado con un cierre a la terraza
con pileta secadora y la caja de los hilos
welcome
_dios bendiga cada rincón de este cuerpo
el ojo de patio
bajante intestino
las vulvas agraces
y una boca de agua
en óxido verdín
la caja de la luz
el armario trinchera
las manos
de tinta que esculpen a una
cariátide exhausta
la carne viva
sepultada
bajo sábanas de adobe
y otros cuerpos
penetrantes
que no están
doble techo
hogar ombligo
suelo pélvico
estrógenos pistilos
cripta torácica ancla iliaca
losa azul en el costado
palabra vertebral
_tomad y comed esta es mi casa
DE LAVAR Y GUARDAR LA BATA
Algún jirón se desprende de una blancura no vista, algo
que no es signo. Nada es signo, como si se vislumbrase un
reino donde lo que significa y lo significado fuera uno y lo mismo.
María Zambrano
Ropa de faena, prenda íntima, abrigo de casa, paño de lágrimas:
segunda piel.
La capa de Perséfone
no es
precisamente voladora,
en abril alberga
toda la sustancia del averno,
visos en los puños, fríos de tinta, desgaste en los codos,
mañanas, horas muertas, los posos del café. Una mancha en la solapa
sin trazabilidad. Pañuelos de papel en los bolsillos.
Mi soledad se tiene en pie de tanta mugre.
He de confesar que eso me encanta.
Ritual de la koré es lavar la bata,
proclamar en los cordeles la resurrección.
La mariposa se cansa de ser bella y metáfora,
impone su absoluto término real.
Es primavera.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.