CríticasPoesía

«Sobre la naturaleza», de Javier Sánchez Menéndez

Por Jesús Cárdenas.

La mejor escritura se asemeja a la naturaleza agreste, a los animales salvajes: aparecen de repente, dicen todo en sus silencios. El mundo es un lugar salvaje y la vida, impredecible. Si nuestros sentidos fijan la atención en la admiración inexplicable, asombrosa de la naturaleza, finalmente reconoceremos lo que nos falta, equilibrio, distensión, paz y calma.

El libro Sobre la naturaleza (Los libros de la Frontera) forma parte del proyecto “Fábula”, un conjunto de diez libros en torno a la poesía y la vida, de Javier Sánchez Menéndez. Con uno de ellos está estrechamente vinculado, Mediodía en Kensington Park (2015).

El supuesto del que parte el escritor de Puerto Real es que la poesía debe estar inspirada por la Naturaleza, y la escritura debe ser armónica, analógica, verosímil.

El volumen, generoso, corresponde a una sucesión de composiciones de aliento lírico en prosa. Parte Sánchez Menéndez de tres hermosas citas sobre la creación y la función de las palabras cuya raíz se halla en la contemplación de nuestro entorno natural: Cervantes, Virgilio y Lucrecio.

Ya en el texto inicial, “Aprendiendo a leer”, comprobamos que el poeta se retroalimenta de un legado filosófico-literario amplio: Platón, Heráclito, Dante, Rilke, Hölderlin, Juan Ramón Jiménez, Valente, entre otros. Una relación de lecturas que complementan y marcan la senda poética. Las agrupaciones de los sintagmas y las repeticiones nos ofrecen textos destilados de musicalidad, fluidos, y en ellos agrupamos las claves de su poética:

Tengo mucho miedo a la poesía. La búsqueda es

honesta. La lectura en lentitud, siempre. Y aprendiendo

a reflejar. Aprendiendo a leer y aprendiendo a vivir.

Solo se vive atendiendo, leyendo la naturaleza.

Leer como se lee la naturaleza, pausadamente porque, lo dirá en la composición siguiente, “Lectura”, “en la naturaleza se observa y se respira”. En expresión de E. E. Cummings “escucha: hay un universo estupendo ahí al lado; vamos”. Son hermosas las conexiones que se van originando:

leerán naturaleza. Y lo harán lentamente.

Con pausa. La pausa es la atención. Y la

atención es la sustancia. Y la sustancia es el misterio.

Y el misterio es un arte telúrico y sagrado. Es

la lectura, la selección. Siempre que se haga con la

demora justa. La que marca el tono, el ritmo, la

expresión. La que dicta la esencia. Esa que se mantiene

en la naturaleza y en ella permanece invariable.

Respecto a la reiteración de la expresión de “la razón y la palabra” en diferentes composiciones, diremos que reconcilia la idea de María Zambrano de que la palabra se libera del lenguaje. Y tras ella, José Ángel Valente, que proporciona a la palabra su trascendencia metafísica. De ahí que Sánchez Menéndez halle frecuentes analogías en el entorno natural, como vemos en “Naranjas”:

La razón y la palabra son puras, naturales, como

lo es la referencia que no debes tomar. […]

La palabra no necesita engendros, precisa de

insatisfacciones.

[…]

Lo no asumido no es nuestro, nunca será

puro. Son naranjas amargas.

Las composiciones van engarzadas entre sí de un moco bien cohesionado. Lo observamos desde el nivel léxico-semántico. Ello puede repercutir en que se origine paradojas y oxímoros. Si en “Ya estamos muertos” se lee “mientras llega la vida florece la poesía”, en el posterior, “Remedio y tensión”, uno de los más suculentos, dirá:

un verso es un conjunto de ritmos y de tonos, del

conjunto de los elementos distintos que se unen

en una tensión constante. Esa oposición es hostilidad,

es vida. Lo contrario de morir estando vivo.

Significativa es la relación entre el escritor y la naturaleza. Existe unilateralmente: mientras la naturaleza ofrece refugio y materiales al escritor; la naturaleza, en correspondencia, nada recibe. Sánchez Menéndez escribe en La confianza” que “la causa de los tristes desvíos, de mis palabras necias. El abandono a la naturaleza. Hay que leer como quien ama a un pájaro muy bello y lo disfruta”. Esto mismo lo dirá más claro aún: “Sin admiración no hay poesía, sin desconcierto no hay poesía”.

En el texto de título homónimo al libro dispone la expresión poética abierta a la ambigüedad. A medida que avanzamos en la lectura vislumbramos este Sobre la naturaleza como un conjunto de parámetros poéticos, es decir, metapoesía:

la formulación de la palabra se debe realizar en

el discurso, conocer las teorías de los predecesores,

abandonar el vacío, lo denso, lo inútil y lo repleto

de desvíos. Debes buscar la luz, la luz el sur etimológico.

Se ama la certeza y la confirmación, y las preguntas.

Las claves de la naturaleza imperan en la escritura. Así se procura reconstruir, llegar a la médula. Las anécdotas que se ofrecen en estas composiciones ayudan a recomponer la naturaleza de la escritura. Así, en “Las horas muertas”, composición con anclaje en el momento en que el escritor siente que ha llegado: “¿Estás? ¿Eres la poesía o eres la adivinación?”. Para más tarde decir “Es el amor que siente que ha llegado la poesía”.

En el proceso de recomposición llegamos al último texto, que podríamos haber leído como primero, pues la estructura cíclica del libro así nos lo permite:

Y no fue hasta que, en el principio de los humanos

de voz articulada, nace la poesía como expresión

de la naturaleza.

La palabra nació como poesía.

Sobre la naturaleza
Javier Sánchez Menéndez

El Bardo Colección de poesía
Córdoba, 2023

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