‘Recuerdos del futuro’, de Siri Hustvedt

DANIEL GONZÁLEZ IRALA.

En tanto en cuanto se construye, reconstruye y deconstruye, esta novela de anécdota y argumento esplendorosos parte de una visión que va del caleidoscopio a las cajas chinas o matrioskas con suma facilidad en su estructura, sin llegar a definirse por ninguna de las etiquetas anteriormente referidas más que por el devenir de su lectura. De ahí, sus múltiples formatos, que combinan la narración en primera persona de una escritora recién mudada al corazón de Manhattan, con un diario que pretende ser novela que pretende no ser nada en el que trata de explicar sus vagabundeos y escarceos en vidas propias y ajenas que la transforman, e incluso con una parte imperativa que increpa en segunda persona al lector, y donde desde el punto de vista de la ironía, se nos ofrecen reflexiones pertinentes sobre el papel de unos y otros, de la memoria como algo transformador, metaliterario y engañoso.

Aparte, y como presentación a Siri Hustvedt, debemos decir que no es únicamente una autora literaria de primer nivel, no solo por estar casada con Paul Auster, sino que además tiene varios libros de ensayo sobre neurociencia y psiquiatría entre los que destacan La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, así como gran cantidad de artículos que publica periódicamente en la revista Psychology Today.

La escritora que, en este caso, se muda a un pisito en los 70 que recuerda cochambroso y, a la vez, luminoso desde Minnesota con apenas una licenciatura en Filosofía, sueña con encontrar al héroe para una novela que quiere  escribir; en esta primera declaración de intenciones se encontrará con Lucy Brite, una vecina con problemas de autoestima provocados por la violencia que sobre su hija ejerce un antiguo novio, y gracias a cuyas conversaciones diarias trata de buscarse a sí misma, más que al héroe. De este encuentro, surgirán reflexiones sobre las enfermedades que vivieron los padres y abuelos de unas y otras y será tan decisorio que hará mutar su alma desde el vagabundeo por el metro en una dirección y su contraria, a empatizar de manera drástica y brava consigo misma. Este periplo hará que cambien también de manera radical sus gustos y su manera de ver la vida y pensar, de rebelarse ante las injusticias,… y todo ello lo logra gracias a la metaliteratura y su relación con el arte en general, de tal forma que de ser un ratón de biblioteca en busca de poetas modernos y raros (Ashbery, Duchamp) pase a convertirse en protagonista holmesiana de su propio enigma que es su vida.

«El pasado es frágil, tan frágil como quebradizos los huesos con los años, como los fantasmas que vemos en las ventanas o los sueños que se descomponen al despertar y no dejan atrás nada aparte de una sensación de inquietud y angustia o una extraña satisfacción». Con esta, una de las primeras reflexiones del libro, empieza a alejar y a la vez concentrar en palabras, gracias a la búsqueda de la propia voz, una huida de lo moderno por lo moderno. «Como sabe todo el que ha llorado por amor o por la muerte de alguien, una persona ausente es a menudo más grande que una real», y en este duelo hoy recordado, Hustvedt es cuando, gracias a Lucy y a una baronesa que también vive en el edificio, descubre ese como si o y si, que la enfoca en la necesidad de saber y saberse de manera más profunda y menos superficial, haciendo ver los abusos que por razones de género vivieron y aún viven las mujeres de la época y de hoy.

La necesidad de vivir y a la vez de leer —para seguir leyendo— y escribir se hace perentoria. A la vez, todo ello choca abrupta y lógicamente con su manera de sentir el mundo, diluyéndose el tiempo y los valores aprendidos, ahora ya caducos.

Resulta particularmente interesante en este volumen, la necesidad de estudiarse a uno mismo y los otros a través de la Psicología Evolutiva o de nuestros ancestros, algo que no solo no se hace, sino que suele ser fuente de traumas inherentes a nuestra propia especie.

«Me he sumergido en ambigüedades. Los vientos soplan, los cielos cambian, las aguas crecen y las interpretaciones se mezclan unas con otras», y es que con este subrayado de fragmento que encontramos hacia el final, nos damos cuenta no solo de lo poderoso de la propuesta, sino de que todos necesitamos como ella, mutar.

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