Mónica Fernández: «’La afonía del viento’ nace de la necesidad de expresar el duelo por la muerte de una madre»
- ¿De dónde nace este libro?
Este libro nace de esa necesidad, yo diría imperecedera, de expresar el duelo por la muerte de la madre, aunque haya transcurrido casi una década. A finales de 2019, me detectan un cáncer que me coloca (es un pensamiento inevitable) ante la posibilidad de la muerte. Este shock inicial y el posterior deterioro, más emocional que físico, me acercan de una manera muy especial a la figura materna. El anhelo, en este período tan vulnerable, de la presencia de la madre y, por tanto, la tristeza y la soledad por su ausencia; el duelo por la enfermedad propia, pero también la cercanía a su enfermedad, acrecienta la necesidad de escribir sobre ello. Así, en las dos primeras partes del libro —ubicadas en los parajes del espino y el mar— la voz lírica transita por el duelo (en la segunda parte el duelo lo es también por la enfermedad propia), y en la tercera hay una reconstrucción del vínculo materno, en un recorrido desde la infancia hasta su muerte.
- ¿Qué encontrará el lector en este libro?
Como, por fortuna, cuento ya con lectores que me han transmitido sus impresiones y creo que el autor, una vez escrito el libro se desvanece, pongo en palabras de estos primeros lectores, sus hallazgos.
En línea generales encuentran un poemario honesto, con una estructura cohesionada y un yo lírico que se muestra vulnerable, pero sin caer en el pathos y una voz poética en comunión con la naturaleza. Un poemario un tanto místico, retrospectivo, con un lenguaje sencillo, reflexivo, que transmite emoción y belleza. El poeta y crítico E. Villagrasa escribe en referencia al poemario que son “poemas que llegan y te hacen ver en el paisaje de la vida lo que de verdad importa”.
- ¿Qué ha sido más complicado a la hora de sacarlo adelante?
Como afirma Valery un poema se abandona, pero nunca se acaba. Creo que lo más complicado en un libro de poemas (a mi así me lo parece) es tener la certeza, si eso es posible, de que el poemario está acabado. Llegar al convencimiento de que la estructura, el orden de los poemas, la voz o voces, el título, los campos semánticos, etc., funcionan como un todo armónico y el manuscrito está listo para el envío a editoriales produce, sin duda, un cierto vértigo y muchas dudas.
- ¿Has dejado muchas partes o borradores de este libro en el cajón?
Este poemario nace como proyecto final del Máster de Poesía. Esto implica que, casi desde el inicio, cuente con comentarios de tutores y compañeros, que son de gran ayuda para centrar el trabajo. Te obliga a pensar en la estructura, metáforas, voz, campos semánticos, etc., y, desde ahí, ir creando los poemas como partes de ese andamiaje previo. Recuerdo, con mucha ilusión, que al llevar escritos y leídos unos cuantos poemas, los tutores me comentaron que el libro ya tenía su voz; “hay libro” me dijeron, y ese comentario me alentó para continuar con el proyecto. Sólo un par de poemas, el primero y el último, fueron creados en momentos diferentes. El primero es anterior al máster y el último se creó en el máster, pero en otra asignatura. Así que, más que partes o borradores, algunos poemas —los que no funcionaban en el conjunto— los fui descartando. Es cierto que conservo en el cajón los primeros esbozos del libro y algunas de las correcciones.
- ¿Qué parte o partes te gustó más escribir? ¿Por qué?
Con las tres partes he disfrutado, pero también he sufrido bastante en el proceso de escritura. Quizá con los que menos he sufrido son con los poemas de la primera parte. Son poemas más contemplativos que muestran, de una forma más consciente, esa comunión con la naturaleza y lo cierto es que apenas necesitaron corrección. Personalmente, me gusta mucho la tercera parte en la que se reconstruye el vínculo materno, en forma de diálogo íntimo tú-yo. Son poemas muy depurados, la emoción se concentra en pocos versos y eso, aunque en apariencia parezca sencillo es, sin embargo, bastante complejo. Y me gustó mucho escribir el último poema, la plegaria, que cierra el libro con una sensación, creo, de esperanza y lo conecta de nuevo con la primera parte.
- ¿Cuál es para ti el punto fuerte del libro?
No sabría decirlo. Prefiero, de nuevo, remitirme a las sensaciones que me han hecho llegar diferentes lectores, tanto anteriores como posteriores, a la edición. Así, podría decir que el punto fuerte de “La afonía del invierno” es que se trata de un libro honesto, que transmite emoción y hondura. El lenguaje es sencillo y depurado, no exento, al parecer, de belleza, y con un imaginario propio que se convierte en universal.
- ¿A quiénes va dirigido este libro? ¿Por qué?
Creo que la poesía transita en ese ámbito de lo inefable. Cuando escribo poesía no sé con certeza qué estoy escribiendo; a veces es una imagen o un recuerdo el que actúa a modo de resorte y de ahí surge el poema o el esbozo del mismo. Después, ya sabemos, viene todo el proceso de corrección; alguno, muy pocos, se escriben a la primera. Esto lo digo porque en el proceso de escritura desconozco y no tengo en cuenta a quién puede ir dirigido el poemario; la escritura parte de una necesidad o un deseo personal. Aunque exista un proyecto previo, los poemas nacen como una revelación. Como dice Gamoneda “solo sé lo que digo cuando está dicho”. Es el lector entonces el que hace suyo el libro y lo interpreta.
En cualquier caso, la poesía se escribe (así me gusta creerlo) con vocación universal. En definitiva, creo que este libro puede ir dirigido a cualquier lector con cierta sensibilidad e interés hacia la poesía.
- ¿Cuáles son tus referentes a la hora de escribir?
Llevo unos años leyendo bastantes libros de poesía de diferentes épocas y estilos, no sé, desde JRJ a Yannis Ritsos o Inger Christensen por poner un ejemplo, pero es cierto que con algunos poetas y, en concreto, con algunos libros siento más afinidad. Para la elaboración de este poemario me he centrado, en lecturas de poetas que hablan del dolor o la pérdida como, por ejemplo, Voces en duelo de Maillard y Bonnet o Tiempo fósil de Pillar Pallarés, Intemperie de Luis Luna, pero también Alejandra Pizarnik, Celan, Zurita, Gamoneda, Blanca Varela, con la que siento una especial conexión o Vicente Huidrobo y Mestre, a los que acudo en busca de imágenes. En las vacaciones de verano, en pleno proceso de elaboración del poemario, también recuerdo que leí, entre otros, a E. Jabés y Mujica. La naturaleza está siempre presente en mi vida y en mi poesía; me gustan autores como Gary Snyder, Mary Oliver, Emerson, Thoreau, etc. También tengo a mis incondicionales, entre los que se encuentran de nuevo Pizarnik, Maillard, Celan, Varela, Dickinson, Rilke, Valente, Cernuda o Gil de Biedma. A lo largo de los años voy descubriendo poetas nuevos o poetas que no conocía, entre ellos, a maestros como M.A. Curiel y M.A. Feria.
- Por último, ¿Hay nuevos proyectos literarios en ciernes o ideas de ellos?
Desde que retomé la escritura hace unos años, lo extraño es que no tenga un proyecto o poemas e ideas rondando en la cabeza. De hecho, a veces, me cuesta trabajo centrarme en un solo proyecto.
Tengo un empeño personal en escribir un poema de largo aliento o un libro con varios poemas largos y con un espíritu crítico. La guerra en general y, especialmente, la masacre en Gaza, me produce una rabia y un dolor exacerbado. Llevo un tiempo escribiendo sobre ello; es un proyecto polifónico en la que cada voz lírica se expresa en un poema largo y el conjunto de poemas formarían un todo orgánico. Es un proyecto complejo; voy escribiendo poemas o partes de un poema y los dejo reposar para luego retomarlo.
Por otro lado, no abandono mi forma natural de escritura, el poema en prosa, y mi vinculación personal con la naturaleza.
Además, un grupo de amigos poetas, hemos creado ReVerso y su proyección poética, el fanzine Reverso, en el que proponemos un tema y cada uno escribe, con libertad de forma, un texto o varios; luego nos reunimos y los comentamos. Tenemos la idea de elaborar dos al año, uno por cada solsticio. Hemos terminado y compartido en redes el Nº1, el solsticio de invierno 2023, dedicado al laberinto, y creo que ha quedado estupendo. Nos mantiene unidos y creativos.