Horacio Otheguy Riveira.
¿Afortunado Chejov reescrito por otro?
Sin duda.
¿Cómo es posible?
A través de la profunda comunicación del dramaturgo-director con dos visiones muy personales del Tío Vania estrenada en Moscú en 1900. Y con ello, búsquedas y encuentros con un sexteto de intérpretes sensacionales. Aquí y ahora, cuatro horas de un teatro de intensidad orgánica, despojado de abalorios. Dos versiones que respetan personajes, muchas escenas y bastantes diálogos para lograr una reelaboración de emociones y tonificantes líneas de combate en la creatividad de Pablo Remón.
Vania x Vania cuenta con un reparto que indaga en sus cualidades y debilidades en un esfuerzo colosal, siempre emocionante ante los perfiles más dramáticos como los más divertidos. En Vania 1 entre sillas verdes solo con sus cuerpos tan expresivos como hipnóticas sus voces. El talento de los intérpretes se explaya en un despojamiento total que abre cauces inéditos en personajes muchas veces representados en variopintas versiones. Fuerza telúrica en una emotividad insólita que viaja «naturalmente» hacia la segunda versión con 20 minutos de descanso.

La acción nunca se detiene y la atmósfera necesaria tampoco, por muy distantes que se encuentren los intérpretes, bajo la mirada atenta de los que esperan su turno. (Foto: Vanessa Rabade).

Drama, tensión, el tiempo que corre como agua entre los dedos… y un colorido jardín de flores que no consigue lo que pretendía… (Foto: Vanessa Rabade).
Todos desarrollan muchos aspectos de sí mismos, tanto de los personajes como de sus actores. El drama circular de amores imposibles en un contexto de duro clasismo familiar —y decadencia minifundista— tiene un clímax trágico que recibe, complaciente, eficaces toques de humor grotesco muy bien dosificado, capaz de habilitar oleadas de ternura.
Javier Cámara, Israel Elejalde y Juan Codina navegan como versos sueltos en angustiosas soledades. Cámara, sobresaliente en su peculiar infierno ruso o deslenguado manchego; Codina en el impasible cínico de pronto gran histrión, perverso señorito que indigna o provoca risa nerviosa. Israel Elejalde convence en la sutil o directa confrontación de su voz —siempre seductora— y su derrumbe absoluto.
Y ellas, trío excepcional de chejovianas frustraciones.
Marina Salas —bellísima joven ingenua o atrevida, al revés de la pobre chica fea habitual—, Manuela Paso —Alma Mater entrañable con los pies en la tierra, también con alas quemadas—, y Marta Nieto, la «depredadora» que fascina a los hombres con su mera belleza inactiva, diosa sensual siempre aburrida.
Si en Vania 1 solo hay actores y sillas. En Vania 2 les encontramos con escenografía doble. A la izquierda, ambiente ruso con simulacro de obra original. A la derecha, ambiente actual, jardín de pueblo manchego. Tiempos que contrastan y dialogan, humor gamberro que se cruza con el gran Arniches, y deja pasar cierto sabor amargo cuando asoma el propio dolor riéndose de sí mismo.
En definitiva, la densidad de la obra maestra de Chejov se descompone en actualizadas versiones que se abandonan al talento de cómicos que se miran, se escuchan, se abrazan… A través de su encomiable entrega, las piezas enlazan con muchas percepciones, todas arropadas por un misterio humanista que sobrevuela camerinos y escenarios, hasta provocar ovaciones y seguir en el corazón del público, conmovido por una fabulosa experiencia.

Dos escenarios muy distintos que de pronto se unen para desarrollar una sorprendente tragicomedia… (Foto: Vanessa Rabade).

La desolada Sonia se expone, más sensual que nunca, para atraer la mirada del doctor que, sin embargo, prefiere beber para soñar con otra… (Foto: Vanessa Rabade).
Nuestra vida es una larga lista de sueños inconexos

De izquierda a derecha: Israel Elejalde, Manuela Paso, Javier Cámara, Marina Salas, Pablo Remón, Juan Codina, Marta Nieto. (Foto: gentileza de Antonio Castro).
Texto y Dirección Pablo Remón
Con Javier Cámara, Juan Codina, Israel Elejalde, Marta Nieto, Manuela Paso y Marina Salas
Diseño de espacio escénico Mónica Boromello
Ayudante de espacio escénico María Abad
Diseño de iluminación David Picazo
Diseño de vestuario Ana López
Diseño de sonido Sandra Vicente
Ayudante de sonido Kevin Dornan
Producción ejecutiva (Teatro Kamikaze) Pablo Ramos Escola
Dirección de producción (Teatro Kamikaze) Jordi Buxó y Aitor Tejada
Ayudante de dirección Raquel S. Alarcón
Asistente de dirección Laura Garmo
Una coproducción de Teatro Español y Teatro Kamikaze
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