ColumnistasNovelaTierra de paso

Mi clan, tu clan

Imagínense que gozamos de una posición privilegiada como observadores del pasado cercano. Situémonos hace veinte o treinta mil años, en una cápsula del tiempo esférica, de lexan, o, más sencillo aún, más fácil de imaginar: en una simple burbuja. Ante nosotros, al abrigo de una cordillera, discurre un valle con un arroyo horadándolo hacia latitudes más bajas. Un cerro parte el valle en dos: a un lado se ha asentado el Clan A, formado por doce individuos, la mitad hombres y el resto mujeres. Al otro tenemos al Clan B, idéntico.

Por azar o fortuna, el Clan A goza de una situación privilegiada. El agua fluye fresca de las montañas, y mamíferos de mayor tamaño, con un mayor porcentaje de grasa corporal, habitan en los alrededores. El Clan B se conforma con lo que arrastra el arroyo en un tramo inferior, y animales con menor chicha, pequeños lagartos, algún ave ensartada por una flecha certera. Algunos inviernos padecen hambre, en ocasiones, mortal.

El Clan A ha logrado abatir a un gran animal. Su carne alimentará a los doce humanos durante mucho, mucho tiempo. Incluso es probable que la descomposición eche a perder algunas partes. Como conocen al Clan B por algunas disputas del pasado, deciden enviar dos emisarios e invitarles a compartir la comida. El Clan B, austero, acepta a regañadientes con el honor hendido.

El Clan A tiene unas costumbres y el Clan B tiene otras.

Vamos a plantear el siguiente escenario:

A la hora de sentarse al banquete, el Clan A indica que debe seguirse su protocolo. Al Clan B le repatea, así que lo ignora. Se hace con la comida cazada por el Clan A y se comporta a su manera. La disputa no tarda en estallar: el Clan A indica que ellos han arriesgado la vida durante la caza y que suya ha sido la iniciativa de compartir, ergo, lo mínimo que es que el Clan B, al aceptar, acepta también una integración, aunque sea temporal, en la estructura costumbrista y cultural del Clan A. Es el único precio a mamut regalado.

El Clan B dice que nanay de la China. La invitación ha sido libre, lanzada a buena fe, y que, por tanto, si tanto querían que comiesen juntos, deben aceptarles por lo que son. Ellos han sorteado el cerro, se han enfrentado a los peligros de remontar el arroyo, e incluso han perdido vidas por el camino. El banquete supone, en cierto modo, una compensación merecida.

Ahora, Clan A y Clan B comparten espacio y alimento. En vez de formar una única unidad, un Clan A con veinte individuos (recordemos que Clan B perdió a un hombre a una mujer durante el periplo), tenemos un Clan A-B azotado por las riñas internas, donde es imposible lograr un entendimiento. La geografía donde Clan B había establecido su campamento y la dieta seguida condujo a una rutina que ahora, en territorio del Clan A, quieren mantener, mientras que Clan A es incapaz de entender nada. Para ellos, el día a día ha permanecido inalterable. Lo que los llevó a tener una identidad cultural propia seguía allí.

¿De quién es el error? ¿Del Clan A, que por motivos arbitrarios gozaba de un mayor éxito, por ofrecer al Clan B a sumarse a ellos? ¿O del Clan B por aceptar la invitación sin suprimir sus costumbres e integrarse en el Clan A?

¿Debería el Clan B haber rechazado el banquete a pesar de morirse de hambre? ¿Debe el Clan A rendir cuentas porque sus ancestros se situaron en el lado rico del cerro en vez de en un tramo inferior del arroyo? ¿Lo correcto hubiera ido que el Clan B se hubiese enfrentado al Clan A por el territorio? ¿Podrían las riñas internas, al formarse el Clan A-B, desembocar en una guerra civil entre dos facciones enfrentadas?

El que quiera entender que entienda.

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