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«True Detective: Noche polar»: El único varón (blanco heterosexual) bueno es el varón (blanco heterosexual) muerto

Por Carlos Ortega Pardo.

Con independencia de la siempre sugestiva ambientación boreal y del trabajo de sus protagonistas —JodieFoster ofrece la enésima muestra de su talento y la boxeadora Kali Reis no desentona en los planos compartidos—, la cuarta entrega de ‘True Detective’ constituye un indigesto pastiche de sororidad, empoderamiento, (anarco) ecologismo y racialización. Más woke que la ceremonia de los Goya.

Vaya por delante que simpatizo con buena parte de las reivindicaciones subyacentes y que no tengo nada en contra de las películas de tesis; pero de la franquicia ‘True Detective’ demando entretenimiento con una cuota razonable de complejidad narrativa, no una filípica misándrica y anticientífica donde el argumento —y la inteligencia del espectador— es lo de menos.

En la mente de Issa López, la gran mayoría de los tíos son —somos— o borrachos o maltratadores o corruptos o asesinos. Probablemente todo ello a la vez, y además gilipollas. Conque, parafraseando al general Sheridan, el único varón (blanco heterosexual) bueno es el varón (blanco heterosexual) muerto. Resulta imposible empatizar con un maniqueísmo de semejante calibre, salvo que se comparta el fanatismo del que hace gala la realizadora mexicana.

No merece la pena demorarse en comparar ‘Noche polar’ con cualquiera de las temporadas anteriores pues, pese a la presencia de ciertos ítems metidos con calzador —trazos espirales, «el tiempo es un círculo plano», preguntas correctas e incorrectas—, no tiene absolutamente nada que ver con ellas y es infinitamente peor. No en vano Nic Pizzolatto tardó apenas un episodio en desmarcarse del destrozo perpetrado con su admirable creación.

‘Noche polar’ empieza queriéndose dar un aire a ‘La cosa (El enigma de otro mundo)’ (‘The Thing’, 1982) —aunque sin la gracia, el moco y las prótesis carpenterianos— entreverada de reminiscencias a ‘El silencio de los corderos’ (‘The Silence of the Lambs’, 1991), la más evidente de las cuales, claro, sería Jodie Foster con placa, pistola y un misterio entre manos.

Como la trama avanza a golpes de incoherencia —y hasta fallos de racord: en el último e inenarrable capítulo se escucha un disparo que no tiene cabida lógica, ni física—, ‘Noche polar’ acaba por parecerse a una versión (aún más estúpida) de ‘The Head’ (ídem, 2020), insólita coproducción hispano-japonesa (!) cuyos responsables al menos se tomaban la molestia de dar cuenta del síndrome polar T3 para explicar la errática —y homicida y suicida— conducta de los personajes.

Insisto en que todo ello le importa un bledo a Issa López, para quien lo primordial no estriba en amenizar las noches del suscriptor de HBO, tampoco en hacerle pensar —siquiera mínimamente—; sino en colocar su mensaje unívoco e inapelable con, de hecho, una advertencia implícita: si no te gusta, el violador —y el asesino y el borracho y, en fin, el gilipollas— eres tú.

Hay confirmada una quinta temporada con López de nuevo a los mandos. Lo verdaderamente preocupante es que no me extraña.

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