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Carlos Hipólito rinde tributo a placeres y desdichas de un «Burro»: otro gran clásico de Álvaro Tato

Horacio Otheguy Riveira.

Qué bien pasea Álvaro Tato por los clásicos, qué a gusto se siente y con qué hidalguía transmite un mundo lejano que hace próximo. Para ello combina fragmentos y miradas que auspician alegrías y tristezas con arte de birlibirloque, porque mira por donde va de una formidable versión de género negro (Crimen & Telón) a una genial de mujeres de leyenda (Malvivir) —entre muchas otras— para ir ahora a entregarnos la dolorosa peripecia de un animal entre avatares muy medidos. Lo que podría haber sido una travesía excesiva, en solo 80 minutos es más que suficiente para ver nacer, gozar y sufrir hasta morir a quien es adorado por niños y explotado por adultos, perfecta simbología humanista de la desproporción entre la necesidad de andar y el sufrimiento de quienes lo hacen posible.

 

En una finca vacía, un burro atado a una estaca le cuenta su vida a su sombra mientras se acerca un incendio forestal. Se inicia así un viaje tragicómico, divertido, tierno, poético y profundo que explora los grandes textos clásicos sobre el asno y la intensa relación entre el animal y el ser humano. La música en directo y el teatro más puro acompañan a este asno sin nombre, de seis mil años de edad, en un recorrido por sus aventuras, desventuras y peripecias a lo largo de la Grecia y la Roma clásicas, la Edad Media festiva y carnavalesca, el Siglo de Oro español e inglés, la Ilustración y la Modernidad. Un relato que lucha contra el olvido mientras se acerca el fuego. Una obra que deja huella… de pezuña.

 

Carlos Hipólito aporta una cualidad personal que enriquece sus aplaudidos recursos de actor-cantante. Es un hombre de sonrisa fácil, de manos tendidas, y de una campechanía muy notable en los coloquios y ruedas de prensa. Esta tendencia de su personalidad llena de ternura los momentos más dramáticos de la obra, una tragicomedia que su autor desarrolla con divertida serie de estampas para acabar abordando Platero y yo, esa obra magistral que Juan Ramón Jiménez publicó en 1914 para bien de asnos, niños y toda la buena gente que comprende las vicisitudes de los animales como propias.

Con este cambio de rumbo se crean lazos que Hipólito embellece cuando el director Yayo Cáceres detiene su inclinación al ritmo acelerado, especialmente en los buenos actores-cantantes que rodean al protagonista. Por eso, cuando Platero se hace presente en el cuadro más largo de la función, se alivia el agitado ir y venir de los cómicos y cambian sus registros actorales y musicales, todo se relaja mansamente para que el bello homenaje expanda sus mejores caricias, alejados ya de la sobreactuación de juglares innecesarios.

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso, sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

—Tiene acero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo».

 

 

Profesionales de gran sensibilidad, aportan un permanente contexto musical: Fran García e Iballa Rodríguez, también cantantes y actores. Manuel Lavandera acompaña con su sabia y entrañable guitarra. Todos interpretan música creada por el director Yayo Cáceres.

 

BURRO

Con escenas y fragmentos de Fábulas de Esopo; El asno de oro, de Apuleyo; Misa del asno y Testamento del asno (anónimo medieval); Disputa del asno de fray Anselmo de Turmeda; Don Quijote de la Manca, de Miguel de Cervantes; Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.

Dramaturgia: Álvaro Tato. 

Dirección: Yayo Cáceres

Intérpretes: Carlos Hipólito, Fran García, Manuel Lavandera, Iballa Rodríguez

Música original: Yayo Cáceres
Escenografía: Ay Teatro y Tatiana de Sarabia
Talleres de escenografía: Mambo
Pintura de telones: Sfumato
Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Pintura y ambientación de vestuario: Davinia Fillol
Diseño de iluminación: Miguel A. Camacho
Ayudante de dirección: Daniel Migueláñez
Diseño gráfico y fotografía: David Ruiz
Sastrería: Alejandro Jaén, Carmen 17
Dirección técnica: Amalia Portes
Producción ejecutiva: Marina Camacho
Secretaría de producción: Carmen Quirós
Prensa: Daniel Mejías
Ayudante de prensa: Jorge Ochagavía
Distribución: Emilia Yagüe Producciones

Dirección de producción: Emilia Yagüe

Una coproducción de Ay Teatro con Teatre Romea

TEATRO REINA VICTORIA. HASTA EL 18 DE FEBRERO 2024

 

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