Yolanda Aristegui y Goizalde Núñez conmueven en ¿Qué fue de Bette y Joan?
Horacio Otheguy Riveira.
Mejor actriz la Davis que la Crawford (y aquella no deja de decírselo en la cara), al margen de su amplia filmografía en la que cada una destacó con su peculiar estilo a cuestas, son reunidas en 1962 por el director Robert Aldrich, para una película de terror muy original: ¿Qué pasó con Babe Jane? Ambas esperaban grandes premios que no llegaron, aunque sobrevivieron varios años participando en películas muy variadas, con mayor calidad, aunque no siempre, por parte de Bette. En lo único que falla esta excelente tragicomedia es en igualarlas en declive, ya que un año antes la Davis había protagonizado la última gran película de Frank Capra, en un inédito papel de tierna madre: Un gánster para un milagro.
Pero en realidad nada de esto importa, pues esta auténtica joya del teatro intimista aborda con mucho acierto una gran ficción escénica con muchos elementos documentales. Datos de amores, frustraciones, éxitos y fracasos se dan cita de un modo fluido, con gran dinámica, sin detener la acción, cada personaje bien pertrechado de sus movimientos solitarios o para preparar los de la película que deben rodar. Nosotros las vemos siempre en camerinos adosados y ellas interpretan los relatos que más les interesan de su vida: para nosotros, somos su público, y el director Carlos Aladro explota de maravilla esta acción que nos hace cómplices de sus reyertas, odios muy ligados al drama de la gran película que están rodando, pero también a los conflictos y obsesiones personales.
La Crawford con un Oscar (Alma en suplicio) y la Davis con dos (Peligrosa y Jezabel), el gran acierto de esta función reside en que pronto podemos tomar distancia del carácter testimonial y conmovernos con la magnífica interpretación de Yolanda Arestegui y Goizalde Núñez, ya que son Bette y Joan y a la vez dos actrices que pelean consigo mismas tras haberlo hecho ferozmente en un mundo dirigido duramente por hombres. Cada situación es un ejercicio “casi” coreográfico por el permanente quehacer físico de quienes han de vestirse, desvestirse, fumar, beber alcohol en botellas de refrescos, presumir de cuerpo o de “extremado” talento, lamentar la pérdida de amores, recordar sus varios matrimonios, reír, sufrir… sin dejar de combatir toda pesadumbre: siempre adelante, enérgicas y fabulosas criaturas que a menudo confunden la ficción con la realidad.
El británico Anton Burge, con mucha experiencia de teatro y televisión, ha creado este gozoso espectáculo que la puesta en escena e interpretación españolas han ido enriqueciendo a lo largo del tiempo, ya que llega a Madrid tras una gira de tres años. Con formidables escenografía y vestuario de Anselmo Gervolés, cuanto se ve en escena es un conmovedor ejercicio de intimismo psicológico con aciertos humorísticos que permiten un crecimiento dramático intenso, a manera de un trepidante thriller. Para quienes han leído al respecto o recuerdan bien la película, ejerce un hipnótico placer, pero para quienes se acercan por primera vez, su falta de antecedentes bien puede facilitarles una formidable caja de sorpresas.
Dramaturgia: Antón Burge
Dirección: Carlos Aladro
Reparto: Yolanda Arestegui y Goizalde Núñez
Traducción: Juan Manuel Álvarez
Adaptación: Carlos Aladro y Yolanda Arestegui
Escenografía y vestuario: Anselmo Gervolés
Diseño cartelería y fotografía: Javier Naval
Diseño Iluminación: José Manuel Guerra
Espacio Sonoro: Javier Pérez Duque
Producción: Descalzos Producciones, Txalo y Saga