«Yo soy Karina»: divertido y emotivo encuentro en el Teatro Bellas Artes
Horacio Otheguy Riveira.
De los años 60 entre bailables que se cantaban y enamoraban con la sencillez de un pop muy femenino, cadencioso y gozosamente sentimental, Maribel Llaudes «Karina» tuvo un gran éxito que de pronto (como a muchos otros) prejuicios y modas posfranquistas la derribaron, pero no la vencieron. Tuvo espléndidas etapas desde los 15 años, luchando por ayudar dentro de una amorosa familia en crisis, y muy duros momentos de invisibilidad, junto a un tumor altamente peligroso.
Ahora, cerca ya de los 80 años se presenta en un teatro con su exmarido, «un gran amigo», quien la entrevista creando un ambiente de gran confianza con un público que desde el primer momento está feliz de reencontrarse con aquella muchacha que sigue teniendo un candor único, que en escena se convierte en una notable cercanía.
El teatro así se convierte en un salón con todos invitados a participar activamente entre preguntas y respuestas, proyecciones visuales históricas, y un rosario de canciones que todos conocen y tararean, algunas de las cuales son especialmente solicitadas. Y en todo caso Karina brilla con sentido del humor, gran prestancia («Quisieron derribarme, pero es muy difícil derribar a esta Sagitario»), y algunas lágrimas al brotar los peores momentos de una vida profesional espléndida que de un día para otro se quiso eliminar del planeta porque no cuadraba con las modas que se iban imponiendo al borde de los años 80.
Cada cierto tiempo, cesan las palabras, y micrófono en mano, acompañada por una excelente pianista, Karina canta, saliendo adelante con un esfuerzo no siempre airoso, pero en todo caso suficiente para que el amor de sus canciones encuentre en la generosidad de los espectadores el apoyo incondicional de una más de la familia: Karina melodiosa, simpática, entrañable, meciendo a gente de 40 a 90 años en busca de un tiempo de renovadas energías, donde las oleadas de caricias puedan brotar sin miedo a la esperanza.
Ya, a poco de empezar, ella misma sienta las bases del espectáculo en una de sus célebres canciones:
Buscando en el baúl de los recuerdos / Cualquier tiempo pasado nos parece mejor / Volver la vista atrás es bueno a veces / Mirar hacia delante es vivir sin temor…
Y en el momento menos esperado (cada lunes el repertorio y los testimonios varían), interpreta, inefable y lozana su inolvidable canción: Las flechas del amor, con un coro de espectadores de ambos sexos que la conocen de memoria:
Al mirar el cielo azul a Cupido descubrí,
disparaba con sus flechas pero el blanco ni le vi.
Tal vez yo o tal vez tú, tal vez a ti te alcanzarán,
pero ya te darás cuenta pues se clavan de verdad.
Aquí está, viene ya tan feliz,
con sus flechas de amor para ti,
quizás también para mí,
si también para mí.
Esas flechas van contigo donde quiera que tú vas,
están entre tu pelo y en tu forma de mirar,
son las flechas que se clavan una vez y otra vez más,
esas flechas van contigo donde quiera que tú vas.