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Consejos para cuidar bien los libros

Los libros no son imperecederos. Tanto los elementos ambientales como una mala preservación pueden deteriorarlos o, en el peor de los casos, acabar con ellos. Te contamos cómo cuidarlos para que duren toda una vida.
El cuidado oportuno de nuestra biblioteca hará que los libros se mantengan en perfecto estado. Compartir esta tarea con los niños y niñas desde la infancia hará que respeten los libros y aprendan a valorarlos apropiadamente. Un niño que se preocupa y cuida un libro es un niño que ha aprendido a apreciar lo que una obra significa y lo que puede ofrecerle hoy y mañana.

A continuación te contamos cuáles son los grandes enemigos de un libro, así como varios consejos para un buen mantenimiento.

El polvo
Al estar colocados en un mismo sitio durante largos periodos de tiempo, las partículas de polvo se adhieren a cubiertas y hojas con gran facilidad y en grandes cantidades sin que apenas nos demos cuenta. Dicho polvo lleva consigo partículas que pueden oxidar el libro y, en ocasiones, incluso huevos de insectos. Es aconsejable limpiar regularmente el canto superior de los libros con un plumero o una brocha de cerdas suaves.

Para realizar una limpieza más profunda, por ejemplo, alrededor de cada seis meses, sacaremos los libros de sus estantes.El mueble debe limpiarse primero con un paño húmedo para retirar el polvo y luego proceder a su secado con papel o una bayeta seca. Ten en cuenta que el estante debe estar bien seco antes de volver a colocar los ejemplares en él.
En cuanto a los cantos y tapas del libro, podemos utilizar el plumero, un paño seco o un pequeño aspirador, manteniendo el libro bien apretado para que el polvo que retiramos no se introduzca entre las páginas. Como truco para apartar el polvo adherido a los bordes de estas, podemos utilizar una goma de borrar lápices bien limpia.

La temperatura, la luz y la humedad

Además del temible fuego, los otros tres grandes enemigos de un libro son la temperatura del lugar donde se halla la biblioteca, la luz y la humedad. Esta debe ubicarse en un lugar con luz tenue, seco y ventilado, evitando fuentes de calor como radiadores, chimeneas o calefactores eléctricos, que pueden ajar el papel y resecar la cola de la encuadernación. El flujo de aire es recomendable para evitar el típico olor a libro viejo que provocan la lignina del papel y la tinta.

La luz del sol nunca debe incidir sobre los volúmenes, pues el papel se degradará rápidamente, además de perder el color de las tapas. Un detalle a tener en cuenta si sacamos un libro para leer al aire libre o lo dejamos olvidado junto a una ventana. La luz fluorescente tampoco es aconsejable.

En cuanto a la humedad, sin duda es uno de los elementos más destructivos con los que un libro puede toparse. Evitemos habitaciones con esta característica, lugares cercanos a una ventana, a cañerías o tuberías que puedan sufrir pérdidas. La humedad ambiental provoca movimientos de contracción y dilatación, que desbaratan y deterioran poco a poco los materiales del libro. Además, sumada a una temperatura alta invita a la proliferación de hongos.
Es aconsejable que las estanterías cuenten con un fondo de madera que aísle los ejemplares de la pared. En el caso de librerías al aire, procura que los libros no toquen el muro. Si encuentras un libro con trazas de humedad o moho entre sus páginas, sepáralo del resto para que no se contaminen también. Puedes colocarlo eventualmente en otro lugar aireado y con luz moderada. Para limpiar las hojas con manchas de humedad se recomienda espolvorear polvos de talco por encima y mantener el libro apartado durante varios días con algo pesado encima. Pasado el tiempo, retiraremos el talco con un cepillo suave página a página.

La colocación
Otra cuestión a tener en cuenta a la hora de preservar nuestros libros es su disposición en los estantes. Los ejemplares deben colocarse sobre un anaquel plano, horizontal y de manera vertical. De lo contrario, se deformarán, dañando la encuadernación.

Asimismo, se recomiendan estanterías abiertas en vez de cerradas. Estas pueden cuidar la exposición al polvo o resultar más bonitas a la vista por su diseño, pero también son perjudiciales por la acumulación de humedad. En cuanto a los materiales, se aconseja la madera antes que el vidrio, pues este no permite que el aire se renueve y puede afectar al papel.

Por último, debemos cuidar la presencia de insectos como termitas, cucarachas, u otros animales como ratones, que puedan comerse las páginas o utilizarlas para dejar sus huevos.

Otros cuidados

  • No forzar el libro al abrirlo o apoyarlo con las páginas abiertas en un ángulo de 180º, puesto que la encuadernación sufre y se deforma y podrían despegarse las páginas o las tapas.
  • No doblar las esquinas de las páginas para señalar un punto de lectura. Si ya lo hemos hecho o nos encontramos un ejemplar así, podemos humedecer levemente el papel y dejar el libro prensado con peso encima durante varios días hasta que recupere la forma.
  • No usar cinta adhesiva para pegar hojas o la cubierta, ya que el ácido del pegamento puede decolorar el papel y, a la larga, arruinarlo.
  • No humedecer los dedos con saliva para pasar las páginas.
  • No guardar flores u hojas de plantas y árboles entre las páginas, las cuales, al descomponerse, mancharán el papel y lo degradarán.
  • No toser, estornudar, ni usar insecticidas o perfumes sobre un libro.
  • Mantener la comida, la bebida y las manos sucias lejos de nuestros libros. Un accidente puede ocurrir en cualquier momento.
  • No subrayar ni escribir con bolígrafo o rotuladores.

Es inevitable que el paso del tiempo deteriore nuestros queridos libros, pero con un poco de cuidado podremos hacer que duren más.

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