Juanjo Puigcorbé y María Adamuz en «Roca negra»: colisión padre-hija en una pieza de bajo relieve
Horacio Otheguy Riveira.
Una mujer de 39 años, muy atractiva, realiza una regresión terapéutica de la cual brota con fuerza la necesidad de enfrentarse a su padre, un escritor de éxito del que reniega y a la vez adora, ansiosa por triunfar como novelista, a su imagen y semejanza pero con armas propias…
El enfrentamiento es un tema clásico desde tiempo inmemorial en todas las artes, y desde luego en diversos géneros teatrales, que —grosso modo— van de la tragedia (El castigo sin venganza, de Lope de Vega) al enfoque social (Padres e hijos, de Iván Turgueniev), al melodrama (Agosto, de Tracy Letts) e incluso el musical en una muy lograda aventura intimista (Casi normales, de Brian Yorkey) hasta llegar a esta Roca negra, escrita y dirigida por Ignasi Vidal que empieza con un prólogo con destacada banda sonora… para luego entrar de lleno en la visita a su padre de una mujer que necesita reencauzar su vida, «guiada» por la revelación de recuerdos que creía sepultados.
Con tantos antecedentes valiosos en el modo de encarar este tipo de conflicto, es obvio que se esperan esfuerzos de creatividad por parte de los autores contemporáneos. El peligro de llover sobre mojado se hace patente en esta pieza con elementos propios del teatro psicológico e intenciones de abundar en los vaivenes de un «encuentro existencial», ya que a poco de empezar estamos ante una sucesión de diálogos en suma de clichés entre reproches circulares con muy escasa intriga a lo largo de 75 minutos.
Sorprende que este hombre de teatro que estrenara piezas mucho más creativas —todas aplaudidas en estas páginas; abajo citadas varias de ellas— aborde Roca negra con un desarrollo en el que se exponen demasiados tópicos con muy poco espacio para la imaginación entre un padre que fue muy egoísta, que nunca estaba cuando la hija le necesitaba, y regalaba juguetes caros para justificar su desarraigo, y una mujer muy atractiva (maravillosamente vestida por el gran Pier Paolo Alvaro) que, al borde de los 40 chapotea en aguas de infancia con frustraciones de todo tipo.
La lista de lugares comunes, como si se quisiera rendir homenaje a los folletines de antaño, es muy amplia, con el topicazo de alguna enfermedad incluida. La dirección, del mismo autor, consigue implantar buen ritmo a los dos únicos intérpretes, pero cuesta llegar a las interesantes situaciones finales que rompen con la monotonía de toda la obra.
Hasta entonces, la notable escenografía —en base a un panorama de anaqueles grandes con libros desordenadamente colocados— sirve de base para una colisión entre personajes poco creíbles, a través de un texto y una dirección que cobran vuelo en el buen hacer de los actores, pero solo de forma exterior, como personajes que se dicen todo lo que piensan sin rigor conceptual ni la menor intención de atravesar poéticas fronteras de su existencia, es decir, ausentes el drama y la comedia en el arte de contar historias.
Texto y dirección: Ignasi Vidal
Ayudante de dirección: Carlos Seguí
Intérpretes: Juanjo Puigcorbé y María Adamuz
Diseño escenografía: Ricardo Sánchez
Diseño iluminación: Ciru Cerdeiriña
Diseño vestuario: Pier Paolo Alvaro
Dirección de producción: Nuria Chinchilla
Coordinación técnica: Pablo Barinaga
Dirección creativa: Ángel Viejo
Audiovisuales: Stefano Di Luca
Distribución: Karma Distribución
Jefe de Prensa: Daniel Mejías
Productora: Showprime
Productor: Maximiliano Martínez
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Otras creaciones de Ignasi Vidal:
Sobre el caparazón de las tortugas
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