‘El principito ha vuelto’, de María Jesús Alvarado
El principito ha vuelto
María Jesús Alvarado
Fotografías de Teresa Correa
Itineraria
Las Palmas de Gran Canaria ,2024
81 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
El desierto puede ser el escenario simbólico de la soledad, del olvido, de la pureza y hasta de la muerte por abandono. Se trata de un lugar en el que nadie desearía vivir, o al menos nadie que esté en eso que la condición media de la sociedad llama su sano juicio (escrito así, en cursiva). Todos queremos largarnos a una isla del Pacífico, donde la primavera sea eterna, la alegría una constante, la mala leche no haya llegado todavía, como no han llegado los misiles ni la corrupción económica. Pero todos esos males sí aterrizaron en los atolones del océano que figura ser el paraíso. A donde no llegan es al desierto, por eso lo eligieron los anacoretas, Paul Bowles. Por esa razón Antoine de Saint-Exupéry lo escogió como escenario para el encuentro con su Principito, a pesar de haber atravesado uno de los episodios más complicados de su vida como aviador sobreviviendo en uno de ellos. En realidad, el desierto es calma y es observación.
El desierto es, como bien indican las autoras de estos apuntes que están trazados con frescura, el lugar en el que sentimos que estamos forjando el mundo con nuestra respiración, con la mirada, con el oído o con el silencio, que ahí vienen a ser lo mismo. El principito ha vuelto es un libro lírico en el que se explora qué tiene en común el desierto con la persona que lo está conociendo. La sensación continua de espera, el misterio que uno no quisiera resolver o el reconocimiento de la sencillez que debe tener un hogar se deducen del texto, de los textos, que culminarán con lo que más merece la pena en las jornadas que pasamos en este mundo chingón, que es la amistad. Lo demás, como lo saben bien los habitantes del desierto, es escribir en la arena garabatos que más tarde se llevará el viento.