Perversión, crimen y ternura en «Nuestros actos ocultos», de Lautaro Perotti
Horacio Otheguy Riveira.
En un escenario bordeado por dos grandes gradas se representa un envolvente drama de carretera, camerino y sala de estar, dividido en tiempos, a manera de una serie de televisión: seis meses atrás, hace dos años y hoy… El escenario es largo, abarca mucho, los personajes se ven obligados a entrar y salir de situaciones que, por momentos, también cuentan con personajes imaginarios que les interrogan.
Por arriba, un odio visceral hacia su hija, por parte de una mujer muy frustrada como pianista, muy dura, al tiempo que sostiene puro amor hacia un muchacho discapacitado que mantiene como hijo, abandonado por su propia madre cuando era pequeño: conflictos de padres e hijos, entre narraciones fugaces por las que sabemos de ellos dentro de un realismo, por momentos repetitivo, que crece en la medida en que lo hace una pasión al principio impensable, y en torno a un cadáver, el de un personaje ausente del que se habla con tanta admiración como desprecio…
Sinuoso panorama de resentimientos y extraña lucidez en un recorrido muy cercano a páginas de sucesos relevantes en España e internacionalmente. Cortocircuito feroz materno-filial, hija a la deriva capaz de enarbolar de pronto, una noche, una furia desmedida, y un joven abandonado que apenas puede con su cuerpo maltrecho de nacimiento… pero con una fuerza interior que le permitirá desplegar otras muchas, entre la crueldad y la ternura.
Algo se explica. Bastante se dice. Pero en el talento de Lautaro Perotti hace tiempo que circula una notable capacidad para aunar dramaturgia y puesta en escena con dirección de actores muy eficiente. Con todo ello deja que circule el melodrama criminal con sangre nueva, cuota clásica de violencia narrada, personajes de relieve que no están en escena y, en definitiva, la creación de seres desvalidos que muestran una y otra vez sus garras para lograr una fértil supervivencia.
Muy recomendable función que cuenta con innovadora escenografía de Elisa Sanz, iluminada por Gómez Cornejo con suficiente maestría para que exteriores e interiores nos resulten cercanos, posibles y adictivos en este concierto de luces y sombras del que cuesta separarse, como sucede con el género negro cuando se involucra emocionalmente con sus amargas criaturas.
Texto y dirección Lautaro Perotti
Con Carmen Machi, Macarena García y Santi Marín
Diseño de iluminación Juan Gómez-Cornejo (AAI)
Diseño de espacio escénico Elisa Sanz (AAPEE)
Diseño de vestuario Lua Quiroga Paúl (AAPEE)
Videoescena Emilio Valenzuela (dLux.pro)
Diseño de sonido Enrique Mingo
Ayudante de dirección Juan Diego Vela
Residente de ayudantía de dirección Teatro Español Paul Alcaide
Una coproducción de Timbre 4, Mamá Floriana SL y Teatro Español