«Perfect Days»: Nada será igual.
Por Paco Martínez-Abarca.
Podríamos empezar con una pregunta: ¿Cómo sería un día perfecto? Obtendremos tantas respuestas como personas hay en el mundo. Por poner un ejemplo, para el personaje de Hirayama, un día perfecto sería aquel en el que sucedieran los mismos acontecimientos que ayer. De esto habla en delicada profundidad Perfect Days, la nueva película de Wim Wenders (Alemania, 1945). Podríamos empezar hablando también de lo que significa el término Komorebi: “El patrón de luces y sombras que crean las hojas de los árboles en cada instante”.
El día de Hirayama (gran trabajo de Kôji Yakusho) se compone de numerosos elementos, en apariencia insignificantes, pero que sin embargo forman entre todos ellos un universo entero: su rutinario empleo como limpiador de baños públicos, los pequeños bonsáis que planta en su sencillo hogar, las fotos analógicas que cada día en el parque toma del mismo árbol, y también la música que escucha a través de los radiocasetes. Una música de marcado contraste occidental, como también tiene algo de occidental la mirada de Wim Wenders, quien observa con entusiasmo el cuidado que ponen los japoneses, por ejemplo, en el diseño de un baño público. Un juego de percepciones fascinante que habla por sí solo del empeño propiamente japonés, de alcanzar la eficiencia en algo tan lleno de prejuicios como es el oficio de Hirayama. Perfect Days es un retrato, que con dignidad y orgullo nos muestra la esfera vital de su protagonista, desde su empleo, núcleo de la rutina, hasta la periferia de su cotidianidad, aquellos momentos de exposición al mundo exterior que amenazan con un día distinto al que vivió ayer. Asistimos a la película con la sensación de no perdernos ni un solo detalle de su rutina. El juego está en la sucesión de los días, plasmados de forma elegante a través de los sueños. Unas pequeñas piezas de arte abstractas que funcionan a modo de puntuación (de punto y seguido).
Sin embargo, Perfect Days habla de lo inevitable de la imperfección. Incluso en un mundo tan lineal como el de su personaje protagonista, existen irremediablemente factores, acontecimientos que colisionan sutilmente con la vida de Hirayama. El hermetismo que él se autoimpone (caracterizado por hablar con silencios que se convierten en discursos por sí mismos), no puede hacer nada ante la contundencia del mundo exterior, como lo es, por ejemplo, una visita de alguien que pertenece a su pasado.
No solo hay acontecimientos de marcado valor dramático. También existen, como sucede más allá de las películas, los acontecimientos pequeños. Tramas de hilo muy fino. Personajes, lugares, papelitos y hechos que surgen en el camino y se comunican perpendiculares a la vida de Hirayama, para luego continuar por otro camino. Atisbos de una trama que finalmente se diluye con el paso del tiempo y con la aparición de otros problemas aparentemente más importantes. Podemos tejer relaciones, como no, con un maestro de lo cotidiano, Yasujirō Ozu. Con él establece Wim Wenders una unión, pero también una distancia: mientras Ozu habla de historias inusuales atravesadas por la rutina y lo cotidiano, Perfect Days trata una cotidianidad atravesada por hechos inusuales.
El acto de Hirayama de no digitalizarse, de permanecer en una época anterior, se refleja en sus hábitos y aficiones como la música en formato de casetes o la fotografía analógica. De esta voluntad de Hirayama de mantenerse fiel a sus valores se deriva un conflicto con las nuevas tecnologías y con la supuesta necesidad de adaptarse al presente. Un dilema que sin embargo, Wenders no alcanza a diseccionar. Tal vez se deba a la intención de tratarlo como una mera pincelada, de la misma manera que sucedería, posiblemente, en la vida real. Con este sutil conflicto vivirá Hirayama, en pugna por aceptar o no la imposibilidad de repetir el mismo día una y otra vez, así como jamás será capaz de fotografiar el mismo Komorebi de su árbol favorito.
Con muy pocas palabras, esta película habla de muchas cosas. Entre otras, creo que relaciona la felicidad con la paz interior, y que plantea que esta consiste justo en evitar el ritmo de vida y la competitividad que nos acosan a diario.