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«Muerte de un ciclista», los clásicos nunca mueren

Por Myriam Rivas.

En el cine español hay joyas que por la vorágine de series y películas que se ofertan actualmente pasan desapercibidas y es por ello, que nunca está de más rescatarlas.

Es el caso de “Muerte de un ciclista” (1955) dirigida por Juan Antonio Bardem, antes de Javier, ya hubo un Bardem que fue reconocido internacionalmente en el mundo del séptimo arte, gracias a esta película y también a la asfixiante “Calle Mayor”. De hecho, este largometraje triunfó en el festival de Cannes.

“Muerte de un ciclista” abre con la premisa de un atropello por una pareja de jóvenes amantes. María José no duda ni por un instante en no socorrer al herido, Juan, sin embargo, se aleja de la escena del crimen con reticencia y muchas dudas. A raíz de este suceso, estarán obsesionados por no ser descubiertos.

La joven pareja, interpretada por la elegantísima, Lucía Bosé y el solvente Alberto Closas, darán vida a este par de personajes que intentan escapar de la cruda realidad, de un asesinato que podría desmembrar su relación clandestina y por supuesto, arrebatarles la vida en la alta sociedad del Madrid de la época. Juan trabaja como profesor en la universidad y ella está casada con un rico burgués.

Hay que destacar varios aspectos que hacen grande a esta película. El primero es el reparto, Lucía Bosé está inconmensurable, una diva perfecta de cualquier película de Hollywood, unos planos que resaltan su delicada belleza, su interpretación es magnífica. Egoísta, temerosa, altiva. Alberto Closas, ese profesor que suspende a su alumna por estar bajo la presión de la culpa, tan bien actuado, es esa figura que pone el contrapunto al personaje de María José, obsesionada por aferrarse a sus joyas, sus fiestas en la alta sociedad y sus viajes al extranjero con un marido que no parece percatarse de su affaire con Juan. Pero si hay un personaje que se roba todos los planos de mayor suspense e intriga, es el interpretado por Carlos Casaravilla que da vida a Rafa, un personaje molesto que chantajea constantemente a María José, insinuando que lo sabe todo, la relación extramatrimonial y también el suceso con el ciclista. De diez la escena al piano.

No se puede pasar por alto, la fotografía impecable y las escenas rodadas con el pulso del mismísimo Alfred Hitchcock. Hay que destacar esa maravillosa escena, digna de ser la protagonista de una Masterclass de cine, dónde aparece Rafa hablando con los distintos personajes de la película, mientras que se funde con las imágenes de una bailaora de flamenco y la música que lo envuelve todo. El espectador nunca sabrá que comenta Rafa a cada personaje y la tensión que se masculla en la escena es espectacular, además de la belleza de las imágenes.

Juan Antonio Bardem influenciado por Michelangelo Antonioni, abrió un nuevo cine con aire italiano al cine patrio y fue en Cannes donde se llevó todo el aplauso de la crítica. No obstante, en España tuvo que lidiar con la censura franquista y por ser considerada una película que fomentaba las revueltas estudiantiles y el adulterio.

Es importante tener en cuenta el contexto de la época, Juan es profesor universitario, debido al suspenso injusto que comete, lo estudiantes convocan una manifestación a las puertas de la facultad. Esto hará que Juan, envuelto en ese huracán de emociones y conflicto moral, decida gracias al impulso de la bravura estudiantil tomar una decisión al respecto a la muerte del ciclista.

El final de la película cierra con metáfora y simbología mediante, un broche perfecto a una película redonda del cineasta español.

Si os faltan los clásicos para ver y no sabéis por dónde empezar, “Muerte de un ciclista” es una genial propuesta. No defraudará a nadie.

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