«Drácula, luz de mi vida»: una notable novela española que reinterpreta el mito

Por Horacio Otheguy Riveira

Podría decirse que no hay nada más difícil que reinterpretar un mito tan poderoso como Drácula, reinventado en multitud de modos vampíricos en la literatura, el cine, la televisión… Sin embargo, aquí está la versión jamás imaginada, la verdad nunca antes expresada, la revelación de revelaciones, bañada de erotismo, escatología, bisexualidad mordisco a mordisco y mucho sentido del humor. Una unión con aroma británico (de hecho hay un homenaje a Oscar Wilde) pero en realidad escrita por un español, Alfredo Baranda, que asume en primera persona la voz del Conde Drácula que da a Bram Stoker la ocasión de ser su negro predilecto, después de desechar a Wilde y otros célebres candidatos.

La obra comienza rauda y segura de sí misma. Abre un camino donde la incertidumbre y la novedad se dan cita y consolidan un proyecto que no decepcionará:

 

 

«Drácula, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Drá-cu-la: la punta de la lengua emprende un viaje…

29 de abril de 1897. Ese día, a las 9:26  a. m. salía a la luz, calentito aún y húmedo de tinta, el primer ejemplar impreso de ese infumable bodrio victoriano que Bram Stoker y yo pergeñamos en apenas unos meses, y en el que por primera vez aparecía el nombre que me habría de acompañar durante el resto de mi vida: Drácula. Pasan los años, las décadas, los siglos y me sigue gustando su tenebrosa sonoridad, sus ecos lúgubres, la acústica subterránea que se desprende al pronunciarlo. Drá-cu-la. ¿No me digas que no es eufónico?

Todos los grandes pensadores han hallado una conexión profunda entre ética y estética, o, para ser más precisos entre la Belleza y el Bien, entre la Fealdad y el Mal. Malo/Feo, Bueno/Hermoso. (…) El vampiro se rige por esas cláusulas sin haberse puesto a razonar sobre ellas. Lo hace porque sí. Sin más. Debe haber belleza en sus actos. Punto. Solo la belleza los justifica y los hace posibles. Belleza. Belleza. Ese es el criterio último, el argumento infalible. La justificación, si la necesitara».

 

«El señor Stoker tenía una sangre viscosa, de un color rojo intenso, casi escarlata. Olía mal y sabía aún peor, como todas las sangres sifilíticas. Pero era nutritiva. Un verdadero reconstituyente. La de su esposa, sin embargo, era una sangre ligera, muy aromática, casi dulce; pero de muy baja calidad alimenticia, contradicciones típicas. Cada uno me amó a su manera».

 

Nosferatu, el monstruoso vampiro, película muda de 1922 del alemán Friedrich Wilhelm Murnau, no solo es un clásico incomparable —a años luz de todos los apuestos Drácula que ha dado el cine—, sobre todo es el preferido del auténtico aristócrata no-muerto que protagoniza esta novela. Y su protagonista, sin duda el preferido del filosófico vampiro, Max Schreck. Ambos unidos en una exhibición del potente arte expresionista.

 

 

 

Entre sus amantes dedica varias páginas a la última emperatriz de Europa, mundialmente conocida como Sissi:

«Desconcertante y arrebatadora Elizabeth Amalie Eugenie de Wittelsbach, duquesa de Baviera, reina absoluta del embeleso y el desvarío que me amó con pasión desordenada. ¿Pasión desordenada? Como si fuera posible una pasión sin desorden.

(…) ¡Oh, Dios, aquel olor! Era algo tan complejo, tan inhumano. Los dientes se clavaban, se iban clavando con lentitud en la carne, administrando el tiempo, sin dejarse llevar por la urgencia, porque aquí no podía, no debía haberla. La sima esta dos milímetros por debajo de la epidermis. Mis dientes perforaban hasta llegar al abismo en el que la sangre se ponía a brotar tímidamente. Sorbía sin prisa. La sangre refrescaba tanto mis labios como mi espíritu. Sissi, que aún no había salido del sopor provocado por la primera succión, se estremecía ante el empuje sostenido de los dientes sobre su cuello. Salía de un sueño apacible para entrar en otro mucho más convulso y placentero. Comenzaba a oír sus jadeos, que, al principio no eran más que un suspiro tenue, pero que iban ganando en intensidad y espesor y se iban haciendo profundos, tensos, prolongados, la boca muy abierta como si quisiera cambiar el aire que le faltaba por la felicidad que le sobraba… Un orgasmo metafísico, un éxtasis que tenía mucho más que ver con lo místico que con lo sexual. Así es como lo experimentaba ella, y me temo que la mayor parte de mis… víctimas, de mis afortunadas víctimas».

Drácula, luz de mi vida, un diálogo minado de confesiones al lector, tras un personaje que desvelará su condición en el tramo final. Un secreto, una sorpresa, un golpe de efecto que hace posible la zona de misterio más profunda que encierra la novela, la que cada lector desarrolle en su imaginación, ya que al final comienza otra novela que aún nadie ha escrito, pero que puede imaginarse libremente.

 

Alfredo Baranda (Baltanás, Palencia, 1958)

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha desarrollado su profesión en el mundo de la publicidad y en varios medios de comunicación. Tiene publicadas las novelas Apoteosis del cardo borriquero (2003), finalista del Premio Tigre Juan, y Vendrá la muerte y tendrá sus ojos (2012). En 2018, logró con Drácula, luz de mi vida el XI Premio Tristana de Novela Fantástica que convoca el Ayuntamiento de Santander.

 

El vampirismo cuenta con numerosos fans e incluso un mercado de recuerdos tan potentes como este cuadro en venta, promocionado tal y como se ve en la foto, para decorar un salón. A poco que uno pasee por las redes encontrará toda clase de souvenirs entre lo gótico y lo cutre para todos los gustos.

Drácula, luz de mi vida, de Alfredo Baranda expone un mundo de turbulencias y felicidad, de víctimas que deben morir y de víctimas dichosas de haber conocido el néctar. Una serie de pasiones más allá de la vida y la muerte donde la exultante sexualidad ignora las ardientes necesidades genitales: todo está en la boca, los colmillos y el delicioso frenesí que provocan las mil y una cadencias de la sangre.

Tango del arcángel, óleo sobre lienzo de Kees van Dongen  [1877 – 1968].
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Otras lecturas interesantes:

Vampiros en la literatura, Wikipedia

Drácula. Biografía no autorizada, de Ramón Paso, ESCENA en CULTURAMAS

Antes de Drácula: La ciudad vampiro

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