El Tour como ficción 2023 (Día de los Inocentes). Ropavieja de la temporada ciclista
Queridos lectores, ante todo, os deseamos que vuestra Navidad vaya viento en popa. Que os empapéis del espíritu navideño, pero del verdadero, no de aquel que reside en la desmesurada loa al consumismo y a la banalidad de nuestros tiempos y del que tenemos varios casos. Mencionaremos dos: primero, el eterno carrusel de regalos en el que nos animan a sumergirnos, desgajando el acto de regalar de su esencia desprendida y generosa, y, además, supeditándolo a un pálido reflejo de lo que debería ser la comunión de todo el género humano; segundo, las disparatadas luchas entre diferentes ciudades españolas por erigirse en la población con mayor cantidad de decoración navideña, disputas jaleadas por no pocos medios de comunicación y que no nos enriquecen en nada, ya que, pese al filtro costumbrista y lúdico por el que son pasadas, en realidad aniquilan cualquier atisbo de trascendencia al reducir la Navidad a un mero carnaval de lucecitas que no dicen nada. El verdadero espíritu de la Navidad reside, tal y como ha indicado Juan Manuel de Prada los últimos años, siguiendo a Chesterton, en un «trastorno del universo», en la conciencia de «la fragilidad de un niño que llora en el pesebre»: este trastorno, esta fragilidad, es el hecho que nos invita a reunirnos con nuestros semejantes, a festejar la memoria de lo que fue —la infancia pasada— y la promesa del porvenir —la infancia que brota a nuestro alrededor—. Como dijo hace un par de años mi compañero Luis, mente volteriana y galdosiana, «una de las razones del enorme éxito del cristianismo» era el hecho de que nos hace rememorar «lo que hay de divino o de extraordinario en cada uno de nosotros»: en el recuerdo del nacimiento de Jesús cada uno de nosotros encuentra, a través de la comunidad, de la confraternidad, lo único en lo cotidiano, lo «extraordinario común» que suele esconderse en la inocencia de la infancia, y que, con el paso de los años, parece disgregarse en lo «común grisáceo». Quizás un ejemplo paradigmático de todo esto esté en las peripecias del protagonista de Qué bello es vivir, George Bailey, el americano medio y bonachón interpretado por James Stewart.
Desde este punto de vista, podría argüirse que el Día de los Inocentes se ha convertido, con el paso del tiempo, en un éxtasis de lo «extraordinario común», aunque para ello, para dejar atrás lo «común grisáceo», se haya servido de una estrategia muy particular. En anteriores entregas de esta crónica se han comentado las razones que dieron lugar a esta paradójica festividad: se ha comentado cómo la confusión y la falta de fuentes históricas dio pie a que lo inverosímil se instalara en la realidad; se ha coqueteado con la idea de que estemos ante el primer episodio dramático de un modelo de conducta que ha intentado ser imitado por muchos otros después de Cristo; pero, sobre todo, se ha hecho hincapié en cómo, si bien partió de un episodio marcado por la fatalidad, adquirió un componente humorístico. Es el humor lo que ha llevado a que el Día de los Inocentes sea una celebración de lo «extraordinario común»: el humor permite que el sinsentido sea asumido y que determinados fenómenos puedan mostrar su belleza, una belleza que el resto de los días del año tan solo puede ser interpretada por los niños, es decir, por aquellos capaces de poner al mismo nivel lo cotidiano y lo inesperado.
El Día de los Inocentes encaja perfectamente con el tono festivo de nuestro especial. Ya saben ustedes: estamos en el reino de la ficcionalización, la cual sigue campando a sus anchas con la contrarreloj que Jonas Vingegaard nos regaló el pasado Tour de Francia. La ficción también nos confortó en la Vuelta a España con el espectáculo del trío jumbero, que tuvo como colofón el triunfo del americano medio y bonachón, esta vez encarnado por Sepp Kuss, quien, no lo olvidemos, estaba corriendo su tercera gran vuelta en el mismo año. Sin duda, ¡un ángel ganó sus alas! Una vez acabó la película, el bueno de Primoz Roglič decidió abandonar el equipo, lo que dejó un vacío enorme en el equipo más poderoso del ciclismo actual. ¿Cuál fue la respuesta de Jumbo? ¿El polémico fichaje del veinteañero Cian Uijtdebroeks? No. ¿La sorprendente incorporación del militar de la fuerza aérea holandesa Bart Lemmen? Tampoco. ¿La obtención de un nuevo patrocinador? Ni por asomo. Jumbo, tras la convulsa escritura a lo largo del mes de julio de El Tour como ficción 2023, quiso transmitirnos su apoyo ante el incomprensible rechazo de nuestra solicitud de acreditación para el Grand Départ bilbaíno. En esa primera conversación surgió la opción de subsanar tal afrenta con nuestra participación, como parte del gabinete de prensa, en la salida florentina del Tour 2024. Durante la Vuelta las reuniones se multiplicaron para cerrar los flecos del acuerdo, pero todo cambió durante el transcurso de la etapa que finalizó en Bejes. A tenor de una serie de mensajes que no recibieron contestación, llegamos a pensar que nuestro sueño infantil se había venido abajo, pero en un golpe de timón pocas veces visto, quizás provocado por el infarto sufrido por el gregario Van Hooydonck y por el malestar reinante entre Vingegaard, Roglič y Kuss, la propuesta fue modificada: Jumbo necesitaba cubrir dos bajas con el fichaje de un dúo proveniente de un ámbito profesional ajeno al ciclismo, maestro de la ficcionalización, capaz de hacer olvidar la serie de insólitos acontecimientos de 2023 con la creación de un nuevo marco narrativo. Sí, suponen bien: la próxima temporada pasaremos a participar de algunas de las gestas que hemos narrado: así que no descarten para nada que yo acabe la temporada con más victorias que Wout van Aert o que Luis sea capaz de hundir a Tadej Pogačar tanto en la montaña como en el llano. Por el momento, se ha confirmado su calendario, enfocado a rendir al máximo en el Tour de Francia y en el Campeonato Mundial.
Este suceso extraordinario que protagonizamos es mucho más común de lo que creen en el mundo mundial, que diría Elvira Lindo. Para demostrar que nuestro flamante fichaje no chirría en absoluto y que, pese a su inverosimilitud, encaja perfectamente dentro de lo esperable, he decidido recurrir este año a lo que Luis, en diversas charlas que hemos mantenido tras nuestra primera concentración en altura, denominó «ropavieja de la temporada ciclista». Una selección de las mejores declaraciones y momentos que este año ha deparado: ¿qué mejor que los propios deportistas para que ustedes, queridos lectores, rechacen la maldita idea de que están ante una inocentada más? Tras leer las siguientes informaciones su estómago podrá digerir otro caso más de lo «extraordinario común».
Comencemos con las declaraciones:
Una de las últimas noticias de 2023 nos la regaló el veterano Geraint Thomas. Tan solo una excepcional cronoescalada de Roglič el último día de competición pudo evitar que ganara el Giro de Italia. En noviembre un achispado Thomas declaró en una entrevista al Times: «Creo que he estado borracho 12 de 14 noches. Necesitaba un festín […]. No sé si es una mentalidad británica o australiana la cultura de salir y emborracharte cuando eres joven. Es la forma de socializar, vas al pub, te encuentras con tus amigos, te tomas unas pintas y te vas a casa. Y es un efecto instantáneo que bebes, quieres comer y al día siguiente quieres algo salado o bacon o similar». Sus palabras darían para un comentario de Jesús G. Maestro sobre el mundo anglosajón.
Ahora bien, al menos Thomas confiesa cómo desconecta y habla del maridaje entre bacon y unas pintas. Otros hacen su crítica gastronómica en plena temporada e, incluso, nos proporcionan el secreto de sus éxitos. Jonas Vingegaard manifestó en pleno Tour que vence a la fatiga gracias a un brebaje mágico que no es otro que el zumo de remolacha con cerezas y sandía. Para no ser menos, Remco Evenepoel, poco antes de la Crono de las Naciones, una de las últimas pruebas del curso, describió su desayuno, superior a los de sus insignes colegas de pelotón y absolutamente pantagruélico: «He comido lo mismo antes de cada contrarreloj desde que era junior: unos panes con mermelada, un plátano, un poco de miel, medio litro de Fanta y un poco de fiambre de pollo. Terminó siendo una buena comida para preparar una contrarreloj ya que, cuando la como, casi nunca me bajo del podio. En cuanto a la mermelada, siempre la quiero de frambuesa. Hay muchas veces en la que nuestro masajista tiene que ir a comprarla al supermercado el día antes de la crono porque es muy importante». Ya sabemos qué mermelada es innegociable para arramblar con todo.
Evenepoel no ha cejado en todo el año de regalar declaraciones descacharrantes. Mientras Vingegaard y Pogačar luchaban, el belga, ufano, comentó lo siguiente: «Si miramos los datos de vatios por kilo, Pogačar y Vingegaard han mostrado cifras en el Tour que yo ya he logrado». Es cierto que Remco rebajó el tono de sus palabras —«ahora soy yo el que tiene que trabajar duro para acercarme a ellos»—, pero el uso del adverbio de tiempo y del pretérito perfecto revela hasta qué punto las ilusiones se confunden con las realidades. En la misma línea pueden interpretarse las declaraciones de Evenepoel al acabar la octava etapa de la Vuelta a España, que perdió al ser batido en el esprín por Primoz Roglič: «No sabía que estaba esprintando para ganar la etapa». Por eso, conocedor de su superioridad, decidió regalar la bonificación a un rival tan inofensivo como el esloveno. Como decíamos, el embeleco de Evenepoel terminó con su blancazo el día del Tourmalet. Quizás la historia cambie en 2024. Lo que no cambiará es su arrogancia.
Si hablamos de arrogancia, un nombre que sale a la palestra es el de Chris Froome. Recordemos que el otrora campeón no fue seleccionado para correr el Tour de Francia y que, pocos días después, decidió acudir como invitado al podcast de Lance Armstrong. Froome se pasó todo el año exponiendo los motivos de su bajón de rendimiento y se ha embarcado en una absurda cruzada cuyo verdadero objetivo es justificar lo increíble de toda su trayectoria. Destacamos aquí una nueva causa que puede sumarse a las ya narradas el Día de los Inocentes de 2021 —entonces Luis expuso cómo el cansancio crónico movió al británico a hacerse unas pruebas que revelaron el regreso de la malvada bilharcia… justo cuando corría el Tour de Francia—. En una entrevista concedida a El País, Froome achacó su actual nivel a lo siguiente: «Me sentó muy mal que el equipo no me seleccionara la pasada edición, pero esa frustración me obligó a reflexionar. Algo no funcionaba en mí. Me dolía mucho la espalda. Quería pensar que eran cosas de los años, que la edad quería ponerse al día conmigo, pero comparé las medidas de mis pinarellos de cuando estaba en el Sky y vi que con el Israel corría más estirado, con el sillín tres centímetros más retrasado, una burrada. Y ahí nacía el dolor lumbar». Cabría preguntarse qué fue de los platos ovalados que tan publicitados fueron durante su reinado y de los que, por cierto, no dice nada. No se preocupen, el año que viene Chris y Luis se disputarán el maillot amarillo camino de Isola 2000.
Enric Mas, a propósito del ataque de Vingegaard en Bejes, dio una clase maestra de humorismo ciclista, al exponer cómo ante un ataque del último ganador del Tour de Francia se ha de disponer de un gregario. Nada de salir en persona: «Y nada, hoy, pues, si hubiéramos tenido un hombre ahí hubiésemos podido acercar la carrera para poder disputar la etapa, pero ha sido imposible […] Eso es [sobre Vingegaard]. Es un ganador, como yo creo que estamos todos o somos todos. Pero le han dado un metro y mira…». ¿Jardiel mezclado con García Márquez?
Para concluir esta ropavieja, pasamos a mostrarles las imágenes más emblemáticas del año ciclista, las cuáles exponen la raíz de todo esto de lo «extraordinario común». Dada nuestra preocupación por la historia de la literatura, hemos decidido presentárselas acompañando a las fotografías de un título y de una pequeña coda de carácter pedagógico, con lo que intentamos homenajear, en la medida de lo posible, a los libros de emblemas.
Los momentos:
— El hombre tranquilo o la flema británica
La secuencia del cambio de bicicleta de Gearint Thomas en la cronoescalada al Monte Lussari del Giro 2023. Thomas, con la calma, piensa más en las fiestas otoñales que en la posibilidad de perder el Giro por apenas 14 segundos.
—Parábola de la higuera sin fruto
Pasó desapercibida, pero es la imagen más potente del Mundial de Glasgow. Tadej Pogačar departiendo con Rien Schuurhuis, ciclista del Vaticano. ¿De qué hablaron? ¿Qué podía buscar el Rey Minero de este representante de la Iglesia? ¿Recetas divinas para contrarrestar el poder del zumo de remolacha? ¿Algún tipo de enseñanza para planificar la próxima temporada?
—El gran carnaval
La organización de la Vuelta a España decidió trasladar la línea de meta de la novena etapa. ¿Para qué pintar una línea si se tienen conos? El cono como unidad de medida. El cono como símbolo del deporte. El cono como dos puntos que encierran el infinito. El cono es bochorno único, belleza cotidiana, improvisación. Lector, sea usted cono.
—El enterrador
Este mote, acuñado en Parlamento ciclista, pertenece al portugués Joao Almeida, el ciclista capaz de quedarse en una etapa de montaña a más de 90 kilómetros de meta, rodar en solitario y únicamente perder algo menos de siete minutos en meta, apenas superado por otros catorce corredores. Si Almeida hubiera nacido a principio del siglo XX, hubiera sido uno de los primeros grandes campeones del ciclismo.
—La extraña pareja o sobre el agua y el aceite
El ciclismo es capaz de juntar a dos personajes muy ajenos el uno del otro: Van der Poel —el actual campeón del mundo— y Almeida, pero el otro, el alcalde de Madrid. Los dos rodando juntos. Sin esta fuente histórica en forma de fotografía ustedes jamás hubieran creído en la veracidad del suceso, en la realidad de una paradoja que incide aún más en la tendencia hacia la autoparodia que nos rodea. Tal vez la imagen sintetice las trayectorias de dos personajes enfrascados en aquello del «camino del héroe».
En fin, queridos lectores, les deseamos feliz Navidad y feliz Año Nuevo. Nos reencontraremos, si Dios quiere, en junio, gracias a lo «extraordinario común». Pero no quiero finalizar sin detenerme en la gran inocentada, ya comentada en entregas anteriores: el caso del ciclista André Cardoso. Acuérdense de que la UCI le sancionó cuatro años por dopaje pese a que el contranálisis arrojó un resultado no concluyente. Cardoso salió de su jubilación forzosa y volvió a competir en 2021. Esta temporada su mejor clasificación ha sido una sexta posición en la segunda etapa de Aziz Shusha, carrera que se disputa en Azerbaiyán. Reflexionen sobre ello, sobre lo que hay detrás de ello, mientras comen polvorones, preparan reuniones familiares y leen sobre fichajes disparatados, dietas gastronómicas y situaciones inesperadas.
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