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«Juana la loca», interpretada por Nicolás Pérez Costa: ejercicio antiguo y posmoderno a la vez

Horacio Otheguy Riveira.

Antiguo, por cuanto el autor-director da una visión de Juana de Castilla ya perimida, según valiosos testimonios de historiadores. La loca: una de tantas mujeres cultas con poderes bien asentados, incapacitada por padre e hijo, Fernando el Católico y Carlos V de Alemania y I de España, codiciosos y al mismo tiempo obligados por circunstancias económicas en tiempos de patriarcado absoluto, excepto con la madre de Juana, Isabel la Católica, que nada hizo por proteger del abandono y las humillaciones a su hija. Figurones que se quedaron con todo y la encerraron, después que disfrutara al marido impuesto, un joven de gran capacidad amatoria con quien la casan virgen a los 16 años, Felipe el Hermoso, conde de Flandes que pasa a ser Rey de Castilla, y según las crónicas machistas de la época, «ella enloquece al verle trajinar a cuanta mujer se le cruzara».

En 1948, Juan de Orduña, realizó la película Locura de amor, versión de la obra teatral de Tamayo y Baus de 1855. Esta película hizo popularísima (secuestrándola en un registro único) a Aurora Bautista: una visión masculina que reproduce una imagen ramplona del sexo femenino al que «urgía proteger de los desvaríos de sus pasiones».

Por lo tanto, esta Juana la loca, reproduce aquel tratamiento, aunque novedosa en la concepción, a cargo de un hombre, el actor Nicolás Pérez Costa, que, sin dejar de asumir a la Reina de Castilla encerrada en una torre en Tordesillas (Valladolid), también interpreta brevemente a su marido, a Isabel la Católica, y a otros personajes de menor trascendencia. Todo lo hace con disciplina estricta de un hombre de teatro con experiencia amplia, sobre todo como actor-director de textos de autores consagrados. Se rompe entre tonalidades variadas, se reconstruye, asciende a lúcidas reflexiones de la reina abandonada y baja a ras de vaginas y vulvas, orgasmos y jubilosas erecciones, entre otras revelaciones sexuales con un lenguaje directo, que alterna con cierto clímax de aquel tiempo, ya que Juana vivió de 1479 a 1555.

Para un espectáculo de 60 minutos, la proeza del actor despliega gran esfuerzo psicofísico, que el autor-director no aprovecha del todo, pues al reducir el texto —y el periodo histórico abarcado— a tan pocos elementos, el resultado acaba resultando cansino. Hay muchísimo material revisionista que no se ha tenido en cuenta, de modo que nos queda una lastimera mujer acosada por los fantasmas de una sexualidad desbordante en plena efervescencia adolescente. De este modo, muchos temas de interés quedan fuera, tales como intrigas palaciegas, tramas políticas de gran alcance y muchos otros procesos dolorosos. Todo queda en manos, la voz y el cuerpo de un actor de interesantes recursos, que a falta de mejor dramaturgia, no brilla como debiera, si bien la iluminación, el vestuario y el maquillaje tienen un logro añadido a tener en cuenta.

 

 

 

 

Dramaturgia: Pepe Cibrián

Reparto: Nicolás Pérez Costa

Vestuario: Alfredo Miranda

Coordinación artística: Juani Ge

Producción: Tío caracoles

TEATROS LUCHANA

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One thought on “«Juana la loca», interpretada por Nicolás Pérez Costa: ejercicio antiguo y posmoderno a la vez

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