El mundo de ayer», la autobiografía de Stefan Zweig y un conmovedor retrato de la Europa entre guerras
PILAR M. MANZANARES.
«Nunca he dado tanta importancia a mi persona como para sentirme atraído por la idea de contar las historias de mi vida a otros» son las palabras con las que Stefan Zweig se “excusa” por relatar su nostálgico testimonio de la desintegración de Europa.
El mundo de ayer es su última obra, una autobiografía escrita en el exilio, poco antes de morir, y en la que el escritor austriaco describe el periodo de entreguerras, el auge del nazismo y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Zweig, con brillantez cómo la diversidad cultural europea había sucumbido a los nacionalismos y retrocedía bajo su yugo. Las ilustraciones de Samuel Castaño hacen referencia, no a momentos específicos del libro, sino a un panorama más general de las ciudades y las personas que pudo cruzarse Zweig en sus recorridos durante los años narrados; reflejan personajes melancólicos, solitarios, afectados por lo que están viviendo.
Una obra imprescindible que permite analizar el pasado a través de las excelentes reflexiones de uno de los intelectuales más importantes del siglo XX.
Stefan Zweig (Viena, 1881 – Petrópolis, 1942) es uno de los autores más leídos de la primera mitad del S.XX. Hoy en día, recordamos a Stefan Zweig por ser un testigo y cronista excepcional del derrumbe del orden social y político de la Europa de su época, así como por tener la capacidad para describir la intensidad de las emociones humanas.
Con la publicación de Carta de una desconocida, Momentos estelares de la humanidad, Mendel, el de los libros, Novela de ajedrez y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Stefan Zweig muestra en cada una de estos títulos una faceta distinta como autor, y por esta razón, la editorial ha enfocado la línea gráfica de cada libro de forma diferente, a través de la mirada de diferentes ilustradores. Cada uno de ellos propone una visión distinta del autor, pero todos tienen un objetivo común: trasladar su obra a un nuevo imaginario y, a la vez, respetar su esencia.