Turbadores encuentros entre una muchacha ciega y “El lector por horas”
Horacio Otheguy Riveira.
La literatura y el teatro, la lectura, el lector y la oyente, la que escucha todo, y cada uno interpreta a su manera lo que las palabras articulan desde el papel. Cadencia de voces, vocalizaciones frías o bien templadas, respiraciones ajustadas y de las otras, a ciegas y con ojos abiertos, temblores pausados, amplios y confortables sillones de casa de ricos en una pertinaz penumbra que nos guía y acompaña, a tal punto que en los breves oscuros por donde circulan los intérpretes para reubicarse, sus vagas siluetas nos sugieren secretos que se irán expresando a medida que avanzan las escenas. Lo hacen en breves secuencias con un tratamiento escénico que nos mantiene en vilo.
Oscura intriga, si bien cada lector/espectador la hace suya libremente. Tal la apuesta, dirigida con la minuciosidad, el sosiego cautivador propio de Carles Alfaro (Vania, La vida es sueño, Ojos que no ven, Atchúusss!!!), también responsable de la iluminación con una fantástica variedad de matices, casi siempre en penumbras. Todo con una música creada por Joan Cerveró que ahonda el carácter gótico, con un seguimiento sutil de inquietantes emociones, sumergidos personajes y espectadores en un salón con paredes pobladas de libros que no vemos, de los cuales surgirán obras maestras que el hombre contratado leerá. Un hombre que irá desvelando, a pesar suyo, turbios aspectos de su vida, ante la mirada asombrada y el cuerpo anhelante de la joven que no le ve, pero que es capaz de ir más allá de lo que le lee, pues siempre hacemos nuestras las historias que se asoman como niños asustados, alegres o temibles, de las letras impresas.
De cada escritor surgen perlas efímeras para que los escuchantes tanteen su propia vida; para que se apropien de los misterios que entrecruzan los habitantes de una casa que nunca supo ser un hogar.
Todo el entramado da para mucho análisis, muy bien desarrollado por el filólogo y profesor Pérez Rasilla en la edición de Austral. Una serie de interpretaciones filosófico-estéticas-semióticas; de tal densidad está nutrida esta obra maestra del teatro, estructurada con tan rica dimensión escénica que el director Carles Alfaro supo dejar a un lado lo que pudiera entorpecer el abismo emocional que la gran aventura del teatro sumado a la literatura puede dar de sí. La experiencia, muy íntima, sensorial, con una patina de extraño erotismo, empieza con un párrafo de Justine (primera novela del Cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell) y termina con una pregunta insólita del personaje, de pronto escritor: “¿Quién crees que soy en mi novela: el asesino o la víctima?”…
En definitiva, un inquietante mar de sugerencias en un espectáculo fabuloso que se estrenó en el Centro Dramático Nacional en 1999. Y ahora, tantos años después, revive como toda pieza magistral que mejora con el tiempo, aportando nuevas y poderosas razones para ver, escuchar, aplaudir.
En un variable juego de dominación y sumisión, sus relaciones parecen tejer y destejer una trama de enigmas, que el público deberá descifrar —si lo necesita—, quizás apoyándose en los fragmentos leídos de Durrell, Lampedusa, Conrad, Flaubert, Schnitzler, Rulfo…, huéspedes también de la nutrida e intimidante biblioteca en que transcurre la acción. José Sanchis Sinisterra.
EL LECTOR POR HORAS
Autoría: José Sanchis Sinisterra
Dirección: Carles Alfaro
Reparto: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins
Escenografía: Carles Alfaro y Luis Crespo
Iluminación: Carles Alfaro
Vestuario: Nídia Tusal
Sonido: Carles Alfaro y Oscar Villar
Composición musical: Joan Cerveró
Vídeo: Francesc Isern
Caracterización: Núria Llunell
Fotografía y vídeo promocional: Kiku Piñol
Ayudantía de dirección: Iban Beltrán
Agradecimientos: ONCE Catalunya Una producción de la Sala Beckett, el Teatro de La Abadía y el Institut Valencià de Cultura Con la colaboración del Festival de Otoño de Madrid