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‘Plegaria para pirómanos’, de Eloy Tizón

PABLO LLANOS.

A estas alturas de la historia de la literatura española, recomendar un libro de relatos de Eloy Tizón es casi un tópico literario, algo que dificulta la tarea de reseñarlo. Por suerte, es algo que no ocurre todos las años, ya que el escritor madrileño ha acostumbrado a sus lectores a que sus recopilaciones de relatos asomen por las librerías con una cadencia próxima a los diez años Pero aquí estoy, escribiendo unas notas sobre su reciente recopilación de cuentos, “Plegaria para pirómanos” (Páginas de Espuma), una obra que culmina, por ahora, el trabajo en el mundo del relato de Eloy Tizón, que comenzó en 1992, cuando vio la luz su celebrado “Velocidad de los jardines”, en 2006, “Parpadeos” y “Técnicas de Iluminación” en 2013 (quizás el mejor de sus trabajos) y ahora, en 2023, Páginas de Espuma publica su nueva obra.

Es complicado hacer un análisis de un libro de relatos de Eloy Tizón sin caer en el tópico de decir que sus narraciones son poesía y que el autor cabalga entre el mundo del cuento y de la prosa. Sin embargo, voy a aprovechar la lectura de “Plegaria para pirómanos”, para adentrarme en este aspecto de su escritura: su narratividad poética.

El libro comienza con el relato titulado “Grafía”. Un hombre llamado Erizo recibe el misterioso encargo de realizar un prólogo de una escritora superventas. Nos encontramos con el texto más narrativo de la recopilación a diferencia de sus anteriores obras donde los relatos más narrativos eran los últimos. Pero cuidado, ya en este primer relato nos encontramos a un Eloy poeta más experimental que ejecuta técnicas narrativas vanguardistas, explora una estética citacional, apoyando la narración en epígrafes que, sin complejos, explica al final del relato.

En “El fango que suspira” nos volvemos a encontrar con un Erizo transformado ahora en guionista, que llega a su casa y se encuentra con que su vecina a muerto. A partir de ahí nos encontramos con un inventario de cosas por hacer cuando uno muere. Una lírica visión de la muerte más burocrática, cancelar cuentas, gestionar seguros.

Erizo es el protagonista de algunos de los relatos (Grafía, Agudeza, Ni siquiera monstruos, Cárpatos). En otros se le interpela (El fango que suspira), o se le nombra (Anisópteros), dejando solo dos relatos en los que no aparece de ninguna manera. No es el único juego de personajes o de referencias entre unos cuentos y otros.

El tercer fragmento del libro, titulado “Agudeza”, contiene una trama casi imperceptible sobre un segundo mejor amigo y unas lentillas o sobre una ruptura en un restaurante, y nos volvemos encontrar con Erizo. También nos vemos ante un cambio de narrador, un estribillo que se repite, como si se tratase de un poema: «Tengo un grifo mental que no se cierra nunca.» Nos topamos con un Eloy Tizón posmoderno, poscuentista, dispuesto a utilizar la ironía y el humor para reírse de sí mismo, de sus tramas livianas y fragmentadas.

Ya nos vamos dando cuenta de que Erizo aparece como un personaje difuso, que quiere y no quiere ser el protagonista, que parece a veces un alter ego del autor y en ocasiones un alter ego del lector. A veces desubicado geográficamente, otras veces no parece él mismo.

“Dichosos los ojos” es la siguiente parada para pirómanos, una fiesta de enumeraciones, un relato en una bella prosa poética en la que el Eloy Tizón de Velocidad de los Jardines se desata frente a sus lectores más fieles. Belleza hecha relato. Si en algo es un indiscutible maestro Eloy Tizón es en el arte de realizar enumeraciones más. Con ellas logra formar una corriente verbal que en la que fluye el relato. Leer las enumeraciones de Eloy provoca tal estado de evocación que uno siente que se ha sentado a desayunar en una mesa con Proust.

“Mi vida entre caníbales” es casi una fábula cortita con un narrador en primera persona del plural (un grupo de teatro femenino), alrededor de un suceso del que no sabemos nada.  Aquí tenemos un cuento diferente, distinto a lo que escribe Eloy, como si quisiera mostrar el backstage de sus relatos. 

La narradora de Anisópteros dice en su pasado haber sido novia de Erizo y haber pertenecido al grupo de teatro que protagoniza otro de los relatos (Dichosos los ojos). Una segunda lectura del libro proporciona un sinfín de intersecciones entre los relatos. Algunas incluso lingüísticas como la repetición de sentencias.

Erizo vuelve a la carga en el sexto cuento, “Ni siquiera los monstruos”. Desde un Detroit en capitalistas ruinas hasta una desconocida república africana nos encontramos con un Erizo fotógrafo encargado de hacer una foto. En este relato, como en los demás, vamos a encontrar una sutil sacudida de los géneros literarios. De todos los géneros literarios, la poesía siempre ha sido el más desencorsetado. El que más ha jugado a destruirse y reconstruirse, el género con menos complejos para experimentar, para probar nuevas fórmulas, hallazgos y técnicas. Es un gozo ver que en este último libro Eloy Tizón escribe ya sin complejos, sin disciplina para el malditismo, y aplica técnicas vanguardistas. Los aforismos y los poemas se distribuyen a lo largo de las páginas de Plegaria para Pirómanos y en especial en este relato.

Una voz femenina interpela sin parar a su marido, Magnes, en el siguiente relato “Anisópteros”. En el juego de intersecciones entre los relatos descubriremos que la narradora fue parte del grupo de teatro que protagoniza el quinto relato y más adelante, que tuvo un novio llamado Erizo. Un relato que es la antesala de una ruptura o del inicio de la escritura.  Como en casi todos los relatos del libro, en este encontramos ciertos párrafos casi ensayísticos y completamente metanarrativos en los que se reflexiona sobre la escritura y la literatura.

“Cárpatos” es el octavo texto del libro. Otra vez Erizo difuminado en la trama. Un relato delirante o lisérgico o ansiolítico en el que la visión del narrador y la del lector se funden bajo los efectos de la medicación. Son muchas las características propias de la poesía que pueden utilizarse en la prosa, más allá de las emociones y sensibilidades que se le atribuyen. En la narratividad de Eloy Tizón hay un aspecto poético, quizás más sutil: la verdad subjetiva que encierran los poemas y, en este caso, los relatos de Plegaria para Pirómanos. Esta subjetividad, esta invitación al lector a que complete el significado del cuento, pesa más en sus relatos que otras características más propias del género breve, como la trama, la estructura o los diálogos.

Ya en el primer relato del libro “Grafía”, Tizón nos adelanta el final en este juego metanarrativo que contiene el libro, «Más que un relato al uso, aspiro a que sea una carta (¿de despedida?). El cierre para un futuro libro.». “Confirmación del susurro”, el relato que cierra el libro, es una carta que Leonard Cohen (supuestamente, no se le nombra), escribe al amor de su vida, Marianne Ihlen y se transforma en un texto que se sacude los géneros y pasa de la epístola a la poesía el aforismo y roza el ensayo.

Es mucha la fuerza evocadora de las las imágenes que componen un relato de Eloy Tizón, tal es así que párrafos que hablen, por ejemplo, de la juventud del protagonista en una determinada época (ya sea del difuso Erizo o de Leonard Cohen) pueden llevar al lector a evocar su propia juventud, aunque la suya se desarrollara décadas antes o después. Eso provoca la prosa de Eloy Tizón: agujeros de gusano entre el narrador y el lector.

2 thoughts on “‘Plegaria para pirómanos’, de Eloy Tizón

  • Un artículo muy interesante para leer.
    Gracias por compartir este tipo de contenido, siempre es bueno leer información valiosa.

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  • Realmente aprecio el esfuerzo que has puesto en tu blog, presentando información detallada con tanta precisión. Muchas gracias por compartir

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