‘Las bostonianas’, de Henry James
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
Las bostonianas de Henry James es una obra de rabiosa actualidad.Un alegato a un feminismo que estaba intentando abrir una puerta y que nos permite no solo conocer el panorama político del siglo XIX, sino también la dificultad real que surge en la priorización de los afectos, más si estos están condicionados por unos límites culturales.
Henry James cumple el papel de escritor aristócrata y además muy admirado por otros nobles literarios como Borges o Julián Marías. Es por eso que sus obras quizás se insertan muy bien en las costumbres de su época. Pero también estas retratan como pocas todas esas tensiones sociales latentes que, como esta novela, ofrecen los dos relatos que se disputan de siempre la razón.
Las bostonianas juega en un peligroso triángulo de afectos. Por un lado, el inflexible Ransom, un aristócrata conservador venido a menos, por el otro se encuentra Oliver Chancellor, ferviente feminista y prima del anterior y, para completar el círculo, hallamos a Verena Tarrant, una hermosa joven que mueve la pasión de aquellos otros dos personajes de esta historia.
No se trata, al menos así lo veo yo, de una lectura de enredos sino de mostrar dos miradas que se alejan. Por el momento la mirada predominante, la que abomina de las nuevas ideas emancipadoras, la que prefiere que las cosas sigan como están, enmarcadas en unos privilegios, parece que se sale con la suya. La joven Verena, la misma que tantas esperanzas y anhelos había suscitado en Oliver, abandona las filas de la identidad feminista para embarcarse en lo irracional del impulso externo del deseo, ese mismo que encuentra acomodo en el nido social de su entorno.
Al final, parece que el amo ha vencido a la esclava. El amor triunfante entre Ramsom y Verena dejan desecha a Oliver, la postra ante el dolor acuciante producido por una herida en el corazón y que no supura. Siente que ha perdido a la amiga, que ha perdido a un amor pero, sobre todo, se siente consternada por haber perdido, entre todos estos políticos, periodistas y excéntricos estrafalarios que envuelven la trama, la consecución generacional al proyecto por el que lucha.
Siente, en definitiva, que está será una de las tantas veces que volverá a llorar por lo mismo. La lucha no es sencilla y los obstáculos siempre estarán ahí, lo único que queda claro es el ansían de dignidad.