Fragmentos volanderos

La ciencia como empresa épica

 

El hombre estudioso, señaladamente el científico, en el inicio de su carrera y por la misma naturaleza de la materia intelectual con que trabaja, concibe ese recorrido como una audaz empresa coronada por el éxito ─de otro modo no podría entregarse quizás a una labor tan ardua─. Y es más, en esta primera juventud científica se suele dar a sí mismo un anticipo de su éxito hasta el punto de que, cuando discute o se enfada con otros estudiosos, exige ser reconocido, no ya por lo que ha hecho ─que todavía no lo ha hecho─, sino por lo que va a hacer. Poco a poco se va dando cuenta, sin embargo, de la vastedad del universo en que ha puesto sus metas y va por ello colocando cada vez más sus esperanzas en límites más reducidos y al alcance, maldiciendo las fuerzas gastadas hasta entonces. No tarda además en percibir que, incluso restringiendo a un mínimo sus objetivos, su trabajo quedaría de todos modos incompleto. No ha llegado a descubrir ninguna llave que abra los “apretados cerrojos de las puertas de la Naturaleza” (por emplear la expresión de Lucrecio) y más frecuentemente le asalta un sentimiento de desazón. Así que, viejo ya, le embarga un verdadero descorazonamiento al constatar que toda una labor de años deviene en nada. (En los casos más optimistas piensa que tal vez su dedicación a estas grandes, y luego pequeñas, empresas no ha sido más que una especie de sistema personal de pasar la vida o darle sentido). En la orilla de al lado, un hombre de letras ─un poeta, un novelista─ no tiene este problema: le basta con hacer y hacer, porque su finalidad no es descubrir, sino precisamente hacer. Aquí, a lo sumo, puede haber sólo una diferenciación de grado con los demás en cuanto a la calidad de su producción (grado que el autor habitualmente no percibe, o percibe ─para su consuelo─ por elevación), pero no una ruleta rusa de sí o no, del todo o nada, como en el científico.

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“La ciencia ha devenido en un medio de la técnica” (J. Ellul)… Ahora es fundamentalmente una sierva de la técnica, una sierva de la construcción de aparatos, sobre todo de aparatos para la diversión, pues si te fijas bien, todos ellos –desde el coche hasta el televisor, el móvil o la inteligencia artificial- se convierten finalmente en instrumentos de Diversión. Scientia, ancilla otium… (Y esto en tiempos de paz; en tiempos de guerra son rápidamente reconvertidos en instrumentos de destrucción).

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La ciencia es admirable ya desde su nacimiento abriéndose paso entre la superstición, la religión, la política y la barbarie, con el esfuerzo, el sacrificio, muchas veces hasta la muerte, de hombres excelentes…, pero ahora, en esta sociedad del bienestar, hay que decir muy claramente ─porque está muy claro─ que desde el punto de vista humano, como mejora del hombre, los resultados son decepcionantes, cuando no un fracaso. El humano no ha sabido estar a la altura de la ciencia, de modo que con ella ─sobre todo en su versión técnica─ incluso corre el peligro de degradarse como persona.

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¿Dónde está aquel científico que pretendía una idea general del mundo, quizás una concepción colosal sobre la realidad? Como tenga que esperar a la ciencia para forjarme una idea del mundo, apañado voy… ¿Quién me dará una hipótesis sobre esta realidad en la que estoy y que estoy viviendo? Y así, ¿por qué resignarme a no saber nada de lo fundamental…? Todo lo que no sea correr por mi parte antes de morirme es tontería. Por tanto, no tendré más remedio que emplear la razón desnuda: haré filosofía.

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Ese saber instrumental –instrumento para unos fines a que se ha reducido la ciencia- sólo tiene sentido si persigue como meta evitar el dolor y las carencias humanas: sólo así se convierte en una empresa épica. Una concepción científica tendría que ser primeramente una ética y una estética.

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Bien es verdad que, aunque podamos despotricar todo lo queramos contra la ciencia, gracias a Dios nuestras vidas son ajenas a las fantasías de la Literatura y no de la Ciencia. ¿Podríamos imaginar a alguien educado exclusivamente en la Literatura? ¿Podríamos imaginar el tipo de deformidad que saldría de ahí?

 

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