‘Le dedico mi silencio’, de Mario Vargas Llosa
ANTONIO JORGE MEROÑO CAMPILLO.
Vuelve por sus fueros el Nobel peruano, próximo a cumplir los 90 años y lo hace con una novela que, según propia confesión, será la última, seguida de un ensayo sobre Sartre tras el que se retirará definitivamente el que, muerto Kundera, sea seguramente el mejor escritor vivo. Y vuelve con una obra que, sin estar entre las mejores suyas (las parió hace décadas y serían, a nuestro juicio, “La ciudad y los perros”, “Conversaciòn en la catedral” y “La guerra del fin del mundo”) merece nuestra atención.
En un Perú azotado por el terror de Sendero Luminoso, Toño Azpilcueta, un humilde estudioso de la música popular de su país, acude una noche a escuchar a un guitarrista del que su anfitrión le ha hablado maravillas. Se trata de Lalo Molfino, quien deja sin aliento al buen Toño, que se obsesiona con él. Poco después, al enterarse de su temprana muerte, y habiendo recibido un préstamo de su vecino al efecto, decide viajar a la tierra natal de Molfino para escribir un libro sobre él.
Así, asistimos en esta novela a un estudio sobre la música popuar del Perú, sobre todo el vals peruano, del que Vargas Llosa se declara un admirador. Molfino es un personaje ficticio, pero pululan por estas páginas verdaderas leyendas de la música latinoamericana, como Chabuca Granda, buscando nuestro autor una utopía que una definitivamente a su maltratado país, del que estuvo a punto de ser presidente, en torno al vals y otros ritmos, que servirían de aglutinante más allá de políticos corruptos, dictaduras o sembradores del terror.
Volviendo a Azpilcueta, hace su particular via crucis y escribe el libro, que promete ser un éxito, pero al final todo se malogra y acaba en un psiquiátrico tras una crisis nerviosa, siendo rescatado en un final algo precipitado por otra leyenda de la música popular de la que anduvo siempre enamorado y que es su mejor amiga fuera de un matrimonio convencional.
Vargas Llosa logra un texto bien ensamblado y entretenido, y respecto a su querencia por las utopías, una vez fracasadas la comunista y fascista, que tanta sangre han derramado, él abraza la neoliberal, que sólo trae desigualdades y pobreza para la mayoria, quedando para muchos nuestra modesta socialdemocracia, que aburrida y sin aventuras parece ser lo único que medio funciona.