Cabos sueltos: Interpretación lacaniana de “Diario de posguerra en Madrid 1943”
Por Mario Álvarez Porro.
Cuando el 19 de julio de 1936, Rafael Cansinos Assens se despide de Esposite, el poeta de La rosa de madera, estrechando su mano en un gesto de pésame tras constatar no solo la muerte de la República sino también de la Literatura, llegamos al desenlace de La novela de un literato, la gran obra memorialista de nuestra literatura sobre el primer tercio del pasado siglo, imprescindible para llegar a su plena comprensión más allá de lecturas simplistas y segadas sobre la historiografía de nuestra literatura a las que se nos ha acostumbrado. A partir de entonces, un enorme y ensordecedor manto de silencio cubrirá el nombre de su autor, y no será hasta los años ochenta, dos décadas después de su fallecimiento, que se publique en Alianza Editorial.
En los últimos tiempos, hay que destacar el ímprobo y denodado esfuerzo por rescatarlo del olvido al comenzar por parte de su hijo, Rafael Manuel, al frente de la Fundación Rafael Cansinos Assens y de ARCA EDICIONES, la ardua tarea de reeditar su tan ingente obra. Magnífico ejemplo de ello son las reediciones, por un lado, de La novela de un literato en 2022, recogiendo en un solo volumen las tres partes que lo componían con añadidos inéditos y un índice onomástico; y, por otro, el de los dos tomos que comprenden su escasamente conocida Obra crítica, en edición facsimilar este 2023.
En este mismo año, hemos podido asistir al fin a la publicación por vez primera de parte de los diarios de posguerra de Cansinos bajo el conciso título Diario de posguerra en Madrid 1943, a la espera de tres nuevas publicaciones que comprenderán los sucesivos años hasta llegar a 1946, año en que fallece Josefina Megías, su relación íntima más duradera. Sin embargo, ya podemos empezar a apreciar notables diferencias respecto a La novela de un literato, ya que el Diario, más allá de una colección de anécdotas y retratos, es el testimonio de una conciencia enfrentada a una ingrata e inhóspita realidad exterior en un intento de conciliación y superación. Y es que, los nombres que deambulan casi espectralmente por sus páginas, son mucho más que «vasos saltados», como se denomina el propio Cansinos, pues son, ante todo, cabos que han quedado tras la Guerra Civil para siempre sueltos, como leeremos en boca de su hermana Pilar: «Es que yo comprendo que estoy de más en el mundo» […] «Oh, estoy harta de ser un cabo suelto».
El diario como género literario tras La novela de un literato no tiene secretos para Cansinos, pero es en el Diario donde recupera su faceta de «diario íntimo», una forma libre, inmediata y personal, donde existe la posibilidad de imprimir su sentir más hondo ante la experiencia directa, conviertiéndolo así en un valioso instrumento de representación de un estado de conciencia en una etapa muy compleja de su vida en la que la realidad está dominada por la sordidez y la mediocridad. En estos estados críticos de conciencia es precisamente donde, según Alain Girard, en Le journal intime et la notion de personne, el diario se revela como una imperiosa necesidad y un eficaz medio psicoterapéutico de liberación de la personalidad.
Según Jacques Lacan, de acuerdo a esto último, la función de la creacion literaria o artística es la de crear el sinthome o arreglo que vuelva a conectar las tres dimensiones del ser humano, lo real, lo imaginario y lo simbólico, que han sufrido una desconexión tras una experiencia traumática.
Para Lacan, lo simbólico es todo aquello que afecta al lenguaje y a los sistemas semióticos que utilizamos y que funcionan por oposiciones binarias (el lenguaje es el elemento prioritario); lo imaginario es todo aquello que nosotros nos representamos ante la experiencia de lo real; y lo real es todo aquello que no se puede representar y no puede entrar en lo simbólico. En otras palabras, lo simbólico sería la capacidad de cada individuo por medio del lenguaje para representar lo imaginario o su interpretación particular de lo real o de la experiencia real.
Como comprobamos en el Diario, tras el trauma que evidentemente supone un enfrentamiento fratricida, estas tres dimensiones del ser humano en Cansinos quedarían sueltas y no superpuestas, convirtiéndolo a él mismo en un cabo suelto, y el sinthome, gracias al diario como herramienta psicoterapéutica, sería el nudo que le permitiría atarlas y mantenerlas unidas. Sería como una especie de arreglo, un apaño. En otras palabras, como un empalme de electricidad con el que conectases los distintos cables después de haber sufrido un cortocircuito en la red eléctrica doméstica. La obra literaria, por tanto, tendría estas tres dimensiones porque el sujeto ya las tiene, y la cuestión final sería determinar dónde habría hecho Cansinos el empalme. ¿En lo simbólico, en lo imaginario o en lo real? Es plausible pensar que en lo real, ya que con la guerra éste había saltado por los aires llevándose todo por delante.
El Diario, pues, carece de un orden constructivo y estructural. No existe en él otro hilo conductor que el puramente cronológico. El ritmo de la escritura se ciñe puramente a una secuencia cotidiana donde se pasa del drama existencial particular del propio Cansinos, que va desde la insatisfacción que le genera su relación con Josefina Megías al temor a ser denunciado y verse en la Dirección General de Seguridad, al reflejo de la existencia mísera y mezquina colectiva de los personajes que principalmente pueblan con sus menudas historias y grises esperanzas sus cafeterías y tertulias, como El Gato Negro, el Frisel o el Cocodrilo. De vez en cuando, en alguno de sus paseos junto a Josefina por el Retiro o asistiendo junto a ella a algún concierto al aire libre, o regresando del café a su casa, se cruza con algún conocido de los de «antes» y no saben qué decirse. No obstante, el Diario discurre esencialmente en espacios interiores, ya que el paisaje exterior era atemorizador y escalofriante: cuerdas de presos, nazis rubios, calles llenas de esvásticas, continuas ceremonias y desfiles de Falange a todas horas, etc. Tan solo el teatro, y a veces el cine que es más caro, aparece como principal fuente de distracción ante una realidad tan miserable. Aun así, como para otros géneros, la Guerra Civil supuso un corte profundo para la trayectoria de nuestro teatro y, tras terminar la contienda, nuestra escena se ha visto privada de sus principales figuras. En el Diario se nos dará cuenta de nombres de autores asociados a la escena de los años 40 como Pemán, Luca de Tena, Neville, Jardiel Poncela, etc, así como también de otros, como el de Casas Bricio, asociados a la proliferación en las carteleras de mediocres obras «de diversión», ya que eso es lo que pide un público burgués deseoso de «olvidar problemas», y que tenían como principal finalidad el beneficio económico.
En conclusión, Rafael Cansinos Assens en Diario de posguerra en Madrid 1943 realiza un sinthome o empalme que le permite momentáneamente atar los cabos que como él han quedado sueltos tras la guerra, permitiéndole seguir adelante en una realidad mísera y gris, y otorgándonos una radiografía de la época muy valiosa, anticipándose, de este modo, en dos años a la aparición del neorrealismo italiano, ya que comienza su andadura sobre 1945, y casi en una década al realismo social de personaje colectivo que inaugurará La colmena de Camilo José Cela en 1951.