Al habla con Jota Linares, que debuta en la literatura con ‘El último verano antes de todo’
HÉCTOR PEÑA MANTEROLA.
Jota Linares (Algodonales, 1982) se enamoró de las películas gracias al cine de verano y al videoclub de su pueblo. Tras licenciarse en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Málaga, escribió y dirigió cortometrajes que fueron premiados y seleccionados en festivales de cine de todo el mundo. En 2018 debutó en el largometraje con Animales sin collar, adaptación libre de la inmortal Casa de muñecas, de Henrik Ibsen. Le siguieron ¿A quién te llevarías a una isla desierta?, amargo retrato de su generación perdida, y Las niñas de cristal, drama psicológico ambientado en el mundo de la danza profesional. Actualmente ha dirigido Días mejores, Urban y está terminando de dirigir la nueva temporada de Élite.
El último verano antes de todo es su debut literario, basado en recuerdos de su infancia y en una ficción que a él le hubiera gustado vivir.
- Buenas tardes, Jota. Aunque el lector no lo sepa y piense que esta es una entrevista formal, te adelanto que tal vez no lo sea. Espero que estés de acuerdo. Si analizamos la cabecera, tenemos a un Jota enamorado del cine, de las historias. Creo que la novela profundiza mucho en ciertos aspectos que trataremos a su debido momento. Así que, para empezar por el principio, ¿cómo fue ese flechazo que te hizo querer ser cineasta?
Siempre ha estado ahí. Siempre. No recuerdo un solo momento en mi vida donde no quisiera serlo. Responde a una vocación muy pura. Sí te puedo hablar de flechazos con películas: el día que salí de ver El rey león o Eyes Wide Shut. No ha habido ni un solo momento en que no hubiera querido serlo. En mi pueblo, muy pequeño, solo había un cine de verano donde llegaban las películas tarde.
Siempre me ha gustado mucho leer, pero mi vocación era el cine: desde que empezaba una película hasta que terminaba era un lugar seguro para mí. Había algo de magia, era una quimera. Cuando empezaba una película, para mí se paraba el mundo.
- Tirando un poco de ese hilo. ¿Cómo se extendió el veneno del narrador con el paso de los años, traduciéndose en guiones, esta novela…?
Desde pequeño aprendo muy rápido y me doy cuenta muy rápido de ciertas cosas. Sabía que no iba a poder estudiar cine porque son escuelas muy caras, así que iba a tener que apañarme muy pronto por mi mismo. Iba a tener que aprender a base de escribir y equivocarme. Era una pura necesidad. Yo escribía para pasármelo bien. Como he dicho era un lugar seguro dentro de un lugar muy hostil: crecí en un pueblo pequeño con mucha homofobia. A partir de ahí, cuando llegué a la Universidad, a la pública, me di cuenta de que tenía que perfeccionar mucho mi técnica. Leía muchos manuales de escritura de guiones, los documentales que incluían los DVD de las películas sobre cómo se habían montado…
Pasó una cosa que tuve la suerte de vivir en primera persona: la democratización del cine. De 2000 a 2004 estudié Periodismo, y en esa época rodar un corto era muy caro. Con la tecnología digital se pudieron rodar cortos con una calidad profesional y eso cambiaba todo: permitía rodar sin miedo a perder tanto. Ahí empecé a grabar, a ganar premios, a aprender, y así hasta llegar a la primera peli.
- ¿Cuáles son tus influencias, de todos los sectores artísticos?
Kubrick, por supuesto. Almodóvar, no tanto por su cine, sino por donde salió y lo que ha conseguido, y sobre todo por la pasión. Me flipa Stephen King: sé que cuando empiezo una novela suya estoy entrando en un lugar seguro. Me gusta mucho Mike Nichols como director, Paul Thomas Anderson… Es gente que me ha acompañado mucho en mi vida cinéfila. De Ang Lee y Mike Nichols no me he dado cuenta hasta que he hecho revisión de películas que han sido importantes en mi vida, como Closer, Armas de mujer…
Tennessee Williams también ha tenido una influencia decisiva. Su forma de tratar las pasiones que se ocultan bajo la superficie sigue marcando mi forma de escribir y de rodar.
- Vamos a afinar el disparo. El último verano antes de todo es tu primera novela. Ya quisieran muchos entrar por la puerta grande. Me ha gustado especialmente porque, al igual que Ismael (aunque con las diferencias propias de ser norteño), yo también soy ese «exiliado» que regresa al hogar de tanto en cuanto. Creo que cada vez es más común. Las urbes y las oportunidades van de la mano, al igual que la miseria. Al leer me atrajo mucho más la compleja (y completa) visión que plasmas, mediante personajes y recuerdos, de la vida en uno y otro lugar. ¿Cuánto contenido autobiográfico hay en ella?
Hay muchísimo. Lo único que hay de ficción es Jero, el muerto, queha pesar de ello está basado en muchos muertos reales de la sierra de Cádiz. Me han dicho que el libro es muy cinematográfico, pero lo que es, es muy visual porque ese lugar y casi todas esas personas existen de verdad. Ese pueblo existe: tiene otro nombre, pero existe. Era muy fácil describir los secretos del pueblo porque son reales; tuve que pedir permisos para escribir la novela.
La vida hostil de llegar a la ciudad yo la he vivido. Ese Madrid donde cuesta sobrevivir, donde tienes que fingir que te va mejor para que no piensen que has fracaso… Una amiga me dijo algo que me parece muy bonito: todos tenemos un Laguna, todos tenemos un lugar que nos ha marcado. En mi caso es mi pueblo, Algodonales, y que en mi caso usé. Sé que hay gente a la que le ha molestado el libro, aunque he modificado nombres y sexo de algunas personas, pero me lo tomé como algo personal: estoy yo, mis amigos, mi familia, mi madre. También fue difícil porque hablé de problemas familiares: mi familia se enteró de que rocé problemas de alcoholismo, por ejemplo. Pero yo se lo dije a los editores: para que esto funcione tengo que ser muy honesto. Y de ahí surgió todo: de mis luces y de mis sombras, de mis amigos y de mi familia.
- ¿Podrías decirnos dos datos de la novela que sean real reales y dos que no?
Datos reales por ejemplo los suicidios en el Tajo de Ronda. La gente piensa que es ficción, pero no. De pequeño fantaseaba con mis amigos acerca de gente que fingía su muerte.
La muerte de mi madre y la conexión que sentimos mi hermano y yo cuando falleció… es difícil de explicar, pero sucedió. Los abusos del padre del Zapata, que en realidad el Zapata es una mujer. Lo del profesor… El cine era verdad, por ejemplo; los parapentes; el ala delta; el pantano, el maño…
Que no sea real, la parte del muerto, que es un regalo para mis amigos y para mí que siempre fantaseábamos con algo que sacudiera un poco nuestras vidas. Y lo del gato. Yo soy de perros. Se trata de una proyección de los miedos de Ismael y de la soledad.
- En este caso, al tratarse de una obra de gran narrativa, las diferencias saltan a la vista, pero, en términos generales y como le pregunté hace poco a Manuel Ríos, ¿cuánto del Jota guionista tiene el Jota novelista?
Es algo que cuando se me presentó la oportunidad de la novela decidí aprovechar: no quería que fuera un guion hecho novela. Un guion funciona con imágenes y con conflictos hacia delante. Yo quería escribir una novela para aprovechar los códigos de la novela: saltos de tiempo (incluso en la misma página), el diálogo interno, poder decirle al lector lo que siente un personaje… Me quité el traje de guionista. Cuando me preguntan si se va a adaptar, que espero que sí, me parece muy difícil ya que hay dos líneas temporales claras y muchas secundarias.
El cine tiene cosas muy bonitas que se pueden explicar con una mirada, un gesto o un beso, pero la literatura no. A cambio te permite penetrar en el interior de los personajes y eso me parece maravilloso.
- Salvando las infinitas diferencias, El último verano antes de todo me recordó a It y a El cuerpo, y, tratándose de dos narraciones que me encanta, es un elogio. No hay payasos lovecraftianos ni nada similar, pero sí ese sentimiento nostálgico que envuelve a las Tierras de Paso, que me gusta llamarlas. ¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela? ¿Volviste a tu Tierra de Paso para empaparte de esa nostalgia, o la llevas tan adentro que no fue necesario?
Mitad y mitad. Estuve. Luego, el confinamiento, que lo pasé en Madrid, me permitió dedicarme 100% a la novela. Lo que sí fue un viaje interno muy doloroso, por ejemplo, cuando escribí el capítulo de la muerte de mi madre: sentí que por fin llegaba el duelo y que lo superé. Incluso poner en palabras problemas personales como que rocé la adicción al alcohol, que tuve problemas para tapar miedos o inseguridades… Fue una catarsis, uno detrás de otro.
- Como escritor, ¿eres brújula o mapa? Tanto a nivel de guiones como de novela.
Depende. Creo que forma y fondo no son lo mismo. Hay películas de directores súper consagrados donde la forma se come por completo al fondo. De brújula o mapa… Es como el título: hay veces que es lo primero y otras veces me sale lo último, haciendo la última lectura. Hay veces que ya sé hacia dónde voy y veces que lo trabajo de antemano. Por ejemplo, en El último viaje antes de todo, había un mapa, pero en la película que estamos escribiendo mi guionista y yo hay una imagen y nos dirigimos hacia ella.
- Después de este debut, ¿qué le depara el futuro a la faceta literaria de Jota Linares?
Yo siempre hago un truco: tengo muchas ideas y cuando una me gusta mucho mucho la dejo en barbecho. Como afortunadamente tengo mucho curro…
Si yo al mes sigo acordándome de ella y sigo dándole vueltas, esa es la historia. A nivel literario la encontré. Es cierto que necesito tiempo. Estoy en un momento muy dulce como director: estoy trabajando en una serie que es un pelotazo, quiero sacar adelante mi próxima película…
Por ejemplo, la última fase de escritura de esta novela fue muy dura. Un rodaje es como un vampiro. El nivel de concentración e implicación es una relación vampírica: te absorbe. Volver a casa y tener que afrontar el proceso de escritura de una novela fue duro. No me quedaba energía. Yo no sé dividir y darle 60% a una cosa y 40% a otra, no, yo le daba el 100% a ambas. Y enfermé. Además, con los años te das cuenta de que no puedes hacer que todo gire entorno a ello. Necesitas que durante X horas tu vida privada te oxigene (amigos, parejas…).
Pero respecto a la futura novela, ya tengo la historia definida y sé lo que quiero contar. Ahora necesito el tiempo de sentarme y escribirla.
- Si pudieras cambiar algo en el mundo, lo que quieras, a novel social, político… no existe un límite, pero solo una cosa. ¿Qué sería?
Yo eliminaría la capacidad de odiar. Llevo unos meses muy rallado con el mundo en el que vivimos. Tengo la sensación de que se está volviendo loco. La empatía, la capacidad de ponerte en el lugar del otro, es importantísima.
- ¿Qué crees que es lo más importante a la hora de perseguir una carrera artística? Internet (como escaparate) está lleno de artistas frustrados, que lo intentan durante años pero, por A o por B, no tienen éxito. ¿Qué les dirías?
Parece una frase hecha pero son la perseverancia y la paciencia. A mí, cuando me lo han preguntado (y me lo han preguntado mucho), les he dicho que nunca acepté un no. Cuando leí el manual de Stephen King me emocionó mucho: él tampoco lo hizo, en vez de eso, escribía otra historia. Es necesario un golpe de suerte, ahí la paciencia, pero te tiene que pillar con los deberes hechos. Cuando la productora que me hizo mi primera peli me preguntó, un minuto después tenían el guion en el mail. El golpe de suerte me pilló, pero con los deberes hechos.
- Ya te dije que no iba a ser una entrevista formal. Lo siento. Querría despedirme tanto agradeciéndote tu tiempo (los lectores no lo saben, pero este hombre viene de un rodaje larguísimo así que, cuando veáis la nueva temporada de Élite, acordaos de El último verano antes de todo) como invitándote a comunicarte directamente con los lectores en un alegato que termine de convencerles de darle una oportunidad a la novela. A mí me emocionó y, como escritor de escenas horribles y monstruos, tengo un corazón muerto (o tal vez no). Y eso lo han conseguido muy pocas obras.
Yo siempre diría que es una novela que hace algo tan difícil como emocionarte. Está escrita desde el corazón y para emocionar. Está escrita para hablar desde la luz de cosas por las que todos vamos a pasar como la muerte. Creo que desde la verdad he conseguido que emocione mucho. Hay algo que me emociona mucho a mí y me lo han recordado los lectores que la terminan y es que les da muchas ganas de vivir.