Al habla con Julia San Miguel, autora de ‘Trece velas en la recámara’
- Cuéntame, de dónde nace Trece velas en la recámara.
La novela Trece velas en la recámara nace de la preocupación, como madre, ante la permisividad de la sociedad frente a la violencia. Vemos a nuestros hijos enganchados a los videojuegos de acción, pasando una y otra pantalla dentro de un contexto bélico cada vez más agresivo, y ni nos inmutamos. No por el videojuego en sí, que podría tener la misma función que tienen los cuentos infantiles, el efecto catártico de la conjunción realidad-ficción, sino por la fascinación que nos produce la guerra y que transmitimos.
La imagen de nuestros hijos, sentados en su habitación, combatiendo con sus amigos, indiferentes a la realidad y protegidos de cualquier amenaza, contrasta con lo que les está sucediendo a otros niños no muy lejos de nosotros: los niños soldado. Una fotografía de Amnistía Internacional de un niño vestido de militar con un arma en la mano bajo la leyenda “No está sucediendo aquí, pero está sucediendo ahora” fue un motivo más para escribir esta historia.
Por desgracia, pasa el tiempo y las guerras se suceden. Sentir que nuestra inviolabilidad es cada día más frágil es estremecedor. No podemos quedarnos callados ante las injusticias. Nuestro deber es colaborar en la construcción de un mundo mejor.
- ¿Hiciste un crowdfunding?
Trece velas en la recámara quedó entre las cinco finalistas del I Premio Calíope de Novela Juvenil convocado por Malas Artes en 2022. La editorial se puso en contacto conmigo y me ofrecieron la posibilidad de publicar la novela a través de un crowdfunding, con la condición de llegar al 100% en un plazo determinado. Al final conseguimos llegar al 145%. Desde aquí aprovecho para agradecer la confianza y ayuda de todos lo que colaboraron para que este sueño se hiciera realidad. No creas que para mí fue fácil dar el paso, porque era la primera vez que acudía a este método para publicar, pero desde que quedó entre las siete mejores en el I Concurso de Novela Juvenil en Edebé México en 2014, confiaba tanto en la novela y tenía tantas ganas de que llegara a los lectores, que me pareció una buena forma de que saliera adelante.
- ¿Qué tiene para enganchar al lector?
Tiene suspense, ritmo y una trama que no dejan indiferente. Por los comentarios de los lectores, es una novela que no puedes dejar de leer desde el primer momento. Engancha por sus cambios de escenario, por los acontecimientos bélicos que se suceden y por la incertidumbre del relato en sí.
- ¿Qué quieres provocar en el público con esta novela?
Trece velas en la recámara quiere provocar la reflexión hacia nuestro discurso permisivo ante la heroicidad y la fascinación que nos produce todo acontecimiento bélico. Hacer una llamada de atención a nuestra hipocresía. Quiere poner el horror directamente delante de los ojos del lector.
- ¿Qué papel tiene la educación, el cine, la literatura o los videojuegos en la exaltación de la guerra en tu libro?
En Trece velas en la recámara, los videojuegos de acción son el motor de partida, al ser los más populares entre el público adolescente y preadolescente, con un porcentaje que alcanza el 78% de jugadores entre los niños de 11 y 14 años, la edad que tienen los protagonistas.
Vivimos en un mundo donde muchos de los engranajes educativos y culturales se entrelazan para ofrecernos un discurso permisivo ante la guerra. Hay un cine y una literatura que ensalzan la heroicidad en una analogía con el héroe épico. En nuestra mano está discernir lo que es entretenimiento de lo que es manipulación.
En Trece velas en la recámara las reminiscencias del cine de denuncia y de la literatura que arañan la verdad son tributo y ejemplo. En la novela está el recuerdo de películas como Johny cogió su fusil o Diamantes de sangre. Y el homenaje a muchos cantautores, entre ellos Víctor Jara y su canción Te recuerdo Amanda.
Por suerte, las editoriales también parece que están trabajando en sus libros de texto el análisis de las consecuencias y no simplemente la enumeración de acontecimientos históricos, que es lo que nos faltaba a nosotros cuando íbamos al colegio.
- En tu caso, ¿tienes una relación personal con la guerra, sobre todo como madre?
Siento pesadumbre, temor ante lo que pueda venir. La guerra está ahí, siempre ha estado, más lejos, más cerca, visible e invisible. Y en muchas ocasiones las batallas no solo acontecen en un lugar determinado. El terror se expande tan rápido como la pólvora. Pensar en nuestra vulnerabilidad, en la de nuestros hijos, es aterrador.
- ¿Por qué das el salto a la literatura juvenil?
Me sentía en la obligación de ofrecer a los adolescentes, y a los adultos como referente educativo, una pequeña novela que les hiciera levantarse por un momento de la silla y mirar de frente, despertando conciencias. Y creo que Trece velas en la recámara lo está consiguiendo.
- ¿Está infravalorada la literatura juvenil dentro de la escritura?
Por supuesto que no. Hay historias muy buenas, cada vez más concienciadas con problemas de la sociedad, por autores y autoras, además, muy jóvenes. Y eso es muy estimulante.
Aunque tal vez, para evitar suspicacias, habría que eliminar las etiquetas y hablar solo de libros, de novelas, de cuentos, de historias. Cuando era niña, en la gran biblioteca que tenían mis tíos, nunca nadie subdividió las estanterías por categorías. Nada era juvenil, ni infantil. Tú, como lector, elegías en cada momento el libro, según la edad, los gustos y el nivel. Tenías doce años y podías llegar a leer un libro considerado “de adulto”, pero si eras capaz de que te llegara, era un libro también para ti.
Lo preocupante no es si es la literatura juvenil es buena o mala. Lo preocupante es que los jóvenes no se sientan atraídos por lo que les ofrecemos. A veces se pierden entre tantos estímulos, ajenos a la literatura. Realmente habría que prohibir los libros. Entonces los devorarían.
- ¿Qué te define como escritora?
No concibo mi vida sin la lectura ni la escritura. Tampoco sin el cine ni el teatro. Sin ver una buena exposición… Como escritora me define la curiosidad, también la tolerancia. Vivir intensamente y plasmar por escrito una forma de ver el mundo con optimismo y crítica.
- ¿De dónde bebe tu forma de escribir? ¿Autores y autoras que te hayan influenciado?
Cada edad tiene sus libros y sus autores. Pero, si he de citar algunos, los que han influido en mi forma de ver y escribir el mundo, no puedo dejar de citar a Galdós y a Delibes. El costumbrismo, el estudio psicológico de los personajes, su inmediatez y cercanía. También me apasiona Cortázar, el inquietante surrealismo de la cotidianidad. Me guía Mendoza y su humor ácido e inteligente. Y amo a Gloria Fuertes y sus poemas, tan llenos de sí misma.
- ¿Próximos proyectos?
En paralelo con la publicación de Trece velas en la recámara, acabo de terminar una novela “juvenil” que habla, metafóricamente, sobre un problema del que muchas mujeres son víctimas: la mutilación genital femenina. Se titula La sonrisa de Atamani, en homenaje a Aminata, una mujer muy valiente que ha dado voz a este problema tan grave y tan silenciado a la vez.
Y como inminente proyecto, cambiaré un poco de registro, y volveré a intentar escribir para niños una historia divertida, con mucho humor, que en estos tiempos tan convulsos tampoco nos puede faltar. El humor nos ayuda a curar las heridas del alma.