UNA CALLE, UN LIBRO

Calle Joaquín Costa de Barcelona, “El peso de la paja” de Terenci Moix

Hace poco volví a la calle Joaquín Costa. Creí que estaba en un barrio de Rawalpindi. Viví en ella en los años 70. Compartía piso con unos amigos. Ponía en el balcón a toda pastilla “La estaca” de Lluis Llach y “Bandiera Rossa”. Comía en un restaurante muy barato donde un obrero en una mesa daba  una especie de mitin. Iba al cine Goya para intensificarme en el cine y alucinar con las imágenes liberadas. Veía bodegas y entraba en restaurantes que daban butifarra sobre manteles a cuadros. Paseaba por otros callejones con pintadas y pasaba mis dedos existencialmente por las paredes rugosas.

Años después leí “El peso de la paja” de mi admirado Terenci Moix. Y descubrí que también él había caminado por esa calle. También él fue al cine Goya y se llenó con el politeísmo de sus actrices. El título es ambiguo y travieso. Se refiere a una plaza del Raval que se llama El peso de la paja y se refiere a la contumacia de su masturbación y su soledad. Moix escapaba de los clichés y como yo adoraba el cine. Publicó una colección sobre actrices soñadas y sus mundos hechos de imágenes. Contó como iba con Pasolini, que no quería charlas intelectuales sino estar con muchachos fornidos de las barriadas.

Me hacen gracia los que creen que todo cambio es un progreso, da igual cual sea. Como si tienes piernas y luego te las cortan. El Raval era la cutrez y los sueños. Era cutre y sórdido, pero tenía sabor y personalidad. Y ahora hay el mismo local paquistaní por todas partes. No critico cierta emigración, aquel Raval también estaba hecho de inmigrantes. Critico la globalización y que todo sea igual hasta el aburrimiento.  Y que antes nos acechábamos unos a otros y ahora todos acechan su móvil.

ANTONIO COSTA GÓMEZ      FOTO: CONSUELO DE ARCO