“El asesino”: la moralidad puesta en duda

Por Judith Mata.

La empatía, la moralidad y la cabeza fría son los protagonistas de la nueva película de David Fincher. El director estrena una historia que sigue su patrón, aunque alejado de los guiones complejos de Seven o Fight Club, pero donde la moral está al pie del cañón. Esta vez, llega a la gran pantalla con una historia simple, terrenal, casi como si fuera un juego de las miles y miles películas de asesinos que hemos visto.

La historia va de un punto al otro siguiendo su esquema predestinado. De la A a la B, sin sorpresas. La trama se convierte en un suceso de hechos lineales a medida que avanza la acción hasta llegar al clímax. Aunque cabe destacar la voz narradora en primera persona del protagonista y el juego que hace Fincher con ella. El espectador se convierte en el acompañante del asesino en toda la trama, incluso como si fuéramos él mismo, pues escuchamos sus pensamientos. Así juega Fincher con la empatía. Estamos dentro de la mente de un asesino, pero, ¿podemos empatizar con él aún sabiendo la trascendencia de sus actos? Depende de cada espectador.

El director juega constantemente con eso y lo logra a través del montaje. Sobre todo, con el sonido, intercala planos en los que, de repente, somos el protagonista y, de repente, estamos en la calle, fuera de su mente. Esta dualidad se repite y cuestiona la moralidad de los actos. Para el protagonista tiene sentido, ¿lo tiene para nosotros? Al fin y al cabo, es abrir la mente y ver el mundo y la vida desde un punto de vista fuera de lo corriente. Además, lo inédito se acerca a lo terrenal cuando el asesino usa los recursos que nosotros mismos, como seres corrientes, usamos. Lejos de los gadgets de James Bond o de las películas de Misión Imposible, en esta ocasión, el asesino usa Google Maps y Amazon como cualquier persona. ¿Los usaríamos nosotros para tales planes?

Con esto, la película se convierte en una aventura en la que el propio espectador decide si empatizar o no. Fincher pone en juego la moral de cada uno, nuestro protagonista tiene miles de nombres, puede ser cualquiera. Así El asesino se convierte en una película que va más allá de los hechos que vemos en pantalla para cuestionarse los métodos.